La crisis de desapariciones en México ha convertido a las mujeres en protagonistas esenciales de la búsqueda, la memoria y la justicia. Ante la falta de acción de las autoridades, las madres, hijas, esposas y hermanas han asumido la misión de buscar en montes, excavar fosas, documentar casos y visibilizar esta tragedia nacional.
En consecuencia, se han convertido en investigadoras, logrando presionar a las autoridades y traspasar las barreras impuestas, visibilizando y concientizando a la comunidad de la importancia de su labor. Asimismo, han realizado localizaciones, generado datos e impulsado la creación de leyes, políticas públicas e instituciones especializadas.
En Jalisco, uno de los epicentros de desapariciones, las mujeres buscadoras han sido quienes han emprendido tareas de búsqueda enfrentando múltiples obstáculos: amenazas y ataques de grupos criminales, indiferencia gubernamental, recursos limitados, problemas de salud y criminalización.
En este contexto, el proyecto “Reportear la Búsqueda”permitió a mujeres buscadoras de Jalisco capacitarse en periodismo para escribir sus propias historias sobre la búsqueda que han llevado a cabo para encontrar a sus familiares desaparecidos y desaparecidas en campo, en vida o en dentro de los márgenes de las instituciones del Estado.
Así, mujeres buscadoras de la Fundación Entre Cielo y Tierra Desaparecidos Jalisco junto a mujeres periodistas independientes de Unidad de Reportería y ZonaDocs se vincularon dentro de un escenario de proceso creativo, reflexivo y de investigación; Unidad de Reportería desde su experiencia en la capacitación de periodistas y redacciones para que puedan desarrollar sus habilidades en la investigación y el periodismo de calidad y ZonaDocs aportando sus aprendizajes sobre acompañamiento a familias buscadoras y periodismo de derechos humanos.
El resultado fueron una serie de historias escritas por Esperanza, Lupita, Catalina, Raquel, Rosaura, Isabel, Conchita, Magda y AS, mujeres y jóvenes buscadoras que redactaron por cuenta propia su testimonio de lucha, resistencia y esfuerzo por ver volver a sus familiares y a las miles de personas que han sido desaparecidas en este país, en medio de un escenario de desprotección Estatal y en el pleno reconocimiento de su papel como mujeres defensoras de los derechos humanos en México.
Soy una madre que siempre puede y encontraré a mi hijo Eduardo
#ReportearLaBúsqueda
Por Esperanza García
Soy Esperanza García Najar, tengo cuatro hijos: los gemelos Alexis Eduardo y Ricardo Noel, de 30 años, Cristian Jesús de 31 y Ángel Fernando de 16.
El año pasado en mi cumpleaños parecía un día normal, como cualquier año. No planeaba muchos festejos, solo esperaba a mis hijos para recibir el abrazo.
A lo largo de mi vida, mi mamá era la primera en abrazarme, pero ese 11 de julio de 2024 ya no estaba. Ella se me fue el 20 de junio de 2020 y ya solo mis hijos llenaban ese vacío.
Fui mamá soltera y entregada a mis cuatro hijos.
Para mí no había nadie más: mi mamá, mis hijos y un hermano que vivía con mi mamá, al igual que yo.
Por ejemplo, el día de las madres todos los festejos eran para mí mamá, pero el año pasado mi madre ya se había ido. Recuerdo que ese día me habló Edu, mi hijo, ahora desaparecido y me dijo: “Mamá, hoy 10 de mayo no pude ir con usted, pero le prometo que en su cumple ahí estaré”.
Él ya estaba viviendo con su novia, apenas tenía 2 años con ella.

Alexis Eduardo Ramírez García, a quien le digo Edu, se quedó viviendo donde yo vivía, esto porque yo me cambié de lugar porque la pandemia me dejó sin trabajo, sin hogar y sobre todo, sin mi brazo y hombro que toda la vida me levantaba cuando caía, o sea, mi madre.
