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‘Sí, soy negra. Con mucho orgullo’

Por Rita Magaña Torres

Ciudad de México.- La resiliencia de Joseline, Gladys y Kathleen, mujeres afrodescendientes que viven en la Ciudad de México, está envuelta en una resistencia histórica. Con orgullo, humor y mucho amor propio han aprendido a encarar el racismo y la discriminación que viven todos los días por el color de su piel, a lo que se suma el hecho de que son mujeres, su condición de migrantes o sus orígenes. 

En México, el 2 por ciento de la población total, es decir unas 2.5 millones de personas, se reconoce como afrodescendiente, quienes habitan en las entidades de: Guerrero, estado de México, Veracruz, Oaxaca y la Ciudad de México, esto con información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Todas las mujeres que enfrentan ese tipo de discriminación han generado grandes aportes en la esfera cultural, social, económica y política de nuestro país.

Tal como señala Alexandra Haas Pacuic, defensora de derechos humanos y directora ejecutiva de Oxfam México, la llegada de la población africana a México en el periodo virreinal trajo consigo una mezcla de lenguas, costumbres, creencias y conocimientos en diferentes ámbitos como los de la cocina y la medicina ancestral.

Muchas de las mujeres de origen africano que formaron parte de este intercambio cultural llegaron al territorio nacional en condición de esclavitud. Si no compartían espacio con los hombres en el trabajo de campo, entonces desempeñaban roles de cocineras, nodrizas o lavanderas. Además, como detalla Haas Pacuic en su artículo “La historia de los afrodescendientes en México: visibilizando un pasado común”, algunas de ellas fueron llevadas al centro del país donde ingresaron a gremios de artesanas y artesanos.

Fueron precisamente estos ámbitos desde los cuales, dichas mujeres comenzaron a interactuar con la cultura gestada en el país. En la cocina, por ejemplo, introdujeron el uso del plátano y la jamaica en los platillos, y en la medicina fomentaron el uso de diferentes plantas y métodos curativos. Además, introdujeron diferentes expresiones culturales desde la música y la danza tradicional con el son jarocho, la marimba y la tradición oral.

Respecto a esta última, la investigadora Itza Amanda Varela Huerta destaca que la tradición oral fue de gran importancia para que las mujeres africanas pudieran perpetuar su memoria a través de historias, poemas y canciones. Con ellas no solo transmitieron saberes, sino también sentires que se gestaron alrededor de una resistencia.

A pesar de su herencia cultural y sus aportaciones sociales y económicas, en México, las mujeres afrodescendientes y la esfera social a la que pertenecen son continuamente marginados y vulnerados, lo que los ha puesto en situaciones de pobreza, despojo de tierras y niveles educativos bajos.

Esto ha hecho que se generen diferentes movimientos de resistencia, los cuales van desde la participación del pueblo africano y afrodescendiente en la guerra de independencia de México hasta los actuales movimientos nacidos desde los afrofeminismos. De igual forma, en la esfera política hay figuras como la de la senadora María Celeste Sánchez Surgía, quien es la primera mujer afrodescendiente en ocupar un lugar en el Senado mexicano.

Precisamente, este 24 de enero, Sánchez Surgía recuerda que la mezcla cultural entre México y África aún no termina: la diáspora africana y de personas afromexicanas a diferentes partes de nuestro país mantiene nuestra configuración cultural en movimiento. Esto, pese a que la discriminación y el racismo muchas veces tiendan a querer borrar aquello que es una huella innegable de nuestras raíces.

Joseline, Gladys y Kathleen fueron entrevistadas por ONU México, cuyo lema de este año es dedicado a: “un decenio de reconocimiento, justicia y desarrollo: Aplicación del Decenio Internacional para los Afrodescendientes”.

En el Decenio Internacional para los Afrodescendientes (2015 y 2024) la comunidad internacional reconoce que este sector de la población representa un grupo diferenciado, cuyos derechos humanos deben promoverse y protegerse ante las secuelas de la esclavitud y el colonialismo que siguen destruyendo vidas y mermando oportunidades.

Racismo en México, difícil de reconocer

FOTO: Joseline Morales trabaja en la defensa de los derechos y la visibilización de la comunidad afrodescendiente en Iztapalapa, en la Ciudad de México. CRÉDITO FOTO: Luis Arroyo / ONU México

Apenas tenía 3 años, cuando Joseline Morales vivió por primera vez la violencia racista. Fue la mamá de una amiga de la escuela quien la interrogó sobre sus orígenes lo que la hizo sentirse diferente y ajena a su familia solo por el color de su piel.


Luego, en la secundaria, cuando denunció al profesor de civismo que la acosaba, éste empezó a decir que no se juntaran con ella porque “las negras olían horrible”.

“(Dicen que) olemos mal, somos flojos, no somos inteligentes. Te minimizan (…) Por verme piensan que no hablo español o dicen: ‘mira, esta gente ya nos está invadiendo’. O cosas de temas sexuales; la exotización hacia las cuerpas de las mujeres negras también es mucha. Piensan que las mujeres negras vienen a prostituirse o a hacer trabajo sexual (…) Hay mucha gente que no puede creer que yo sea abogada”, cuenta Joseline, quien se identifica como una mujer afromexicana y afrodiaspórica, hija de madre mexicana y padre beliceño. 

Es difícil reconocer el racismo en este país, indica Joseline, porque mucha gente te dice que “en México somos bien llevados” o que “eres muy sensible”. Pero hasta en los insultos hay una connotación racista: “Siempre es una ‘maldita negra’, siempre con ese adjetivo”, comenta.

