Ciudad de México.- El 19 de septiembre es una herida abierta en la memoria de México, ese mismo día en distintos años, dos terremotos sacudieron al país dejando una catástrofe que hasta el día de hoy seguimos recordando porque hogares y múltiples edificios fueron reducidos a escombros con víctimas fatales, uno aconteció en 1985 y el otro en el 2027, ambos eventos fueron presenciados por Sixtina Martínez Pérez, enfermera de profesión y vocación, quien no dudó en ayudar en la tarea de reconstruir la ciudad y ayudar a las y los sobrevivientes.
Según describe Sixtina, el rol de las mujeres en contextos de catástrofe como los sismos del 1985 y 2017 es fundamental, ya que tienen sensibilidad que les ayuda a detectar más rápido las necesidades de una persona en momentos de crisis. Asimismo, apuntó que son ellas quienes se vuelven más participativas con las personas que requieren ayuda.

En punto de las 7:19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, en México ocurrió un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter. Como consecuencia del movimiento se derrumbaron construcciones y el pavimento se levantó en diferentes estados. La Ciudad de México quedó incomunicada por varias horas y con riesgo de otros peligros como explosiones de gas, ante el clima desolador y la inacción por parte del gobierno de México, la población comenzó a organizarse.
Para ese momento, Sixtina tenía 23 años y llevaba cinco meses laborando como auxiliar de enfermería en el Centro Médico ABC. En ese momento, no tenía ningún conocimiento sobre la materia, puesto que se encontraba saliendo de su último año en el Colegio de Bachilleres Plantel 8 en Cuajimalpa. Ella solo se encargaba de limpiar y lavar el instrumental en el sótano donde estaba el central de equipos y esterilización.
Su jornada laboral comenzaba a las 7 de la mañana y terminaba a las 3 de la tarde, al mismo tiempo en que las clases comenzaban. Gracias a uno de los líderes sindicales del hospital, la directora de enfermería le permitió retirarse antes y al mismo tiempo, uno de sus profesores la dejaba llegar tarde siempre que entregara un memorando para acreditar que estuviera trabajando.
Con esta rutina fue como Sixtina terminó la preparatoria y cuando le tocó decidirse por estudiar una carrera universitaria sus posibilidades fueron limitadas, ya que no podía pagar la carrera de médica como a ella le hubiera gustado. Al seguir trabajando en el Hospital ABC, optó por estudiar enfermería en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Xochimilco.

Al momento en que comenzó el temblor, ella se encontraba en el Hospital ABC. Nunca había presenciado un sismo de esa magnitud y ante la incomunicación en la que se encontraba la ciudad, se quedó parada esperando por información, ya que, según narró, en ese entonces no existían protocolos de seguridad ante temblores como los simulacros.
«Tenía un compañero ya muy grande, él se puso de rodillas y empezó a rezar y los demás nada más nos quedamos paraditos esperando a ver qué pasaba, no corrimos, no salimos, no nada (…) no había como ahorita te hacen a que hagas simulacro, te explican, te dicen qué es lo que debes de hacer, pero en aquel tiempo tú sobrevivías como pudieras.» -Sixtina Martínez Pérez.
Una hora después del temblor se enteró por la radio sobre la situación de la ciudad, pero no tuvo acceso a imágenes en la televisión porque no había luz en el edificio hasta la noche. Sixtina se fue a su casa junto a tres de sus compañeras quienes no pudieron regresar a sus casas en el estado de México. Al día siguiente, todas regresaron al hospital en donde les advirtieron que, si querían ir a ayudar, fueran por cuenta propia.
En tanto, supo que la UAM Xochimilco mandó a sus estudiantes de primer semestre en enfermería a ayudar a las personas damnificadas en vecindarios ubicados en lo que ahora es el barrio de Tepito, perteneciente a la colonia Morelos, entre los límites de las alcaldías Cuauhtémoc y Venustiano Carranza. Conforme se adentró a la zona, pudo observar el ambiente devastador con familias enteras que no tenían a dónde ir y optando por quedarse en la calle a dormir.
Si bien el gobierno comenzó los trabajos para la reconstrucción de la ciudad, fueron las personas quienes llevaban comida, ropa y víveres. Como estudiante, Sixtina elaboró remedios caseros a través de recetas que le entregó su universidad como jabones, champús y antisépticos pensados para el cuidado y el aseo de las familias.
A Sixtina le tocó dar pláticas de primeros auxilios para enseñarle a las personas a cuidar sus heridas. Las principales lecciones se basaron en cómo lavarlas, vendarlas, y medicarlas con los antibióticos que llegó a elaborar para después vendarlas. Asimismo, salió a barrer a las calles, quitar los escombros que pudieran y de vez en cuando llevó comida.
Otro tipo de ayuda que brindó fuera de la atención médica fue cuando llegaban otras personas a querer colaborar. Sixtina se dedicó a orientarlos hacia dónde tenían que ir o que insumos más necesitaban las familias. Lo mismo ocurrió cuando en el lugar arribó la asistencia legal para ofrecer servicios, ella les indicaba que tipo de necesidades tenían las familias.
Gracias a este fenómeno, se creó un Sistema Nacional de Protección Civil con el objetivo de prevenir y cuidar de la seguridad de la ciudadanía y aminorar los daños provocados por desastres naturales. En relación de este episodio en la historia de México, se creó el Sistema de Alerta Sísmica con programas para crear una cultura de prevención mediante simulacros y enseñar cómo actuar y dónde protegerse.