Apenas terminaba el duelo por su pérdida, cuando me di cuenta de que a mi hijo se lo tragó la tierra. Muchas veces me he dicho, “la tierra no traga”, entonces, ¿qué pasó?
Porque ese 11 de julio él no cumplió lo que me había prometido: ir a darme su abrazo, mi abrazo de cumpleaños. Empezó mi vía crucis otra vez. No entiendo qué quiere la vida de mí.
Apenas estaba saliendo de la niñez de mis hijos, de ser la madre soltera que todo lo puede, pero que debe enfrentarse a muchas complicaciones.
Para sostenerlos tuve que mentir para ganar dinero, porque no tenía estudios. Esa historia ya la he contado, de lo orgullosa que me siento del logro, de que pude sacar a mis hijos adelante. Por cierto, sola, únicamente con la ayuda de mi mamá y de sus palabras que me animaban cuando ya no podía más, porque mis gemelos eran muy enfermizos, y el papá de ellos se fue según que a ganar dólares porque los gemelos ocupaban aparatos y zapatos ortopédicos.
Vivíamos en una situación muy pobre, a veces nos quedábamos sin comer porque su leche nos costaba carísima.
Tuve que dejar a mis hijos para ponerme a trabajar. Esa vez me fui con mi mamá y ella me ayudó, pues el papá hasta ahorita no ha vuelto. No se me olvida que su mamá decía que estaba bien, trabajando y haciendo su vida y que ellos, sus abuelos paternos, nunca fueron a ver a sus nietos.
Mis hijos gemelos tenían un año y medio y Cris, 2 años y medio cuando se fue el papá. Fue cuando me di cuenta de que tendría que enfrentar las situaciones como madre soltera. Lloré mucho, pues ni la secundaria terminé.
Los abracé y les dije, “ustedes tendrán mucha madre y siempre estará con ustedes, porque mamá siempre puede y podrá”.
Cuando me fui a buscar trabajo no sabía hacer nada. Afuera de una fábrica vi una larga fila de muchachas formadas para solicitar empleo de costurera, pero yo ni máquina tenía. Nunca había usado una y no sabía coser ni menos conocía las máquinas industriales. Pero ahí les dije que sí sabía. Lo que quería era sacar a mis hijos adelante con todas sus necesidades. Pobrecitos. Y sí pude.
Yo pensaba que ya me tocaba disfrutar a mis hijos, cuando me di cuenta de que la vida me volvía a robar lo más sagrado, por lo que tanto luché y por lo que tanto me sacrifiqué, mi hijo Eduardo.
Ahí empezó el calvario en el que no encuentro respuesta de cómo fue, por qué sucedió, si mi hijo no le hizo daño a nadie.

En esa ocasión me dijo su novia, “señora, su hijo, mi flaquito, no ha venido desde el 3 de julio”, le dije: “¡no puede ser!, yo lo estoy esperando”.
Fui a poner la denuncia en agosto porque primero lo busqué en toda la colonia, en otras colonias. Incluso, fui con los malos a suplicarles y preguntarles que si lo habían visto. Mis familiares ayudaron a buscar en otros barrios. Lo peor fue que en su trabajo dijeron que no lo conocían.
Entonces tomé la decisión de ir a la fiscalía, pero eso no ayudó porque no hacen nada, solo dejaron pasar tiempo, pero ya es peor, pues además pienso que como mi hijo no tiene tatuajes ni señas particulares, menos lo voy a poder identificar.
El personal de la empresa en donde trabajaba no ha dado su declaración y pareciera que el Ministerio Público solo les cree a ellos y a mí solo me dan largas.
Yo solo sé que no me rendiré y seguirá mi búsqueda en compañía de la experiencia de las madres buscadoras que me acogieron cuando más necesitaba, contándome su dolor, que ya es mi dolor. Me levantan cuando caigo. Ellas me han guiado en la búsqueda de campo, pues no tengo experiencia en eso.
