Ciudad de México.- El posgrado de la Facultad de Contaduría y Administración de la UNAM se abrió por primera vez en 1960 y aunque no se cuenta con registro del cuerpo estudiantil femenino que conformó las primeras generaciones, el Centro de Investigaciones de Estudios de Género (CIEG) ha registrado que desde el 93, persiste la falta de paridad en posgrados y doctorados de contaduría de la máxima casa de estudios se ha mantenido vigente hasta la actualidad.
Al mirar las estadísticas de posgrados se encuentra un retroceso importante que aún no roza la paridad; el 47% del área de posgrado son mujeres, número que se asemeja mucho al de hace 21 años (2003) cuando el posgrado era ocupado por el 44.8% de las mujeres.
De acuerdo con Edith Ortiz y Leonardo Padilla, especialistas del Centro de Investigación y Estudios de Género (CIEG), si bien el avance de los años ha representado mayores oportunidades para las mujeres, las especializaciones de contaduría y administración nunca han logrado consolidar la equidad en sus filas.
El registro primario de esta disparidad se muestra en la generación de 1993, cuando las mujeres representaban el 38%, mientras que sus congéneres el 61.8% de la plantilla estudiantil. Un dato relevante es que la presencia de las mujeres aumentó -en esos años- en el doctorado y alcanzaron un 40% de representación en las aulas; número que volvería a repetirse 21 años después, en el 2014, cuando las mujeres ocuparon el 45.6% del doctorado en contaduría y administración.
En esos 21 años, la brecha se mantuvo intacta y las mujeres apenas lograron rozar el 36% de participación en los doctorados; los hombres, el 63.3%.
De esta forma, es que se llega a la actualidad con las generaciones del 2023 y 2024, donde se pensaría que existen registros de matrícula más paritarios, pero según advierte la Agenda Estadística UNAM, la brecha sólo parece mantenerse sin variables importantes, eso sí, los espacios en el doctorado han comenzado a ser ocupados.
En las generaciones contemporáneas las mujeres ocupan la mayoría de los espacios como doctorandas, representando el 58.8% en las aulas, un cambio importante y sumamente lento que tomó más de 30 años consagrar.

De manera concreta, se entiende que, en los últimos dos años, las mujeres estudian con mayor incidencia los doctorados, más no los posgrados que, desde hace 31 años han sido territorio asimétrico y con una brecha vigente que no conoce de paridad desde la fundación del Programa de Posgrado de Administración de la UNAM
Grados de estudios, precarización y rol de género
Desde la adolescencia se observa la manifestación de la división sexual del trabajo, principalmente en contextos de pobreza donde de 2016 2022 el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) observó que las principales actividades de las mujeres fue el estudio y el trabajo doméstico, estas dos actividades comen hasta un 70% de su tiempo y el otro 30% restante lo dedican a trabajar remuneradamente, en su mayoría, empleos de medio tiempo que les permitan conciliar sus horarios con sus otros quehaceres.
Los roles de género que alimenta a esta división sexual del trabajo ya ha sido advertido por el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO), quien refiere que las mujeres en México estudian carreras de ciencias de la salud, cuidados y educación, mientras que los hombres se preparan para la tecnología, ciencias exactas, administración e ingeniería.
Así, en la búsqueda de empleo las dificultades de acceder a mejores empleos se recrudecen y los salarios se estancan para las mujeres; las condicionantes patriarcales son el motor principal de este fenómeno, aunado a la creencia de que es la mujer la idónea para dedicarse a los trabajos de cuidado como la enfermería o la docencia de educación básica – preescolar.
Ahora bien, en el registro de la UNAM se celebra que las mujeres obtengan su matrícula en el doctorado o posgrado con mayor incidencia, sin embargo, esto no refleja una mejora en su precarización, ni tampoco está intrínsecamente relacionado con cerrar la brecha salarial, de hecho, el efecto es el contrario.

De acuerdo con información del CONEVAL, las mujeres que cuentan con estudios de posgrado o maestría reciben un salario de 7 mil pesos; un salario precarizado.
Mientras que los hombres con este mismo grado de estudios perciben salarios de 11 mil 421 pesos, es decir, la brecha salarial es de 4 mil 416 pesos. Con esto, se acentúa a que existe una deuda sistémica no sólo con la profesionalización de las mujeres y su inclusión a áreas de trabajo conferidas al androcentrismo, sino también, a su acceso a mejores oportunidades laborales.
Este fenómeno de precarización parte desde la división sexual del trabajo en la adolescencia y se traduce en la perpetuación del ciclo de la feminización de la pobreza.
De acuerdo con el CONEVAL el empleo subordinado sin pago fue hasta el doble de frecuente en las mujeres (8%) respecto de los hombres (4%), en promedio de 2016 a 2022, esto se presenta principalmente en las mujeres de 65 años o más.
De esta forma, de 2016 a 2022, más de un tercio de las adultas mayores en pobreza trabajaron de manera subordinada y sin retribución económica.
De esta forma, las mujeres al interior de la UNAM ocupan las filas de los doctorados -más no de los posgrados- en materia de administración y contabilidad, demostrando que la resistencia por acceder a mejores oportunidades en el mercado laboral se mantiene vigente; las mujeres se hacen camino en la profesionalización y de forma paulatina, ocupan lugares que hace 30 años resultaban impensables para ellas.
Sin embargo, aún con esta lucha de décadas por insertarse en la profesionalización de la contaduría, la deuda por retribuirles justamente por su trabajo no ha sido saldada por el Estado.