La vida de Gabriela Pérez se fue en una bolsita de plástico. Esta periodista nicaragüense huía de su país, forzada por el régimen de Daniel Ortega. Cuando se encontraba en la fila de migración en la frontera entre Nicaragua y Honduras, entendió que su única posibilidad de sobrevivir era cruzar. A partir de ahí, su destino dependía del funcionario frente a ella.
Nerviosa, sacó su cédula de la bolsa. Los segundos parecieron eternos mientras el funcionario alternaba la mirada entre la foto del documento y su rostro disfrazado. “Me van a reconocer”, pensó Gabriela, pues había trabajado varios años en el gobierno. El hombre dejó a un lado la cédula y con una sonrisa que la hizo contener el aliento, dijo: “Ha cambiado mucho, ¿no?”.
En Nicaragua, 278 periodistas han sido forzados a dejar el país en los últimos seis años; esta cifra es ocho veces mayor que la de México. La organización Periodistas y Comunicadores de Nicaragua (PCIN) ha denunciado que ser periodista se ha convertido en una profesión de alto riesgo. Según un estudio del PCIN, un 34% ha abandonado su profesión por la constante persecución del gobierno.

Daniel Ortega encabezó la lucha contra la dictadura de la familia Somoza. Liberó a la población nicaragüense de la represión que duró 43 años, sólo para lograr su nuevo cometido: liderar la nueva dictadura. Por 18 años consecutivos ha sido reelegido para la presidencia, y, ahora, en 2025, impulsa una nueva reforma que le otorga todo el control de las Fuerzas Armadas a su esposa Rosario Murillo, lo cual refuerza la dictadura familiar.
El 18 de abril de 2018, todo cambió en Nicaragua.
En las calles de Managua, un grupo de manifestantes marchó en contra de la imposición de una nueva reforma que reducía el valor de las pensiones. La mayoría eran adultos mayores, hasta que irrumpió la “Juventud Sandinista”: un grupo de muchachos que arremetió contra los presentes.
Los gritos llenaron el lugar. De pronto, apareció gente con palos y tubos en las manos; aventaban piedras a todos. Los manifestantes reclamaban, personas de la tercera edad eran empujadas y el suelo quedó lleno de carteles que todos pisaban. A las 6:10 PM, llegaron los antimotines a reprimir la manifestación, incluso a estudiantes universitarios.
Por la mente de Gaby pasaban imágenes de todas las marchas que habían ocurrido en Nicaragua. De “Alvarito”, el niño de 15 años que salió de su casa con su mochila llena de agua para darle a los estudiantes que habían tomado las universidades como protesta… Y una bala le atravesó la garganta.
“Me duele respirar”, eso fue lo que dijo Álvaro Castro y Gaby lo vio en tiempo real. De repente, eso estaba en todas las redes sociales. Lo llevaron al hospital, sin embargo, Sonia Castro, ministra de Salud, dio la orden de no recibir a ninguna persona herida por manifestaciones. El niño murió.
El funcionario le devolvió su documento. Todas esas protestas, disturbios, sonidos de balazos y muertes, abandonaron su mente.
— Buen viaje.
La plumilla se levantó, y esa sensación de “sí es posible que estemos bien” regresó.
Gabriela Pérez es una comunicadora social, reconocida con la condición de refugiada en México desde el año 2019. Fue funcionaria de gobierno en Nicaragua por seis años. Trabajaba como asesora de la ministra de Gobernación, pero renunció en el año 2016 debido a que ya no compartía los ideales del partido al mando, el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Así que Gaby ejerció su profesión, y utilizó su canal de Youtube como un espacio para hacer críticas acerca de las distintas realidades que pasaban en Nicaragua. Y desde los eventos del 18 de abril, comenzó a informar sobre estos, con el objetivo de que la gente tomara iniciativa en ello.
Poco después, junto a su esposo y otro grupo de personas, decidieron hacer un plantón afuera de la Universidad Centroamericana (UCA). Al ser egresada de ahí, se sentía más segura; sin embargo, esta sensación le duró poco.
Ya era de noche. Llegaron varios camiones en los que había supuestos estudiantes, pero esta mentira fue rápidamente desenmascarada cuando desataron una lluvia de piedras y palos. Toda la gente corría y gritaba, y el peligro aumentó al momento en el que irrumpieron la universidad para perseguirlos.