Ya fui a una búsqueda en campo y encontramos restos. Pienso que ojalá lleguen a casa, con su familia.
Hoy, 1 año y 4 meses después sigo esperando ese abrazo que quedó pendiente, porque me quedé con ganas de comer con él en mi cumpleaños.
Nadie lo vio, nadie dice nada.
Solo pido que Dios me dé todo lo que necesito y no me suelte de su mano para poder decir: “mamá, sí pudo”.
Pido también que las autoridades hagan su chamba, que busquen a nuestros hijos.
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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.
Quiero ir a la playa con mi tío
#ReportearLaBúsqueda
Por AS
Me pusieron a escribir cómo me he sentido con todo esto y la verdad tenía tres años cuando lamentablemente pasó lo de mi tío Juan Antonio Olmeda Belmontes, quien fue desaparecido el 26 de junio de 2016, en Zapopan. No tengo ningún recuerdo de él, pero sé que en ese poco tiempo a mi tío le gustó mucho conocerme y darme amor, pero a mí me hubiera gustado sentir su cariño, sus abrazos, sus risas y todo de él.
Extraño mucho todo eso que nunca pude conocer de él y no saben cuánto me duele todo lo que mi abuelita está sufriendo. Ella ya tiene mucho tiempo buscándolo y haciendo hasta lo imposible por él, pero mi tío Gus, mi tía y mi mami ni siquiera quieren saber ni un poquito de eso. No la apoyan y no lo harán y quién soy yo para opinar. Ellos tendrán sus razones.
Por eso hoy y ayer estoy aquí, con el corazón abierto para escuchar otras historias, pero en especial la de mi Conchis. Ustedes no tienen ni idea de cuánto amo a mi abuelita y todo lo que haría por ella. Sí sabe que la amo, pero no tiene idea de lo demasiado que la amo.
Volviendo al tema, podría decirles todas las cosas que me hubiera gustado hacer con mi tío. Me hubiera gustado ir a la playa con él y toda la familia, por ejemplo. En un mes vamos a ir a la playa, si dios quiere, y siento que sería super divertido poder ir con mi tío. Y así, me gustaría que nos acompañara a todos los planes en familia.
Mi familia materna es chiquita, pero linda. Los quiero mucho a todos aunque a veces no lo demuestre tanto.

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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.
Me convertí en un mamá buscadora
Por Conchita Belmontes
El lugar de búsqueda es muy verde. Es por el tiempo de lluvia, pero el clima no importa para nuestra búsqueda. Estamos en un cerro de Puerto Vallarta. Es febrero de 2023. Mis compañeras van cubiertas con cachucha, botas y manga larga. Siento mucho calor y también mucha energía.
Mis piernas y mis manos tienen la fuerza necesaria para cavar. Estoy buscando a mi hijo Juan Antonio Olmeda Belmontes, quien fue desaparecido el 26 de junio de 2016, en Zapopan, y a los hijos de otras.
Veo los pájaros volar y mi piel se enchina por saber qué puedo encontrar. Siento mucha tristeza, pero si encontramos positivo estaré contenta por saber que un niño regresa a casa aunque no quisiéramos encontrarlos de esa forma. Siento que me ayuda el saber que ando en búsqueda de mi hijo y los hijos de otras. Recuerdo cuando encontré tres niños en la colonia El Tizate, en Zapopan. Salgo a buscar hasta cuatro o más veces a la semana. Eso me hace bien.

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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.
¡No voy a encontrar a mi hijo entre papeles!
Por Raquel Trinidad
Yo soy Raquel Trinidad Escobedo, madre de Alejandro Trinidad Escobedo de 26 años. Cuando estaba mi hijo, era la madre más feliz del mundo, quería todo lo mejor para él.
Luego se casó y me hizo abuela de dos pequeños que ahora son mi vida, son mi motor para seguir buscándolo, pues cuando él fue desaparecido el 11 de mayo de 2013 sus hijos tenían apenas seis y un año de edad.
