Hoy la presidenta cumple un año de funciones. La primera mujer presidenta del país informará lo que ya hemos escuchado –el discurso clásico de cada presentación pública con cifras actualizadas en la narrativa de 4T. Sin embargo, hay una problemática no nombrada, una realidad desde el primer piso de esta era.
Se trata de 1,189 casos de violencia contra mujeres periodistas durante el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, las cuales representaron un aumento de 117% respecto de Enrique Peña Nieto.
La principal forma del asedio contra las periodistas es el discurso estigmatizante que las señaló desde la tribuna presidencial lopezobradorista enviando un mensaje de permisividad de la violencia contra ellas colocándolas como enemigas de la 4T, como voces ilegitimas, motivadas por oscuras intenciones y cuyo trabajo no es valioso si no se tiene la voz directa del presidente.
Esta narrativa se reprodujo en las entidades federativas y, aunque las y los funcionarios públicos son los principales agresores, el mensaje de ataque a la prensa llevó a que la ciudadanía desconociera la labor periodística, cada vez más.
Así, la mayoría de los ataques se produjeron cuando las periodistas reporteaban protestas feministas como la del 8M, Día Internacional de la Mujer. Cada marzo del sexenio pasado se incrementaban los ataques a mujeres periodistas, hasta un 73 por ciento.
A decir del informe de CIMAC, “esta alza puede explicarse por la estigmatización del movimiento feminista y sus protestas, que fue iniciada desde la Presidencia y ocasionó un efecto cascada en los gobiernos locales.”
La cobertura de las “mañaneras” también se convirtió en un espacio de reproducción de ataques a las periodistas por ser mujeres. Un testimonio del informe señala que “A las reporteras nos señalaban por nuestra complexión, el tono de piel, la forma de vestir, y por cómo nos veíamos en la pantalla; criticaban desde el maquillaje hasta el peinado.
Un cuestionamiento al expresidente que consideraran “fuerte” era motivo suficiente para llamarnos “vendidas”… Eso no sucedía con los hombres. Las reporteras fuimos señaladas, criticadas, nos gritaron en la cara todo tipo de insultos, incluso tuvimos que esquivar los objetos que nos lanzaban en la calle”.
Ana San Vicente Juambelz señala que “una de las formas en que se genera y reproduce la violencia contra las mujeres periodistas es mediante el lenguaje… en los que esta violencia tiene un peso más relevante, debido a quien la nombra y cómo la nombra.”
Rossana Reguillo señala además que “las periodistas enfrentan una doble precariedad: la de un oficio amenazado por el poder, y la de un género históricamente silenciado… lo que está en juego no es una opinión, sino el derecho de las mujeres a participar en la construcción del debate público, a narrar el país, a investigar lo que se pretende ocultar.”
En el camino de evidenciar los ataques contra mujeres periodistas en su particularidad por ser mujeres, CIMAC ha hecho visible la marca de género en las causas, expresiones, impactos y consecuencias de la violencia contra ellas. Los ataques no cuestionan su labor periodística, se les señala por ser mujeres y además ser periodistas.
“Esa decisión —la de tener una voz en lo público— no es inocua. Se paga… Primero, la descalificación (“eres mujer, estúpida, pendeja, no sabes lo que dices”); luego, el descrédito, que busca arrebatar las credenciales, los títulos, la legitimidad de la palabra. Después viene el acoso sostenido: una acumulación de mensajes, menciones, hashtags que buscan erosionar la seguridad emocional, forzar el silencio. Finalmente, la amenaza directa.”
Ante campañas de desprestigio y amenazas virtuales en aumento, es necesario señalar que la violencia digital es la antesala de ataques directos y por tanto, es necesario y urgente atender esta forma de violencia. “La violencia digital no se queda en la pantalla. La agresión digital se traduce en afectaciones concretas. En miedo real, en rutinas alteradas, en cuerpos que tiemblan, en vidas reconfiguradas por la amenaza constante.”
Un impacto mayor de la violencia es la afectación a la credibilidad. “Los ataques no buscan simplemente amedrentar, sino desautorizar. No importa el rigor de la investigación ni la trayectoria: una campaña de bots, un meme viral, un hashtag bien posicionado puede sembrar la duda, desestabilizar la recepción de un reportaje, anular simbólicamente una voz.”
Frente a los ataques, el Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas, es la única instancia encargada de la atención. A partir del acompañamiento integral a las periodistas, CIMAC muestra también los riesgos diferenciados que enfrentan las comunicadoras como “el acoso sexual, tanto en espacios públicos como en sus propios entornos laborales; la violencia de género ejercida por parejas o exparejas que también son periodistas; las dificultades derivadas de la maternidad y las tareas de cuidado no compartidas; la precariedad laboral, que limita sus posibilidades de reubicación o autoprotección, y la violencia feminicida que permea los territorios donde cubren noticias, en particular, cuando informan sobre feminicidios, desapariciones o violencia contra las mujeres.”
A todo esto se suman formas estructurales de discriminación como el racismo, especialmente en el caso de las periodistas indígenas o afrodescendientes, que agravan aún más su exposición al riesgo y su desprotección. Como lo evidenció el testimonio de Marcela de Jesús Natalia, periodista indígena desplazada quien, además del sexismo enfrenta la discriminación incluso por parte del Mecanismo de Protección.
Te perdiste la presentación https://www.youtube.com/watch?v=JQKJrXWHWDU
CIMAC realiza una serie de recomendaciones al Mecanismo de Protección para su fortalecimiento, entre ellas: capacitar al personal del Mecanismo para garantizar una atención más humana y diferenciada, que reconozca el estado de vulnerabilidad emocional, física y económica en que se encuentran muchas de las periodistas que solicitan apoyo. Se debe asegurar que quienes brindan asistencia eviten prácticas como dudar del hecho victimizante, forzar la repetición del relato o minimizar las emociones de las beneficiarias, y que se refieran a ellas como periodistas, no como “señoras”, acorde con su labor profesional. Se debe reconocer la labor de las periodistas como una principal medida de prevención de la violencia, también frenar los ataques contra ellas.
“El gobierno de Sheinbaum tiene la oportunidad de marcar un antes y un después en la relación entre el poder y el periodismo, particularmente con las comunicadoras. Desde CIMAC sostenemos que sin periodistas no hay democracia, y sin mujeres periodistas libres, protegidas y reconocidas, no hay justicia ni un camino posible hacia la erradicación del patriarcado.”
Descarga el informe Las formas del asedio: violencia contra mujeres periodistas en el sexenio de López Obrador https://cimac.org.mx/publicaciones-2022/