En medio de la persecución, Gaby y su esposo se detuvieron por un instante, y ella sintió algo cálido deslizándose sobre su piel: era sangre. Se tocó el cuerpo con desesperación mientras buscaba una herida que nunca encontró. No fue hasta que volvió la mirada a su esposo y notó que la sangre venía de sus brazos.
Este fue el primero de varios ataques que sufriría. Pero el 30 de mayo marcó un antes y después en su vida.
Las madres cuyos hijos fueron asesinados de abril a mayo, convocaron a la población a marchar y acompañarlas. “A celebrar, entre comillas, el Día de las Madres. Aunque ellas ya no eran madres”, dijo Gaby. Más de medio millón de personas, desde mujeres, niños y hasta organizaciones internacionales colmaron las calles.
Lo que la gente no sabía era que había francotiradores escondidos en los puentes peatonales.
“Me acuerdo del rostro de un chavalo de 15 años con una bala en la cabeza que estaba al lado de nosotros. Él cayó. Estaba agarrado de la mano de su mamá y ella gritaba: ¿Cómo? Si era su primera marcha. Eran cosas que uno decía, esto está pasando, en realidad lo estamos viviendo. Era irreal… era mucho”.
El estruendo de los disparos se mezclaba con el de los gritos. La gente se agachó, pero poco a poco varios cayeron por las balas. Estudiantes subían a los heridos en sus motos aunque algunos ya estaban muertos; toda la situación cambió en una fracción de segundo.
Su esposo la tomó de la mano y los dos corrieron sin detenerse hasta llegar a su casa.
Eran las 15:30 cuando entraron a su hogar, el único lugar donde se sentían a salvo.
Bang, bang. Disparos inundaron el cuarto.
Pasaron camionetas que abrieron fuego contra todas las casas de la unidad. Gaby llamó a Pancho Villa, un amigo que trabajaba como diplomático en la embajada de México a quien prefiere dejar en el anonimato. Se tiraron al piso mientras le hablaba.
— Pancho, están disparándole a nuestras casas — dijo Gaby.
Entonces, su esposo, sus dos perritas y su suegra estaban en el suelo, con las luces apagadas, y con la radio en volumen bajo para saber si ya se encontraban a salvo.
Desde ese evento, Gaby tenía que dormir con la televisión prendida porque las noticias no paraban de llegar. En la madrugada del 16 de junio del 2018, la despertó el sonido de noticias de última hora. Y este fue su punto de quiebre.
“Ya no entendí. Ya no sé si la maldad tiene un límite… y ahí me di cuenta que no lo tiene… que siempre hay algo que rebasa ese nivel”.
La tragedia alcanzó a la familia Velásquez Pavón con la terrible muerte de todos los integrantes. Dos niños de apenas cinco meses y dos años de edad, los padres de 46 y 45 años, su hijo de 26 y su esposa, de 21, murieron incinerados en su casa de tres pisos.
Días antes, la Policía nicaragüense solicitó usar su residencia para poner francotiradores en su tejado. Sin embargo, la familia rechazó la propuesta, y esa decisión les costó la vida.
Informes de la Misión de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, presentados en agosto de 2018, señalan la participación activa de la intervención policial, la juventud sandinista, el operador político FSLN, Néstor Moncad Lau y de la vicepresidente, Rosario Murillo, en este suceso.
Entre abril de 2018 y julio de 2019, al menos 355 personas murieron en Nicaragua como resultado de la represión estatal y parapolicial durante las protestas, según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
“Escuchar los gritos de una mujer sobreviviente y ver cómo sacan a la familia. Eso fue ya como… no. Ya no puedo más”.
“Vi cuando incendiaron a una familia en el barrio Carlos Marx. Fue un hecho muy doloroso para todo el país. Incendiaron una casa de tres pisos y no pudieron salir. Entonces estuve allí y cubrí el entierro y fue… bastante doloroso”.
Marcos Medina es un periodista nicaragüense a quien, el 17 de julio de 2023, le prohibieron el regreso a su país natal.
En el verano de 2023, Marcos viajó a Miami, Florida, junto con su esposa e hija de siete años para tomar unas vacaciones. Lo que nunca pasó por su mente fue que sus boletos para un vuelo redondo no tendrían regreso.
