Ciudad de México.- Se ha dado a conocer la aprobación de una Norma Oficial Mexicana (NOM), la cual definirá las características que deben cumplir unidades médicas que proporcionan atención materna y neonatal; así como determinar los criterios para incorporar la práctica de la partería profesional en establecimientos de salud, públicos, privados y sociales, no obstante, las mujeres dedicadas a la partería han reaccionado a este intento de regulación de su labor.
Se detalló que este Proyecto de Norma Oficial Mexicana NOM-020-SSA-2024 aprobado tiene el objetivo de reducir la saturación hospitalaria de segundo nivel por partos de bajo riesgo; disminuir el número de cesáreas innecesarias, la violencia obstétrica y la razón de muerte materna.
Ante, este intento de regulación en la labor de las parteras en México, es importante resaltar su resistencia y exigen meterle freno a una Norma Oficial Mexicana que, nuevamente, intenta acorralar y estigmatizar su trabajo.
«¿El Estado no se va a rendir?», le preguntó Cimacnoticias a Hannah Borboleta, fundadora y directora de la casa de partería Morada Violeta y su respuesta es contundente: «No, pero nosotras tampoco«.
Esta no es la primera vez que se intenta dar una ofensiva normativa en contra de las parteras de nuestro país, y es que, desde el año pasado el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López- Gatell, anunció que se buscaría regular el oficio con el objetivo de garantizar las «condiciones necesarias» para que la práctica fuera segura.
El objetivo de la norma es crear la profesionalización de la partería un hecho que, no sólo se aleja del reconocimiento de la ancestralidad de la práctica, sino que además, desconoce el trabajo de parteras tradicionales y ejerce la violencia institucional al colocar como prioritaria la atención médica hegemónica, renegando y discriminando a las parteras de nuestro país.
¿Qué pretende este proyecto de Norma Oficial Mexicana?
Esta es una lucha que tiene ya 300 años, dice Hannah Borboleta en entrevista, en todo este tiempo México y todos los demás países del mundo han buscado restringir y excluir a las parteras de la atención, salud reproductiva y no reproductiva de las mujeres. Por ello, esta NOM no es más que otro intento por hacer retroceder la partería.
De manera concreta, la colectiva reúne los siguientes puntos:
- Define qué es una casa de Partería, limitando a Parteras con cédula su gestión. En México existen pocas casas de Partería y la mayoría son manejadas por Parteras sin cédula, esto propiciaría que ya no tengas acceso a la casa de Partería de confianza en tu ciudad. Es más, ya no podrían llamarse Casa de Partería.
- Restringe el uso de medicamentos para que sólo puedan ser utilizados por Parteras con cédula. Esto coloca en riesgo a las mujeres que se atiendan con Parteras sin cédula, que aún con conocimientos y experiencia en el uso de medicamentos anti hemorrágicos, por ejemplo, no los podrían utilizar.
- Si una Partera incumple o viola esta Norma Oficial Mexicana, se aplicarían multas económicas muy altas, lo que pone en riesgo nuestro trabajo y el sustento de nuestras familias sólo por ejercer nuestra profesión.
- Propone restringir el acceso a certificados de nacimiento a las Parteras. Esto viola el artículo 4° constitucional al negar el derecho a la identidad a las personas recién nacidas y convierte en tortuoso el trámite del acta de nacimiento.
- -Niega la posibilidad a las Parteras de que acompañemos abortos de manera segura, lo que es contrario a la recomendación de la Organización Mundial de la Salud.
Así, se encuentra el punto medular de la NOM: Profesionalizar, algo que para Hannah Borboleta no representa más que un detrimento, es hacer creer que la partería es una profesión y que, entonces, implica quienes están fuera de esos marcos que pone el Estado, son personas menos valiosas o, en su defecto, habilidosas.
«Es regular y supervisar, es una distinción muy fuerte entre «oficio» y profesión, uno es menos valioso, no tienes un título, y entonces dice (El estado): Yo te voy a profesionalizarte. Es enseñarte cosas de tu trabajo, pero también de cómo debes comportarte; la partera está en ese estatus menor que el de una médica o un médico (…) Esta es una profesión autónoma», refiere.
«Esta no es su lucha»
A mediados de los 1800, las profesiones de la salud intentaban hacer replegar a las parteras, pues las mujeres «invadían» los campos que eran considerados exclusivos de ellos; querían ganarse el reconocimiento social y del gremio académico, pero eso implicaba el intento por controlar a otras agrupaciones, entre ellas, a las parteras.
Y para 1887, se instauró la ginecología como especialidad, lo que terminó por recrudecer la presión estatal; los médicos –mayoritariamente hombres– exigían que las parteras tradicionales se hicieran a un lado en el camino obstétrico y de acompañamiento.
Esto último, lo documenta Ana María Carrillo en «Nacimiento y muerte de una profesión«, donde refiere que el Ministerio de Gobernación terminó cediendo y publicó un reglamento para las parteras. Se les limitaron sus funciones, donde se les demandaba sólo a atender aquellos asuntos de «menor importancia o riesgo», mientras que en caso de algún parto complicado, el médico era la única figura que debía acudir a atender y contener la situación.
