Inicio Agenda Romper la colonización de nuestra corporalidad. El punto G y su ¿descubridor?

Romper la colonización de nuestra corporalidad. El punto G y su ¿descubridor?

Ciudad de México.- La colonización del cuerpo de las mujeres forma parte de la discursiva patriarcal que se apropia de todos los espacios y territorios que habitamos las mujeres. Sin lograrlo intenta invisibilizar y desdibujar atisbos de control, desde Cimacnoticias hemos contado sobre la colonización histórica de la anatomía de los cuerpos de las mujeres por hombres científicos y en esta ocasión es el turno de Ernst Gräfenberg, ginecólogo alemán quien determinó implantar el punto G, en honor a su letra inicial, después de «descubrir» una parte de la anatomía.

El que un tercero, otra persona, se de cuenta que existe una parte anatómica en el cuerpo de alguien más, no significa que descubre algo, simplemente, esa persona se da cuenta de otra realidad que desconoce y no por ello tendría que apropiarse.

Durante la etapa colonial, y por mucho tiempo más, las mujeres no fueron reconocidas como sujetas de derecho. Y, aunque en el siglo pasado obtuvimos diferentes derechos, como el derecho al voto, entre otros; la igualdad de condiciones es todavía una aspiración y un reto por lograr.

En realidad, lo que sigue permeando en la sociedad es un esquema colonialista, en el que no están contempladas las libertades sexuales y reproductivas de las mujeres. Baste darse una vuelta por algunos códigos penales de estados en la República Mexicana, en los que aún, el aborto no ha sido despenalizado.

«El modelo femenino inculcado durante el orden colonial fue el de la castidad, la abnegación, el sacrificio y el sometimiento a las figuras patriarcales, como el padre, el marido y las autoridades. Mismas, que siempre eran figuras masculinas: el rey, el gobernador, los obispos y sacerdotes, los miembros del cabildo, entre otras», refirió Mariela Sarlinga, investigadora del Instituto Superior del Profesorado «Dr. Joaquín V. González» de Buenos Aires, Argentina.

Gangrena de Fournier, Alzheimer, Síndrome de Down‎, Parkinson o Papanicolau son algunos de los padecimientos o tratamientos que llevan el nombre de sus descubridores.

Pero es importante mencionar que ellos no llegaron solos a dichos descubrimientos, como es el caso de Marthe Gautier, científica que co descubrió el cromosoma responsable del Síndrome de Down en 1959. Sin embargo, pese a los años de investigación que conllevó entender dicho trastorno genético, este avance fue adjudicado únicamente a John Langdon Haydon Down y posteriormente a dos científicos más.

“Fue Marthe Gautier quien en realidad hizo los cultivos celulares, analizó las metafases y se percató que los pacientes con síndrome de Down tenían 47 cromosomas. En consecuencia, es claro que su crucial contribución no había recibido, hasta la actualidad, el crédito apropiado”, expresó el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en el documento Trisomía 21: autoría reivindicada.

Otro caso es el del estudio conocido como Papanicolau, el cual lleva su nombre por Georges Papanicolau, quien -junto a su esposa Andromachi «Mary» Mavrogeni- descubrió el test que se realiza para diagnosticar el cáncer cervicouterino.

Lo que hay que mencionar es que Mary, quien además de su esposa, fue su asistente de laboratorio y sujeta de investigación, no se ha reconocido como parte fundamental en dicho descubrimiento, quedando incluso invisibilizada en el nombre que se le dio al estudio.

“Era muy devota con él en su trabajo; organizaba su vida hogareña para asegurarse de que no hubiera distracciones”, contó Olga Stamatiou, sobrina nieta de Georges Papanicolau a la BBC.

Fue Mary quien por 20 años, todos los días, se realizó pruebas de “frotis vaginal” para contribuir en la investigación que realizada su esposo. Entre labores domésticas y científicas, así permaneció la mujer por varios años para finalmente ser borrada de la historia.

“A mi lado estaba mi querida esposa. Si pude lograr algo útil fue en gran parte gracias a su ayuda y devoción. Sí, le debo mucho a su lealtad y esfuerzo”, reconoció Papanicolau; sin embargo, no fue suficiente para nombrar su descubrimiento de una forma diferente que no le otorgara todo el reconocimiento a él.