Al término del viaje, él y su familia iban camino al aeropuerto. Hizo una llamada a la aerolínea con la intención de documentar una maleta extra, ya que la noche anterior no pudo hacerlo en línea. No imaginaba que esa llamada le cambiaría la vida.
Al pedirle el número de reserva, el agente de la aerolínea le respondió que ese vuelo ya no existía.
— ¿Por qué no? Si yo compré un pasaje ida y vuelta — dijo Marcos.
Nadie entendía qué pasaba, por lo que optaron por comunicarse con un representante de esta compañía. Fue entonces que recibió la noticia: “El gobierno de Nicaragua me negó la entrada a través de Migración y Extranjería.” Esta orden no solo lo desterraba a él, sino también a toda su familia.
Cuando Marcos vivía en Nicaragua empezó sus pasantías en Canal 12 como periodista independiente. Para él, este es un periodismo crítico. Cuando concluyó su periodo de prácticas, comenzó a trabajar en el periódico La Prensa. Cuatro años y tres meses después, este fue confiscado y sus instalaciones, desmanteladas.
La Prensa es el periódico más importante de Nicaragua. Desde 1926 juega un papel crucial en la historia política y social del país, especialmente por su postura crítica hacia distintos gobiernos.
El 13 de agosto de 2021, el gobierno de Nicaragua, a través de la policía nacional, confiscó sus instalaciones en Managua, alegaron una supuesta investigación por delitos de defraudación aduanera y lavado de dinero. Sin embargo, esta acción fue ampliamente denunciada como un ataque a la libertad de prensa, ya que ellos habían mantenido una postura crítica frente al gobierno de Daniel Ortega.
La redacción fue ocupada por agentes policiales y posteriormente convertida en un centro de impresión estatal. Ante la persecución, la mayoría de los periodistas del diario se exiliaron y este periódico continuó su labor de manera digital desde el extranjero.
El director general de este periódico, Juan Lorenzo Holmann Chamorro, fue arrestado el mismo día de la confiscación bajo los cargos de lavado de dinero y condenado a nueve años de prisión. Esta aprehensión es una de muchas detenciones arbitrarias a periodistas cometidas durante el régimen de Ortega.
Entre abril de 2018 y 2023, se registraron 1,329 violaciones a los derechos de los periodistas:

Después de lo ocurrido en La Prensa, Marcos regresó a Canal 12, ahora como director de noticias. Esto coincidió con el periodo más violento de Nicaragua, vivido a partir de abril del 2018.
Le tocó cubrir todas las protestas cívicas, marchas, el diálogo nacional, inconformidades con el gobierno; en resumen, transmitió todo lo que ocurría. Debido a esto, la represión del gobierno aumentó contra los medios de comunicación y los periodistas.
“Mandaron patrullas policiales a las casas de los periodistas, a las casas de los directores de noticias. Hubo citatorios a la fiscalía de investigaciones por supuesto actos de corrupción o por su presunta vinculación con el tema de supuesto lavado de dinero. Como actos de intimidación, para evitar que los periodistas continúen realizando su trabajo”.
En esta etapa, muchos medios de comunicación fueron cerrados. Retuvieron materia prima, como equipos necesarios para la labor de los periodistas, además de chantajear a los medios.
Según un informe realizado en 2023 por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, más de 54 medios comunicativos y 16 espacios informativos fueron confiscados o destruidos por el gobierno nicaragüense. Se estima que en el 41% del territorio, no hay medios independientes.

Durante su trabajo como director en Canal 12, la empresa sufrió un embargo por parte de la Dirección General de Ingresos. Congelaron todas las cuentas bancarias de la corporación, lo que impidió el pago a los trabajadores y obligó a suspender toda actividad durante 15 días.
“Lo que hizo el gobierno fue una presión y chantaje a los dueños del medio de comunicación para que ellos sacaran de su política informativa todo lo vinculado al tema de las protestas cívicas de Nicaragua. Toda crítica hacia el gobierno, todo tema político, todo tema vinculado a derechos humanos, a la democracia, salió de la programación y cobertura del noticiero”.
Ante la inconformidad y censura impuesta, Marcos decidió renunciar y trabajar independientemente. Para él, la verdad debía ser contada, y contar la verdad no es ningún delito.
En un intento por calmar las protestas, el presidente Ortega anunció la revocatoria de la reforma sobre las pensiones el 22 de abril de 2018. En su discurso, culpó a los manifestantes de generar caos y los comparó con pandilleros, sin asumir responsabilidad por la violencia estatal ni por las muertes ocurridas.