Recuerdo haber confiado tontamente en las autoridades, sin saber que no hacen las investigaciones y su trabajo como deben. Sólo criminalizan al desaparecido y cometen muchas omisiones.
Basta con decir que la primera búsqueda realizada por las autoridades de Jalisco para encontrar a mi hijo fue luego de que cumplió nueve años desaparecido. Y “búsqueda” es decir mucho, porque sólo fueron a pegar fichas.
No he parado de buscar a mi hijo, lo busco en campo, en vida, en otros estados, pero en realidad, no sé, no sabemos a dónde se los llevaron.
A nosotras, como madres, como familias, sí nos duele su ausencia, a diferencia de las autoridades, a quienes he tenido que decirles que ¡no voy a encontrar a mi hijo entre papeles! A cambio he recibido de la Ministerio Público a cargo de mi caso falta de sensibilidad y palabras indolentes.
“Sabe que donde se hará la búsqueda calcinaban”, me dijo la funcionaria, e insistió “lo que se va a encontrar son sólo osamentas calcinadas”. Le contesté que sí, que lo sabía, pero que también sabía que no iba a recibir algo que en mi corazón no me latiera o, que pudiera indicarme, decirme que se trataba de mi hijo.
¡Yo sólo sé que lo quiero encontrar!
A lo largo de este caminar he conocido infinidad de personas con el mismo dolor. He andado en marchas, en pega de fichas, de listones con los nombres de nuestros seres queridos, he tenido infinidad de mesas de trabajo que sólo sirven a las autoridades para preguntarnos “si ya regresaron nuestros hijos”. Preguntas tontas. Avances nunca te dan y si una no va a sus oficinas, a preguntarles, ellos no hacen nada
Mi hijo Alejandro desapareció en Tequila, Jalisco y aunque por años mi caso estuvo en Guadalajara me cambiaron a Tequila. Una contradicción porque cuando esto me sucedió, las autoridades no quisieron tomar mi denuncia en ese municipio y me enviaron a la capital del estado. No se me olvida que, pese a mi dolor y mi coraje, me traían como “pelota de ping pong”, de un lado para otro.
Finalmente, se quedó mi expediente, lo dejaron en el olvido y nunca me dijeron que lo iban a mandar a Tequila. Aunque interpelé a mi ministerio público y le dije que no me iba a ir para allá, decidieron hacerlo así.
Mi fuerza y fortaleza son mis nietos y el amor por mi hijo para seguir en su búsqueda. A pesar de que he pasado muchos tragos amargos yo sigo en pie de lucha en las búsquedas de los que nos faltan en casa.
Porque sigue la silla vacía y se llevaron toda mi vida.

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Mi angustia
#ReportearLaBúsqueda
Por María Guadalupe Camarena Rodríguez
El 6 de junio de 2016 se llevaron a mi hija Lucero Ávalos Camarena. Durante mucho tiempo fui a diario a la Fiscalía del Estado de Jalisco, pero no había resultados ni avances. Con desesperación empecé a investigar por mi cuenta. Sentía impotencia y tristeza. Les llevé mucha información y nunca hicieron nada. Puse una queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, pero nada.
Tenía tres años de buscar a mi Lucero cuando recibí una llamada de otro de mis hijos: Tonatiuh Ávalos Camarena. Me dijo que él y sus hermanos (José de Jesús Martínez Camarena, Oswaldo Javier Ávalos Camarena y Ernesto Padilla Camarena) estaban en una revisión de rutina por parte de la policía de Ocotlán. Dejó la llamada abierta. Lo único que me pudo decir fue que si se tardaban que no me preocupara, que les estaban haciendo una revisión de rutina, pero yo escuché todo. Se oían palabras obscenas. “Al suelo, este sí trae dinero”, decían. Fue un jueves 19 de diciembre de 2019 a las 10:30 de la mañana. Se los llevaron los policías.
