Ciudad de México.- Hoy, 20 de noviembre, se cumplen 115 años del aniversario de la Revolución Mexicana, un episodio en el que las mujeres jugaron un papel importante, más allá de ser acompañantes de soldados o curar heridos, ella fueron propagandistas, ideólogas, periodistas, soldaderas, combatientes, enfermeras y feministas durante este movimiento social de principios del siglo XX.
La Revolución Mexicana fue una lucha armada que aconteció del 20 de noviembre de 1910 hasta el 5 de febrero de 1917, en el cual el país vivió un periodo de tensión para reconfigurar el sistema de dictadura que duró por más de 30 años. En esta etapa participaron varios sectores y clases sociales desde diferentes frentes, lugares, ideologías y grupos armados.
Fue a través de esta etapa que las mujeres comenzaron a pensar en su propia revolución, aquella que ponía en el centro su papel en la vida social del país. Para 1916, un año antes de terminar la Revolución Mexicana, ya estaban organizándose para crear una agenda de mujeres con las problemáticas que las atravesaba por su género en la Primera Conferencia Feminista que se llevó a cabo en Mérida, Yucatán.
La historia de la Revolución Mexicana no podría ser contadas sin las mujeres, cuyas historias fueron olvidadas por mucho quedando como heroínas anónimas. Fue hasta el gobierno de Sheinbaum Pardo a través de la Secretaría de Educación Pública (SEP), cuando se reconoció a 400 mujeres por su participación activa en ese momento histórico de México, el cual dio inicio a través del descontento ante la reelección de Díaz y el aumento de demandas sociales.
Por ejemplo, en la educación, las hermanas, activistas y maestras en Puebla, Rosa y Guadalupe Narváez Bautista, usaban los espacios escolares para crear trabajos para la antirrelección. Asimismo, la maestra Paulina Maraver Cortés sirvió como enlace para diferentes jefes revolucionarios como Emiliano Zapata a quien le informaba sobre los acontecimientos que ocurrían en sus viajes por los estados de Veracruz, Puebla o Morelos.
Desde el campo de batalla, las enfermeras tuvieron una tarea fundamental al atender a las personas heridas, ya que los hospitales solían preferir al ejército porfirista. Ante este escenario, la feminista mexicana Elena Arizmendi Mejía fundó la Cruz Blanca Neutral para proporcionar ayuda médica a todos sin distinción.
Las enfermeras compartieron espacio con las soldaderas, quienes estuvieron en primera línea de los combate mediante una identidad masculina ante la idea de que las mujeres debían reservarse en el ámbito privado y asumir el trabajo de cuidados. Gracias a su atrevimiento, pudieron acceder a mandos o grados militares, demostrando desde el anonimato que ellas sí tenían las capacidades para ir a las batallas.
Rosa Bobadilla fue una de ellas y desde joven decidió unirse al levantamiento de armas ante las desigualdades que enfrentaban obreros y campesinos. Tras la muerte de su esposo, Severiano Casas, quien pertenecía al ejército zapatista, Rosa decidió unirse y más tarde fue reconocida por Emiliano Zapata con el grado de coronela.
Otros nombres que conforman este sector son Adela Velarde Pérez o «Adelita» quien fue enfermera e incluso conformó un grupo armado llamado «Las Adelitas». Amelia Robles Ávila estaba en las filas del ejército zapatista disfrazada de hombre y alcanzó el grado de coronela logrando ser reconocida como veterana revolucionaria y legionaria.
Carmen Vélez o «la Generala» se levantó en armas durante el movimiento maderista y combatió en Hidalgo y Tlaxcala, logrando tener 300 hombres bajo su mando.
También se encuentran Clara de la Rocha quien participó en la toma de Culiacán, Sinaloa, siendo comandanta de una guerrilla. Encarnación Mares fue integrante del 10° Regimiento de Caballería Constitucionalista y alcanzó el grado de subteniente. Margarita Neri se unió al ejército zapatista tras el asesinato de su esposo, no tuvo que esconderse tras la identidad de un hombre, ya que sus compañeros de batalla reconocían sus capacidades. Petra Herrera formó su propio ejército exclusivo de mujeres, se autonombró como «Generala» y peleo a lado de Francisco I. Madero.
Otras mujeres importantes fueron Elisa Acuña, Juliana Belén y las hermanas Carmen y Natalia Serdán, quienes escribieron o lucharon contra la dictadura porfirista desde antes de 1910. Por otro lado, textos publicados por el periódico Regeneración impulsaron procesos de organización y reflexión sobre la Revolución, ya que cuestionaban la explotación que se vivía en la época.
Entre las mujeres que colaboraron en este espacio fueron Belén Gutiérrez, Elisa Acuña, Dolores Jiménez y Muro, Concepción Rivera, Andrea y Teresa Villarreal, Lucía Norman y María Brus Talavera, no solo escribieron, sino también editaron, organizaron comunidades de trabajadoras, crearon clubes de discusión política, hicieron mitones, recodaron fondo uy distribuyeron mensajes de forma clandestina.
Asimismo, tuvieron que asumir un rol de mando mientras los líderes revolucionarios se encontraban presos, por ejemplo, Francisca J. Mendoza y Blanca Moncaleano asumieron varias responsabilidades para continuar con las actividades periodísticas cuando los dirigentes magonistas se encontraban en la cárcel.
La llegada de Andrea y Teresa Villarreal ayudó a fundar la revista Mujer Moderna, impulsando así el derecho a la emancipación de las mujeres. Por otro lado, el periódico Regeneración emitió una editorial defendiendo el papel de las mujeres y asegurando que su lugar se encontraba como agentes de transformación al igual que los hombres.