Ante todas las marchas que se realizaron, la vicepresidenta, Rosario Murillo, calificó a los fallecimientos como “circunstancias dolorosas manipuladas”causadas por gente con “corazones enfermos, cargados de odio y pervertidos”; además de que iban a buscar a los culpables para “evitar que se sembrara el caos en Nicaragua”.

Los medios de comunicación fueron señalados como “actores desestabilizadores” según el gobierno nicaragüense, y los periodistas son acusados de formar parte de una “conspiración golpista”. También dijeron que los medios manipulan la información para sembrar terror en el país, lo cual funciona como narrativa para justificar el cierre de redacciones.
El régimen implementó la Ley de Agentes Extranjeros y la Ley Especial de Ciberdelitos, conocidas como la “Ley Mordaza”, que fueron utilizadas para criminalizar el periodismo independiente. Esto provocó el encarcelamiento y destierro de numerosos periodistas por publicar “información falsa y tergiversada”, definidas de manera ambigua.
De igual manera, los periodistas son encarcelados por delitos como “traición a la patria” o “lavado de dinero”, a pesar de que organismos internacionales como la CIDH, Human Rights Watch (HRW), Amnistía Internacional, Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH), entre otras, han denunciado estos cargos como fabricados.
Las periodistas que realizaron este reportaje intentaron contactar a la Embajada de Nicaragua en reiteradas ocasiones para conocer sobre su postura; sin embargo, nunca hubo respuesta.
“Fui el editor de la portada cuando el régimen asesinó a los miembros de una familia en la calle Carlos Marx. Para mí fue horrible; es en estos momentos cuando tienes que asumir con profesionalismo”.
Octavio Enríquez es un reconocido periodista nicaragüense, cuyo trabajo se enfoca principalmente en la metodología de la investigación. Ganador de diversos premios por su trabajo en medios, entre ellos el “Ortega y Gasset para Periodismo Impreso”. Sin embargo, fueron estas investigaciones lo que lo llevaron al exilio.
La Fundación Violeta de Chamorro es una organización nicaragüense sin fines de lucro que promovía la libertad de prensa y apoyaba el periodismo independiente. En 2021, el régimen de Ortega acusó a la fundación por lavado de dinero, utilizó dicha incriminación para cerrar la fundación y criminalizar a periodistas que recibieron su apoyo, entre ellos estaba Octavio.
El 3 de junio citaron a 60 de ellos a la fiscalía. Fueron a la antesala de las votaciones presidenciales, con el objetivo de intimidar al periodismo independiente. “Era un ejercicio de estigmatización del régimen contra todo lo que se le opusiera. Si hubiéramos sido críticos del régimen, probablemente no nos habría pasado nada”.
La situación se tornó insostenible. Con las nuevas leyes que castigaban las “noticias falsas” y la militarización de las calles, el simple hecho de tomar una foto afuera podía ser sinónimo de meterte preso.
Octavio realizaba una investigación con su equipo del Confidencial sobre la red de empresas privadas del régimen de Ortega. No obstante, sabía el riesgo que corría con todas las herramientas que tenía el Estado para acusarle por cualquier motivo. Por eso tomó la decisión más difícil hasta el momento.
— Me tengo que ir — dijo Octavio.
Una mochila con unas cuantas mudas, un par de zapatos y su pasaporte. Un beso de despedida a sus hijos y esposa. Prefirió el exilio para protegerlos, aunque significaba estar lejos. “Tienes todo y de repente lo pierdes de un día para otro”.
Llegó a Colombia por la frontera ilegal. Una vez allí, envió los hallazgos de su investigación a la vicepresidenta Murillo. ¿La respuesta? Mandaron a dos policías a su casa para buscarlo. Debido a esto, su familia comenzó a vivir en distintos lugares para estar segura. Hasta que, después de unos meses, se reencontraron en Costa Rica.
“¿Cómo es el exilio? El exilio es un dolor en el estómago. El exilio es ver a mi esposa con la maleta siempre hecha, porque pensaba que nos íbamos a regresar al día siguiente. El exilio es estar allá aunque esté aquí”.
Además de hacer investigación, Octavio escribía sobre casos de corrupción en Nicaragua. Uno de ellos que resonó nacional e internacionalmente fue el del periodista Ángel Gahona.