Mi otra hija, Noemí Ávalos Camarena, y yo nos fuimos en ese momento a Ocotlán a la comisaría de la policía para ver si mis hijos estaban detenidos y no los pude encontrar, pero no sólo ahí. Estuve en las delegaciones de La Barca, Chapala y Poncitlán en su momento.
De ahí empezó mi tristeza, mi angustia y como llegó la pandemia, nos quedamos solas mi hija Noemí y yo. Agarramos la camioneta y empezamos a buscar en zanjas, terrenos baldíos. Le hice un video a Nemesio Oseguera Cervantes, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), para pedirle que me ayudara a encontrar a mis hijos porque vi que repartía despensas por el COVID en Zapopan. Después de eso, tuvimos acciones de la ONU.
Mi hija y yo no paramos las búsquedas en Ocotlán en ningún momento. Seguimos buscando. La Fiscalía Especial en Personas Desaparecidas en Jalisco no nos atiende, no trabaja. Había seis policías con orden de aprehensión y aun así seguían trabajando en otro municipio, en Jalostotitlán. Para que pudieran ser detenidos tuvimos que hacer una rueda de prensa afuera de la Fiscalía Especial.
Cuando los policías fueron detenidos, unos delincuentes quisieron desaparecernos por todo lo que mi hija y yo estábamos investigando. Tuve que esconder a mis nietos, que viven conmigo. No tuvimos protección por parte de la Fiscalía Especial, fue por parte de la ONU que entramos a un mecanismo de protección.
Por todo lo que estábamos investigando, el personal de la Fiscalía Especial se enojó mucho hasta el grado de que un tiempo con trabajo nos recibían, pero para que vieran que nosotras sí estábamos buscando a mis hijos investigamos a tres de los policías que están prófugos.
Hemos hecho búsquedas en campo en diferentes municipios. Nos ha acorralado la maña cuando estamos sacando cuerpos.
Yo como madre he sufrido depresión y angustia, pero tanto quiero a mis hijos que el amor por ellos me da fuerza. Hemos sacado tantos cuerpos de las fosas clandestinas que tengo sentimientos encontrados cada vez que recibimos una llamada anónima. En una ocasión casi nos fuimos de madrugada para descartar. Ha cambiado la vida de mis nietos y de toda mi familia. Mi familia también son los colectivos, ahí puedo desahogar mis angustias.

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Quiero saber en dónde está mi hijo José Luis
Por Magdalena Delgadillo
Soy Magdalena Delgadillo y busco con todo mi corazón y mi amor a mi hijo José Luis Landeros Delgadillo.
Tenía 37 años cuando se lo llevaron a la fuerza de su casa un 29 de diciembre de 2022.
La situación es fea porque la tratan a una muy mal, no le hacen caso a una. La ignoran a una, como que no le toman a una importancia.
Busco información, pido que me ayuden a buscar a mi hijo.
No sé qué pasó con él y quiero saber de él, dónde quedó, dónde me lo dejaron, quién se lo llevó y por qué se lo llevaron. Quiero la verdad, no falsedad.
Cuando voy a búsqueda de campo siento mucha ansiedad, desesperación. Quiero encontrar algo, quisiera que me dijera, “aquí estoy”
¿Qué siente mi cuerpo?
Mi cuerpo no siente nada, no se cansa. Solo siente desesperación de querer encontrar. Mis ojos solo ven el tipo de tierra, las hierbas, el pasto.

Yo no conocía nada de eso, pero mis compañeras me han enseñado lo que tengo que hacer, pero en esos casos, lo que me pasa a mí es que me siento muy desesperada, con mucha ansiedad y coraje porque le pasó a mi hijo.
Quien haya sido ¿quiénes se creen para quitarles la vida a otros? ¿para hacerlo sufrir? Dejar a mis niñas sin su papá.
