Ciudad de México.- Nancy Cordes, Katie Rogers, Mary Bruce y Catherine Lucey fueron las cuatro periodistas que vivieron violencia por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump como forma de represión ante su labor periodística durante el mes de noviembre. A esto se suma que las comunicadoras estadounidenses están enfrentando escenarios de censura que se enrudecen cada vez más.
Actualmente, Estados Unidos ocupa el puesto número 57 en el ranking de la Clasificación Mundial de la Libertad de Prensa 2025 de Reporteros Sin Fronteras (RSF). La organización indica que, después de un siglo de desarrollo, el país enfrenta un retroceso significativo ante la llegada al poder de Trump este año en su segundo mandato. El entramado contra la prensa se fue entretejiendo desde su campaña de elección cuando amenazo a la prensa con usar «artillería del Gobierno federal» contra los medios de comunicación.
En 2024 se propuso por segunda vez la Ley PRESS, un proyecto que busca proteger a las y los periodistas de la intromisión gubernamental de Estados Unidos, no obstante, a más de un año quedó sin aprobar. Por el contrario, varios estados y municipios promulgaron leyes para restringir el acceso a periodistas en reuniones legislativas o grabar imágenes de la policía.
El pasado 27 de noviembre, Trump llamó «estúpida» a la periodista Nancy Cordes de la cadena CBS cuando esta le preguntó por los ataques contra dos elementos de la Guardia Nacional por parte de un hombre afgano en Washington D.C. La periodista hizo un comentario sobre los supuestos controles exhaustivos en el paso de personas afganas traídas a Estados Unidos que informó el Departamento de Justicia, lo que le bastó para que el presidente ejerciera violencia contra ella.
Un día antes, llamó «fea» a Katie Rogers del The New York Times debido a un artículo donde señala la reducción de su trabajo en la agenda pública atribuyéndolo a la edad de Trump, quien ahora tiene 79 años. En respuesta, el presidente escribió una declaración en la red social Truth Social donde apuntó: «La escritora de la historia, Katie Rogers, a quien solo se le asignan escribir cosas malas sobre mí, es una reportera de tercera categoría que es fea, tanto por dentro como por fuera».
En el mismo mes de noviembre, arremetió contra Mary Bruce de ABC News, quien en el Despacho Oval le preguntó a Mohammed bin Salman, príncipe de Arabia Saudita sobre la muerte de un columnista del Washington Post, Jamal Khashoggi, en 2018 cuando fue asesinado en el consulado saudí de Estambul. Para evitar la respuesta, el presidente regañó a la periodista apuntando que su pregunta era «horrible, insubordinada y simplemente terrible».
También le dijo «silencio cerdita» a Catherine Lucey, periodista del Bloomberg News cuando le preguntó por qué los archivos de Jeffry Epstein seguían sin publicarse. Cabe recordar que este hombre fue acusado de tráfico sexual en 2015 gracias a la lucha de Virginia Louise Giuffre, una de las sobrevivientes. Cuando ocurrió la agresión de Trump, ambos se encontraban a bordo del Air Force One en una conferencia de prensa y uno de los temas de la agenda era que la Cámara de Representantes y el Senado estaban discutiendo la aprobación de un proyecto de ley para hacer revelar todos los archivos.
Estos cuatro ataques contra las periodistas no son aleatorios, pues se tratan de estrategias misóginos en el que se usó la violencia de género para contrarrestar su labor periodística. El informe «Mujeres periodistas y libertad de expresión» de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) describe que la violencia contra las periodistas estadounidenses va en aumentando comenzando con su reducción en medios informativos, ya que la cantidad de mujeres que se desempeñaron como reporteras y presentadoras se redujo del 46% en el año 2000 a 38% para 2015.
También se detectó que los casos de ataques físicos contra ellas aumentaron 31% respecto a aquellas que trabajan fuera del país. El 78% de mujeres periodistas que laboran en Estados Unidos señalaron que el género es un factor que contribuye a los ataques y amenazas contra ellas. Además, en una encuesta realizada en 2017 por la Federación Internacional de Periodistas el resultado señaló que el 37% de las encuestadas vivieron acoso sexual.
El propio Trump fue encontrado responsable por abuso sexual contra la columnista E. Jean Carroll en 2023 y un año después fue sentenciado. La agresión aconteció en Manhattan durante1996 en los probadores de una tienda; sin embargo, luego de un proceso donde se revictimizó a la periodista para recordar la agresión y declarar culpable al presidente, este no obtuvo consecuencias.
Ese momento en que todo un país convirtió a un hombre sentenciado por abuso sexual en el presidente definió la desprotección en el que se encontrarían las estadounidenses y que ahora se refleja en los ataques contra la prensa donde las periodistas afrontan formas de violencia de género directas desde un espacio de máximo poder, por ser mujer y gracias a su labor periodística.
Otros episodios contra la libertad de expresión
Luego de dos meses con varios casos contra la libertad de expresión, Trump inaugura el mes de diciembre con el sitio web «Delincuentes mediáticos de la semana» donde se analiza publicaciones de la prensa o personas críticas y se da información detallada sobre el medio del cual proviene, el nombre de las y los reporteros involucrados, el reclamo central, diferentes tipos de categorías (tergiversación, omisión de contexto, entre otros), una supuesta «verdad de los hechos», puntos claves, así como las fuentes utilizadas.
Esta estrategia ya fue comparada con el espacio «Quien es quien en las mentiras» que se exponía en la conferencia de prensa de la Mañanera con el expresidente Andrés Manuel López Obrador cuando exponía diferentes notas sobre su gestión para mostrar su versión, lo que se volvió en una batalla por la narrativa, estrategia que ahora usará Trump.
Recientemente, Reporteros Sin Fronteras (RSF) analizó ocho casos mediante los cuales Trump está restringiendo la libertad de prensa, comenzando por el endurecimiento en la concesión de los pases diarios al Departamento de Estado cuando el 17 de noviembre se cambió la política de acceso. Ahora se debe hacer una solicitud con anticipación que dificulta el acceso a grandes eventos para quienes no se dedican de manera cotidiana en la fuente.
También se limitó el acceso a algunas zonas de la Casa Blanca sin tramitar cita previa a las oficinas de Karoline Leavitt, secretaria de prensa y otros sitios de prensa como el «Upper Press» donde las y los periodistas podían entrevistar a otros funcionarios. Algunos tribunales federales de inmigración no permitieron la entrada a dos periodistas del Capital News Service bajo la justificación de que se necesitaba autorización de la administración de Trump. El Departamento de Defensa en el Pentágono publicó una serie de nuevas normas para que la prensa no cubriera ningún tema que no fuera aprobado por el secretario de Estado Peter Hegseth.
Medios como el Wall Street Journal tiene prohibido el acceso al Air Force Once gracias a un artículo que aborda las relaciones de Trump con Epstein y el medio enfrenta una demanda de 10 millones de dólares por daños y perjuicios. De la misma forma, la agencia de noticias Associated Press (AP) fue expulsada de la Casa Blanca por usar «Golfo de México» en sus notas periodísticas y no «Golfo de América» como renombró la zona a principios de año.
Algunas personas periodistas hispanohablantes fueron deportados como el caso de Mario Guevara originario de El Salvador a quien expulsaron del país por retransmitir una manifestación contra las redadas de inmigrantes en Georgia. También existen barreras para que la prensa extranjera obtenga su visado, ya que el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos (DHS) restringió la duración de la estancia a 90 días para la ciudadanía china y 240 días para el resto de los países.