Y no, no se trata de demeritar los avances médicos que han salvado la vida a miles de mujeres. Todo recae en la importancia de nombrar a las mujeres como parte de la ciencia y la salud, misma que ha sido analizada desde la visión masculina por décadas al grado de unificar síntomas o padecimientos que se presentan de manera diferenciada entre una persona y otra.

Ahí está la revolución: en mencionar a Marthe Gautier y Mary Mavrogeni como parte de la historia. Así podemos dejar de referirnos a un estudio que nos compete a las mujeres como «Papanicolau» -borrando lo que hay detrás de su descubrimiento- y quedarnos con el término “citología cervical”, porque no podemos ni debemos ceder más espacios, resaltó información compilada de Cimacnoticias.

Lo que nos queda claro es que para que una mujer conquiste los diferentes territorios a los que aspire alcanzar, un ejercicio de libertad, sería el aprender a habitar su cuerpo, en primera persona. Tal y como escribió, la periodista Luciana Wainer en el prólogo de su libro Fortuito, el otro lado de la criminalización en México, en el que reflexiona sobre la importancia, como mujeres, de habitar nuestra propia corporalidad y, de no ceder, dice:

«Nuestro cuerpo es el primer territorio tangible. Antes de que tengamos conciencia, antes de la idea y el sentimiento de pertenencias y antes de que tengamos noción de nuestros derechos, el cuerpo se nos impone como una realidad irrenunciable. El cuerpo se transforma con los años, se vuelve arma, obstáculo, deseo, se muestra y se oculta, pero no nos abandona», elaboró la periodista Luciana Wainer.

Zona erótica primaria en la anatomía de mujeres

El descubrimiento del Punto G, se le atribuye a Ernst Gräfenberg (1881-1957), un ginecólogo alemán quien describió un área particularmente sensible que se ubica aproximadamente a la mitad de la vagina y la consideró como “una zona erótica primaria, quizás más importante que el clítoris, dijo.

El descubrimiento realizado en la década de los 40s del siglo XX, según los avances científicos de ese tiempo, sería una suerte de clítoris interno. Aunque muchos científicos, en la actualidad, piensan que simplemente estaba describiendo la raíz del clítoris, donde los tejidos eréctiles se unen alrededor de la uretra.

Para la ciencia moderna, no existe ningún órgano que sea el punto G, la confusión proviene, en la mayor parte de los casos, por pensar que el famoso punto es un botón, una glándula o un órgano concreto y fácilmente identificable. Sin embargo, no hay ninguna zona dentro de la vagina en la que, como ocurre con el glande o el clítoris, se concentre un mayor número de terminaciones nerviosas.

Si la ciencia consiste en elaborar hipótesis y, su posterior comprobación. No se entiende como Ernst Gräfenberg, siendo hombre, podría haber demostrado dichas afirmaciones. Ya que es bien sabido, que el placer sexual, se ejerce en primera persona.

Como explicó el divulgador científico Pere Estupinyà:
«una de las hipótesis más aceptadas hoy en día llegó en 2008 de la mano de Odile Buisson, que afirmaba que, en realidad, al ejercer presión interna en la parte frontal de la vagina, puede ser que lo que se está haciendo es alcanzar las estructuras internas del clítoris, que es lo que produciría el intenso placer», definió.

Una interesante visión del asunto, porque al mismo tiempo confirma y desmiente la existencia del punto G, tal y como sugiere el científico. Lo confirmaría porque demuestra que efectivamente hay una zona más sensible en la vagina, pero lo desmentiría porque esta no sería más que un atajo hasta el clítoris.

El debate acerca de la existencia del punto G, conduce a una de las más grandes preguntas que se han realizado sobre sexualidad femenina: ¿existe el orgasmo vaginal?

La investigación realizada por el profesor Barry Komisaruk, de la Universidad de Rutgers, así lo refrenda: las áreas cerebrales que se excitan en un escáner cerebral son completamente diferentes si este es vaginal o si se estimula el clítoris externo. Como refirió Estupinyà, esto significa el fin del reinado del clítoris como el único órgano sexual, y un aviso de que el orgasmo no se produce en los genitales, sino en el cerebro.