Las parteras no podían aplicar anestésicos, ni practicar inyecciones, mucho menos, realizar cualquier operación obstétrica. Un reglamento que fue anunciado en el siglo XIX y que cumple con unos criterios similares a la NOM 2024; diferentes años, misma postura.
«Están destinadas, aunque sin pretensiones de una igualdad imposible y absurda, a ser las auxiliares de los médicos en casos difíciles, y sus sustitutos en otros muy contados. Natural, era hacerles conocer el oficio en todos sus pormenores, de otra manera, servirían ustedes tanto como cualquier otra anciana de vecindad» (Doctor Quijano. en «La medicina científica, 1892).
Por ello, Hannah Borboleta comparte en entrevista que esta NOM no es nada novedosa, sino más bien, debe ser entendida como la continuación de un esfuerzo sistémico que se mantiene latente desde el siglo XIX. Asimismo, la partera comparte que cuando llegó a México toda la medicina hegemónica -moderna-, entonces, los doctores señalaron: «Yo como médico hombre tengo instrumentos y voy a intervenir, tú no».
Así, un trabajo que había sido históricamente trabajado, estudiado y protegido por las mujeres fue arrebatado de manera paulatina; un atropello que terminó por encauzar en la estigmatización y desvalorización.
Esto lleva al siguiente punto de la discusión: Esta no es una lucha del Estado.
«Ninguna otra profesión se divide entre profesionales y no profesionales, pero la partería nos pone el apellido. El gobierno tiene que verse cómo se vincula con nosotras, pero no regular nuestra profesión en sí. La partería es un espacio autónomo, no significa que vamos a hacer lo que quieras, al contrario, nosotras nos autorregulamos.» (Hannah Borboleta)
Entonces, ¿el Estado no debería intervenir en estos asuntos? Al contrario, para la fundadora de Morada Violeta, es una responsabilidad absoluta del Estado asegurar a la población y referir lo que es más conveniente por el bien colectivo, más no es un territorio de su injerencia el perpetuar el estigma contra las mujeres parteras y mucho menos, tenerlas en la mira.
Desde su perspectiva, existe información suficiente a nivel internacional que evidencian que el modelo de partería tiene ventajas sobre el modelo médico hegemónico, como por ejemplo, menos muertes maternas – neonatales, mejor satisfacción entre las mujeres y menores riesgos.
Sólo para evidenciar esto con mayor incisión, el New York Times ha nombrado México como el país de la «epidemia de cesáreas«, pues dos de cada tres cesáreas no son necesarias, sin embargo, se hacen para obtener beneficios económicos y de tiempo. Ejerciendo así, violencia obstétrica, pero también, psicológica, al aumentar la ansiedad de las mujeres y someterlas a riesgos innecesarios.
El asunto primario aquí, no es que la partería no esté regulada, porque las mujeres que ejercen este trabajo se autogestionan a sí mismas, advierte Hannah Borboleta. De hecho, producen sus certificaciones independientes y en el caso de las parteras tradicionales, también tienen sus propios mecanismos de autodefensa; las parteras construyen sus redes y se forman con éxito.
Esto último, sustentado por el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) al que nuestro país se encuentra adherido, el cual, en su artículo 25, señala que los gobiernos deberán velar por que se pongan a disposición de los pueblos interesados servicios de salud adecuados o proporcionar a dichos pueblos los medios que les permitan organizar y prestar tales servicios bajo su propia responsabilidad y control, a fin de que puedan gozar del máximo nivel posible de salud física y mental.
Siendo así, que Hannah Borboleta explica que el Estado sí debe trabajar en conjunto con las parteras, pero no desde la criminalización, el castigo y la observancia, sino más bien, desde un piso parejo donde debe vincularse con ellas, trabajar en conjunto y construir un México donde se combata la violencia obstétrica, se garantice la atención digna y se prioricen las garantías de las y los bebés: «Eso sí tienen que estarlo viendo».
«Las parteras viven violentadas constantemente por parte del personal tanto de hospitales como de instituciones gubernamentales. Estas violaciones van desde el hecho de negarles certificados de nacimiento, hasta agredirlas verbal y psicológicamente». (Comisión de Derechos Humanos del Estado de México)
Este trabajo articulado es un beneficio bilateral, algo que ya ha advertido la Organización de las Naciones Unidas, cuando en 2023 advirtió que si las parteras recibieran apoyo e inversiones de todos los gobiernos del mundo, sólo en 2023, 4.3 millones de vidas que se habrían salvado, entre ellos, 1.9 millones de bebés que mueren después de 28 semanas de embarazo, pero antes del parto o durante este, al igual que 2 millones de muertes neonatales y 280 mil muertes maternas.
Cuando se le preguntó a Hannah Borboleta sobre la posibilidad de echar para atrás esta norma respondió: Claro que sí.
Y es que, no existe batalla perdida si aún no se ha luchado.
«Siempre hay manera de echarlo para atrás, políticas y políticos son servidores públicos, estas personas están a servicio de nosotras. Yo como partera, como mujer, como familia que ha tenido provecho de estos servicios, si el día de mañana quieres atenderte, si una partera te acompaño en la menopausia, si te sobó para que te embarazaras, tú como usuaria, al igual que en el aborto, tenemos que levantar la voz y decir: No puedes criminalizar a mi partera.»