2017
El 19 de septiembre de 2017, 32 años después de aquel primer sismo vivido, un segundo terremoto aconteció a la 1:14 de la tarde. En esta ocasión se registró un movimiento de 7.1 grados en la escala de Richter con epicentro en Axochiapan, entre los límites de Morelos y Puebla y a 120 kilómetros de la Ciudad de México. De nueva cuenta, se derrumbaron edificios y casas que dejaron a varias familias afectadas.
Sixtina viajaba en el vagón de mujeres del metro de la Ciudad de México, exactamente en la estación Centro Médico de la Línea 3. Estaba transportándose hacia su trabajo en el Centro Médico Nacional La Raza cuando se despertó por los gritos de varias mujeres que estaban enterándose del sismo a través de las alarmas de sus celulares.
Cuando todas las pasajeras y pasajeros se bajaron, Sixtina junto con otra joven enfermera, que se hallaba en su mismo vagón, les pidieron a las mujeres que se replegaran y advirtieron que no intentaran correr hacia la salida, ya que estarían más seguros en la estación. La otra mujer llevó el mismo mensaje hacia el resto de las personas que se encontraban en el área mixta.
Una vez que se terminó el temblor se dirigió al hospital donde trabajaba; sin embargo, llegó hasta las 6 de la tarde, después de varias horas en las que se pasó dentro de un taxi intentando encontrar una ruta que no estuviera cerrada para las ambulancias o afectada por el sismo. Aunque no le tocó recibir a ninguna persona lesionada, al llegar a su lugar de trabajo revisó a sus pacientes, ya que la mayoría fueron sacados del edificio.

Mirando su propia historia en retrospectiva, Sixtina confirma que no se arrepiente de haber ejercido la enfermería, sino que lo desempeñó “con mucho amor”. Pese a los constantes problemas de la profesión como el trato de los pacientes hacia el personal, ella describe que desarrolló la empatía y sensibilidad para ayudar a la gente.
“Como que siempre estás dispuesta a ayudar (…) a lo mejor a mí no me pasó nada, pero a los demás sí. Y viendo la situación en la cual se encontraban (las personas afectadas), pues más te vuelves más sensible.”-Sixtina Martínez Pérez.
Liderazgo de mujeres en contextos de catástrofes
De acuerdo con el articulo «Mujeres como líderes en contextos de gestión de riesgo y desastres para una reconstrucción resiliente y sostenible» en los últimos años se fue reconociendo el protagonismo de las mujeres en desastres o catástrofes, entendida como una emergencia en la que la sociedad afectada, dentro de un contexto territorial especifico, no puede hacer frente a la situación con sus propios recursos.
Actualmente, el Marco de Sendai para la Reducción de Riesgos de Desastres (2015-2030) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) -documento utilizado como una hoja de ruta para los Estados en cuando a la prevención de riesgos de desastres, recomienda la necesidad del empoderamiento y liderazgo femenino en la gestión de situaciones de emergencia para el logro de la equidad de género.
En sus inicios, los estudios sobre desastres apuntaban que los fenómenos naturales afectaban por igual a toda la población; sin embargo, gracias a la inclusión de las diferentes experiencias de mujeres y hombres se visibilizaron las desigualdades de género preexistentes como un factor de vulnerabilidad. Es decir, que este tipo se fenómenos afectan de forma diferenciada a las personas por su sexo y, por lo tanto, su capacidad de respuesta no es la misma.
«Los diferentes recursos con los que deben responder a la emergencia; las diferentes necesidades y prioridades que presentan; los diferentes roles que asumen en el proceso de recuperación y la mayor vulnerabilidad de las mujeres debido a un rol socialmente construido.»
A su vez, los últimos estudios recuperaron las capacidades de las mujeres, así como su rol activo y de liderazgo en contextos de catástrofes, superando la visión tradicional que las cataloga como «víctimas». El texto también describe que la organización de las mujeres toma forma en tres momentos diferentes.
El primero está enfocado en la atención a las consecuencias inmediatas al desastre con tareas delegadas al rol femenino como el trabajo de cuidado en la esfera familiar, limpieza, contención y protección de las hijas e hijos. Esta gestión permite atenuar los efectos del desastre, favorecer la rápida recuperación de la cotidianidad y reducir los daños mayores.
Posteriormente, se desarrolla la actuación en la emergencia con la atención a las necesidades de la comunidad y la generación de redes. Las mujeres acuerpan para cubrir las necesidades básicas de otras y gestionar la ayuda externa para el territorio. Esto permite el acercamiento a la primera red de apoyo en espacios comunitarios donde adquieren el rol de administrar la entrega de ayuda a la emergencia.
En adherencia esta la reconstrucción que incide en dos espacios: en el espacio comunitario donde las mujeres impulsan el encuentro y apoyo mutuo para que la comunidad pueda organizarse, y en el hogar logrando desconectarse por un momento ante las necesidades masculinas asumiendo el liderazgo para gestionar recursos y organización.