“A mí me ha fortalecido decir: ‘Sí, soy negra. Con mucho orgullo’. Hago notar mi cabello, mis facciones”, destaca Joseline, quien trabaja activamente en su comunidad, en Iztapalapa, para visibilizar y dignificar a la población afrodescendiente a través de la cultura, la información y la educación, sobre todo ahora que han llegado más personas procedentes de Haití a la Ciudad de México.

“Se le tiene mucho miedo a la migración, pero, sobre todo, a la migración negra”, destaca.

Joseline, quien es madre de un joven de 16 años, sueña con un México libre de racismo y discriminación para su hijo y para toda la comunidad afromexicana del país.

“(El racismo y la discriminación) es algo que todos traemos en la cabeza nos guste o no. Nos metieron esas ideas y hay que empezar a deconstruir todo lo que pensábamos”: Joseline Morales Pliego, abogada y activista

Aceptación y amor propio contra el racismo

FOTO: Gladys de León, retratada en la Alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México. CRÉDITO FOTO: Luis Arroyo / ONU México

Gladys de León Trinidad es de República Dominicana y vive en México desde el año 2000. Aquí estudió Negocios Internacionales y actualmente trabaja como cantante; es mamá y paga impuestos como cualquier ciudadana responsable. En la calle, sin embargo, no deja de recibir insultos como: “Pinche negra. ¡Ya regrésate a tu país!”.

“Es humillante que te traten así”, dice Gladys, quien asegura tener un sinfín de anécdotas amargas durante estos 24 años viviendo en México por el hecho de ser una mujer afro. Muchas de esas experiencias han sido en la calle, otras en la escuela y el trabajo.

Durante la universidad, cuenta, un compañero la evadía o hasta limpiaba la silla donde ella se había sentado. “Me dolió mucho, fueron cuatro, cinco años de carrera que me la pasé sufriendo”. Después, en su trabajo, resintió los celos profesionales y las humillaciones. “Tipo de que te quieren hacer quedar mal con un jefe (…) Me ha costado mucho por lo cerrado que está el sistema”, comenta.

“México es un país encantador, lo amo (…) Pero hay cosas que están muy arraigadas todavía en cuanto a la cultura y la visión que tienen del extranjero, sea mujer, hombre o una persona de color como yo: afro”, asegura.

Si bien se trata de un problema estructural, Gladys comparte que ha salido adelante y hasta fortalecida a base de mucho orgullo y amor propio. “Es quererte primeramente tú, aceptarte como persona o como ser humano en la sociedad que vives. Ese amor que tú tienes lo vas a reflejar y esa seguridad también la vas a reflejar”.

Gladys también sueña con un mejor México para su hijo y todas las personas migrantes y afrodescendientes.

“Es quererte primeramente tú, aceptarte como persona o como ser humano en la sociedad que vives. Ese amor que tú tienes lo vas a reflejar y esa seguridad también la vas a reflejar”: Gladys de León Trinidad, cantante y especialista en Negocios Internacionales

‘Mejor reírse a sentirse pequeñito’

FOTO: Kathleen Murrain retratada frente a un mural con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU y una niña afrodescendiente, en la Alcaldía de Iztapalapa, en la Ciudad de México. CRÉDITO FOTO: Luis Arroyo / ONU México


Desde que sale de su casa, Kathleen Murrain sabe que vivirá algún comentario por el color de su piel: “No sabe una si la van a halagar, a tratar bonito o si te van a escupir. Pueden pasar las dos cosas al mismo tiempo. Con 15 minutos de distancia una persona te puede estar pidiendo matrimonio porque te ven la cosa más exótica del mundo y al rato una persona te está escupiendo y te está diciendo que te vayas de aquí ‘maldito negro’. (Pasa) todos los días”, comenta.

“Ser negra es como ganarse la lotería de la discriminación”, remata Kathleen, traductora, intérprete e integrantes del movimiento de los pueblos por la paz y la justicia, originaria de Bogotá, Colombia, con 2 años de residencia en México.

Por esa razón, y pensando principalmente en las futuras generaciones, Kathleen se dedica a visibilizar las historias de personas afrodescendientes alrededor del mundo. Pero lo hace hablando no solo de las malas experiencias sino también de los grandes aportes. “Somos gloriosos, somos varios pueblos llenos de historia: tenemos el tango, la cumbia, el rock, el blues, la música, enfermeras, doctores, de todo”, destaca.

“Me interesa que no nos sintamos solos. Es para mejorar las condiciones de uno (…) Que a los nietos de uno no les toque o que sepan responder cuando son escupidos en la calle, cuando los tratan mal, cuando reciben chistes en el colegio”, agrega.

“Ríanse mucho”, recomienda, ante las múltiples expresiones de racismo, discriminación o xenofobia. “La risa es un grandioso método para enfrentar este tipo de cosas. Aprendan a sacarle el humor. Yo sé que muchas veces es tremendamente difícil, pero hay cosas ridículas. Mejor reírse de eso o buscar ridiculizarlo a sentirse pequeñito”. 

Kathleen sueña con un México y un mundo donde las personas de origen africano no tengan que pelear por sus derechos más básicos.

“La risa es un grandioso método para enfrentar este tipo de cosas. Aprendan a sacarle el humor. Yo sé que muchas veces es tremendamente difícil, pero hay cosas ridículas. Mejor reírse de eso o buscar ridiculizarlo a sentirse pequeñito”: Kathleen Murrain, traductora e intérprete.

Con información de ONU Mujeres

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