En la noche del 21 de abril, mientras transmitía en vivo desde Facebook los daños que dejó un enfrentamiento en el municipio de Bluefields. Narraba lo que veía, sin esperar lo que pasaría a continuación.
“Esto es lo que se está viviendo en este momento. […] Podemos ver las puertas y la pared de lo que es el cajero por dentro totalmente destruid — ”
Un disparo se escucha repentinamente.
Una bala lo impactó y cayó al suelo. La gente a su alrededor gritaba: “Ángel, Ángel, por Dios, Ángel”. Hasta la fecha su caso permanece en la impunidad como el de cientos de víctimas de la represión estatal en Nicaragua.
Casi un mes después de la primera matanza en protestas, se llevó a cabo un diálogo nacional con el presidente Ortega. En éste, la estudiante Madeleine leyó uno a uno los nombres de los fallecidos en la matanza de abril.
Haber abandonado el peligro inminente en Nicaragua, no evitó que Octavio se sintiera inseguro en Costa Rica. No obstante, por medio del programa “Movilidad Segura”, pudo trasladarse junto a su familia a España y comenzar una nueva etapa de su vida.
Aunque se haya alejado de su país, Octavio nunca ha olvidado la tragedia en la casa Carlos Marx. Él lo ve desde dos perspectivas: el “Octavio profesional” que tiene que cumplir con su trabajo, mirar fotos del incendio y decidir cuál queda mejor con el título apropiado. Pero también está el “Octavio fuera de la oficina”, aquel que deja de pensar en el trabajo y que puede llegar a desmoronarse.
“Cuando llegué de la redacción a mi casa, me desplomé en el carro y me eché a llorar. Porque mi hijos estaban dormidos en sus cuartos, y es durísimo el hecho de imaginarme lo que les pasó a esa familia, y que nos pudo haber pasado… me dolió muchísimo”.
Actualmente, Marcos y Octavio todavía trabajan en medios, a pesar del exilio y la censura.
Desde Florida, los escritos de Marcos son publicados en la versión digital de La Prensa. En ellos, cubre la situación sociopolítica de Nicaragua. Desde temas de migración, cómo viven los nicaragüenses en el exterior, qué proyectos tienen, y cómo han sido sus planes de superación. Él lo denomina: periodismo resiliente. Para poder sostenerse económicamente, también trabaja como agente de ventas en un call center.
Al igual que Marcos, Octavio continúa con su profesión. Desde 2023, es freelancer, y ofrece su trabajo a diferentes empresas periodísticas. También trabaja como editor para la plataforma latinoamericana Conecta, escribe una columna de opinión para el periódico Divergente, y es editor de la Fundación para la libertad de Expresión y Democracia (FLET). Todas estas son formas para seguir conectado con su pasión.
Por otro lado, Gaby, ha decidido abandonar esta ocupación. Después de dos años de exilio, pudo seguir con su vida al laborar como trabajadora social que apoya a personas vulneradas.
Gaby vive en México con la condición de refugiada. Aunque legalmente puede salir del país, no le está permitido regresar a Nicaragua. En el fondo, ha dejado de imaginar el regresar. Sabe que su país ya no es un lugar seguro para ella y que ahora tiene que priorizar su vida.
“Soy un ser humano, que tiene miedos, pero que también tiene muchísimos sueños. Y algo que compartimos todos los humanos es que estamos en este país y en el mundo”.
Marcos se encuentra en Estados Unidos en proceso de asilo. Por ahora, no puede salir del país, ya que está bajo protección debido a los riesgos que enfrentaría si regresa a Nicaragua. A diferencia de los demás, todavía guarda la esperanza de volver algún día.
“Uno tiene que seguir adelante. Luchar por lo que quiere, luchar por lo que es y, en este caso, luchar por volver a nuestra patria”.
Octavio tiene residencia en España, lo que le da libertad de movimiento. Aun así, no está seguro si regresará a su país. El exilio le ha enseñado que no puede hacer una proyección sobre el futuro cuando se está en su situación.
“Los números son datos muy fuertes, pero a ese número se le tiene que sumar que las personas no solo son números. Son casas, hogares, familias, pertenencias y recuerdos que tuvieron que dejar”.
Link original:
https://medium.com/@tallerdeperiodismo401/exilio-por-la-verdad-f9bf80e7bef1