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8M: Diana y Male, oaxaqueñas que transformaron su digna rabia en Ley

Por Citlalli López Velázquez

Oaxaca de Juárez.- Diana Luz Vázquez y María Elena Ríos son mujeres que con su exigencia de justicia desafiaron la estructura patriarcal y luchan por construir una nueva realidad para las sobrevivientes de la violencia en Latinoamérica. Su digna rabia trascendió para convertirse en ley, y sus nombres son ahora símbolos de resistencia.

Estas son sus historias.

Citando a Marta Lamas, antropóloga mexicana, Diana Luz explica que al igual que muchas mujeres llegó al feminismo sobre un camino pavimentado por el dolor.

“Mi lucha parte de mi propia vivencia con un señor que niega una paternidad y que después de todo un proceso, primero de identificación de esta violencia que ha sido normalizada y que desde mi familia me enseñaron a callarla. Desde ahí empiezo en un proceso con otras amigas conversando sobre feminismo, cuestionamos qué tan importante era visibilizar la violencia económica y decidimos generar una acción colectiva que llamamos “tendederos de deudores alimentarios”. La lucha parte del dolor, pero también de la resignificación de la digna rabia”, expresa.

Diana Luz Vázquez Ruiz tiene 36 años y es promotora de la Ley Sabina y creadora de la “Patrulla feminista”. Comunicadora de profesión con maestría en Gobierno y Políticas Públicas por la Universidad Panamericana, así como con amplios estudios en materia de género, hoy ha logrado que la ley que lleva el nombre de su hija haya sido aprobada en ocho congresos del país. “No me lo esperaba”, afirma con sinceridad.

El movimiento encabezado por Diana inició en 2021 en la capital de Oaxaca. En una de las plazas púbicas más importantes fueron colocados los rostros de papás que se negaban a sostener la manutención de sus hijos e hijas. En ese entonces apenas era una docena de mujeres que valientemente dieron el primer paso, hoy son miles en todo el país reclamando sus derechos.

“Nunca imaginé, no solo alcanzar un proceso legislativo importante y de transcendencia para las generaciones que vienen y para las mamás que estamos luchando hoy, sino de lograr un acto de reivindicación propia, familiar donde hablemos de maternidades dignas”, expresa con felicidad pues a lo largo de este movimiento lograron que la vergüenza cambiara de bando.

Después de casi tres años de este movimiento -expuso- muchas mamás han alcanzado la justicia; no en todos los casos alcanzaron justicia jurídica, pero sí la alternativa, aquella en donde el juzgado socialmente es el padre ausente, el padre que abandonó y no la mujer que lucha por sus derechos.

“Para nosotras es una satisfacción que se nombren las violencias y que a estos hombres los alcance la vergüenza, si es que la justicia no los alcanza”.

En su caso había caminado durante tres años en un proceso jurídico sin haber tenido éxito. La violencia institucional expresada a través de jueces y juezas que revictimizan y justifican a los violentadores, la hizo dar el paso detonante de todo el movimiento de las madres autónomas.

“Ante esta desesperación, el enojo y la rabia me llevó a organizarnos y exigir justicia”. Al ver que la justicia institucional no llegaba optaron por la ruta feminista.

Para Diana muchas han sido las satisfacciones en este movimiento entre ellas la organización y sororidad lograda entre miles de madres, de la misma manera romper el silencio y vencer el miedo con el que se les enseña a las mujeres a vivir. A ello agrega la capacidad de crear redes de una maternidad no romántica sino desde una maternidad que lucha.

Fue en marzo de 2023 cuando el Senado de la República aprobó la Ley Sabina, normatividad que impide a padres morosos alimenticios tener licencia de conducir, salir del país, competir por algún cargo público además de ser incluidos en el Registro Nacional de Deudores Alimentarios.

“Todavía falta mucho por hacer, pero el hecho de que forme parte de la agenda pública, de la agenda política, que no sea normal ver a un hombre que deba la pensión, es un gran logro. Hemos cambiado la narrativa”.

“Sé que mi lucha vale la pena”: Male

«No soy Elena Ríos la saxofonista atacada con ácido. Soy María Elena Ríos Ortiz, soy Malena; estoy recuperando mi identidad. Soy la chica que tenía mil proyectos antes de ser agredida”, sentencia con la voz poderosa que la caracteriza.

Ella es sobreviviente de una violencia extrema y se niega a ser definida por el acto que sufrió. Su valentía se manifiesta en su rechazo de la victimización que la sociedad a menudo impone a las mujeres que han enfrentado la violencia. A través de su recuperación. Afirma su belleza no por estándares occidentales, sino como un testimonio de su resiliencia y fortaleza física.

“Siempre he insistido en que somos un suspiro en este universo y ese suspiro hay que vivirlo al máximo. Creo que si desde un principio decidí vivir, porque es fácil morirse por depresión o suicidarse con una situación como la que yo pasé, esto tiene que valer la pena”.

Male inició su viaje en el activismo por la necesidad apremiante de buscar justicia. En un intento de feminicidio fue atacada con ácido en septiembre de 2019 lo que le provocó quemaduras que aún busca sanar.

El activismo no fue una elección, sino una respuesta a las circunstancias. Ya en el camino su lucha cobró forma cuando una diputada de Puebla buscó su colaboración para legislar contra estos ataques.

Con determinación, Male participó en la construcción de una iniciativa sólida, la mejor evaluada en América Latina, hoy conocida como la Ley Malena, que tipifica el delito de violencia por ataques con ácido, sustancias químicas o corrosivos que causen daños a la integridad de las mujeres, adolescentes, niñas y niños, personas transgénero, y con discapacidad.

Su visión de cambio surgió desde los momentos más difíciles, cuando en el hospital su familia le instaba a tener fe. Ahora su sueño no solo abarca la implementación de la reforma en todo el país, sino también una victoria en su propio proceso penal contra Juan Antonio V.C, el agresor intelectual. “Tengo todos los elementos, pero siempre estamos dependientes del nivel de corrupción que existe”.

Actualmente estudia en la Universidad Nacional Autónoma de México y persigue su licenciatura en instrumentista especializada del saxofón. Para Male, vivir plenamente es un acto de resistencia y reivindicación.

A los agresores, Male les advierte que no se silenciará. Su voz resonará, no solo en el 8 de marzo, sino todos los días, hasta alcanzar una igualdad sustantiva. A las mujeres que han sufrido violencia, les ofrece un mensaje de solidaridad y liberación: «No es tu culpa haber nacido en un país que romantiza la violencia».

Las historias de Male y Diana son faros de esperanza y coraje en la oscura realidad de la violencia de género. En este 8M, celebramos no solo su resistencia, sino su dedicación para convertir su rabia en ley, forjando un camino para una generación que merece vivir sin miedo.

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