Rosa Goldschmidt

El descubrimiento del Punto G, se le atribuye a Ernst Gräfenberg, ginecólogo alemán, que estuvo casado con Rosa Goldschmidt durante 26 años, sin tener descendencia. No se sabe de compañeras científicas que hayan estado involucradas con el descubrimiento.

Sin embargo, un hecho curioso a destacar, es el florecimiento y desarrollo de su ex compañera,

Una vez separada de Ernst Gräfenberg, Rosa publicó varios libros, demostrando su talento literario, bajo el seudónimo de Rosie Waldeck. Actualmente, disponible la versión en francés del libro titulado «De morado y azul, la última pasión de Talleyrand de Rosie Waldeck».

En la plataforma de comercio electrónico donde está disponible el libro, se lee en un comentario de Amparo Matley, «Una novela histórica digna de sus complejos protagonistas», libro calificdo con cinco estrellas en el Reino Unido el 19 de diciembre de 2023.

En su reseña Amparo Matley, cuya lengua nativa es el inglés, refirió: «aprendiendo a leer francés, leí esta novela histórica de 1947 laboriosamente con la ayuda de un diccionario y el traductor de Google. Está bien escrito y mantuvo mi interés en todo momento. Si se tradujera al inglés, podría verlo como un nuevo éxito de ventas».

Esta novela es un relato ficticio de la turbulenta política y las brillantes festividades de «El Congreso que bailó» en 1814-1815, cuando Talleyrand y su sobrina se convirtieron en una improbable «pareja poderosa» a tener en cuenta en la formación de «la nueva Europa» después de la caída de Napoleón.

«Esta novela trata sobre cómo el anciano y estadista Príncipe Carlos Mauricio de Talleyrand Peregord («el diablo cojo» para sus enemigos), un mujeriego legendario que a menudo prestaba (pero nunca entregaba) su corazón a nadie, llegó a caer en amor con la princesa prusiana Dorotea, su intelectualmente brillante sobrina casada 39 años más joven».

«El poderoso, rico y carismático Talleyrand, cuando Dorothea tenía 16 años, había casado al joven rico con su sobrino derrochador de 21 años para proporcionar herederos a su familia. Él mismo había sido desgraciadamente presionado por Napoleón para que se casara con una cortesana semi retirada, de la que estaba separado. No tenían hijos legítimos».

«La madre de Dorothea, la encantadora duquesa de Curlandia, se había convertido en la última compañera de Talleyrand cada vez que visitaba París desde sus propiedades prusianas. Talleyrand pensó que este romance otoñal sería el último».

«Una vez que Dorothea maduró, su tío se dio cuenta de que su intelecto estaba desperdiciado con el idiota de su marido (que pasó la mayor parte de su matrimonio ausente con el ejército de Napoleón) y lamentó ser la causa de su infeliz matrimonio».

«Se hicieron amigos y cómplices políticos. Porque cada uno tuvo una infancia emocionalmente privada y una fascinación por la política, esto proporcionó una base poco probable pero sólida para un vínculo intelectual y emocional de protección mutua y leal».

«Calculadoramente había contratado a la joven condesa Peregord (más tarde conocida como la duquesa de Dino) como anfitriona de su embajada francesa en el Congreso de Viena en 1814».

«Su amistad intelectual y política se convirtió en una tierna pasión y se convirtieron en amantes (en una relación mutuamente abierta) y ella permaneció con él como amante, musa y alma gemela hasta que él murió a los 86 años».

Esta claro que para que una mujer, no importa la distancia en años, sea reconocida, o valorada, se necesita de la visión de otra mujer, o grupo de mujeres, una comunidad de aliadas que hagan visible la voz de mujeres talentosas, como la ex esposa de Gräfenberg, Rosa Goldschmidt, quien escribió elocuentes novelas bajo el seudónimo de Rosie Waldeck.

La raíz del conflicto, radica en que por siglos, el mundo de la medicina y la ciencia ha sido protagonizados por hombres, de ahí que los principales descubrimientos sean atribuidos a ellos e incluso se les registre con sus nombres, dejando clara la exclusión e invisibilización que han vivido las mujeres por décadas.

¿Cuántas veces hemos visto calles, auditorios o salas con el nombre de una mujer y cuántas con el de un hombre? La invisibilización que vino a tu mente es la misma que se presenta en la medicina y la ciencia.

LOA/OLO

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