Mi piel se siente chinita cuando hay un hallazgo positivo. Empiezo a pensar si podría ser mi hijo. Se piensan muchas cosas y da mucho sentimiento y dolor.

Me pongo a pensar en todos los proyectos que tenía mi hijo, todo lo que quería hacer en su futuro, cómo quería a sus niñas y la falta que les hace.
Me da tanto coraje y desesperación de no poder hacer nada.
Quisiera salir y gritar preguntando dónde está mi hijo y que alguien me contestara diciéndome dónde está, que alguien me brindara la ayuda, pero me pregunto y me vuelvo a preguntar y nada.
Es tanto dolor el que se vive, que no cabe en el corazón. Solo espero la respuesta de Dios. Él es el único que me lo regresará.
Lo amo tanto, me hace tanta falta, que mi corazón no se llena con nada.
Lo seguiré esperando con los brazos abiertos para decirle todo lo que no alcancé a decirle antes, cuánto lo amo y para decirle cuánta falta me hizo en su ausencia.
Solo le pido a Dios que me lo cuide donde quiera que esté. Lo amo.
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Realizado en el marco de la Tercera Convocatoria para Subvenciones locales para mujeres periodistas y defensoras de derechos humanos del Proyecto “Mujeres defensoras y periodistas incorporan el enfoque de derechos humanos de las mujeres en la política pública de protección integral en la materia”. Iniciativa implementada por Comunicación e Información de la Mujer A.C., el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres, A.C en Chihuahua y Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A. C, financiado por la Comisión Europea.
Soy una madre que busca acciones y respuestas
Escrito por:ZonaDocs
23 noviembre, 2025

#ReportearLaBúsqueda
Por Rosaura Magaña
Mi nombre es Rosaura Patricia Magaña Rivera, soy una madre que busca acciones y respuestas de parte de las autoridades que, a la fecha, después de ocho años, no han encontrado las formas de buscar y encontrar a mi hijo Carlos Eduardo Amador Magaña de 20 años al momento de su desaparición.
Los ministerios públicos, que han sido varios, ninguno ha logrado encontrar acciones para investigar y dar con su paradero, a pesar de las herramientas y la información que les he proporcionado.
En mis recuerdos tengo presente la imagen de mi hijo Carlos, siendo un bebe de seis u ocho meses de edad. Lo había puesto en su andadera para que comenzara a dar sus primeros pasos, a reafirmar sus pies para aprender a caminar. Yo lo miraba desde el batiente del cuarto, pero cuando lo solté, con mucho cuidado, obviamente, para que no se cayera, volvió hacia mí y me sonrío con su sonrisa que lo caracteriza hasta hoy.
Y es que las memorias de nuestros hijos, de lo que siguen significando para nosotras en nuestras vidas, permanecen. La imagen de Charly, como con amor le nombro, siempre está conmigo.
Recuerdo que un día llegó a casa con unos amigos de la preparatoria, los había invitado a desayunar. Me dijo: “mami, invité a mis amigos a desayunar”. Asombrada y preocupada pensé “¡y ahora! ¿qué les prepararé?” No pasaron ni unos minutos cuando él me dijo seguro, viendo mi cara de preocupada: “no se apure mami, nosotros nos preparamos”. Nunca lo había visto tomar una cuchara o un sartén para cocinar, sólo sabía prepararse su chocomilk.
Lo dejé y le dije: “bueno, ándale, a su gusto, preparen lo que les apetezca”. Observé su rostro de alegría, cómo preparaba y se ponía su mandil para cocinar. Todos estaban contentos, cada quien aportando, ayudando a preparar sus alimentos. Era tanta mi satisfacción al verles.
Eso y más me arrebataron.
A lo largo de estos largos 8 años he vivido la ausencia de mi hijo menor -de tres que Dios me dio-. Él fue desaparecido forzadamente el 13 de junio de 2017 por hombres que se identificaron como elementos de la entonces Fiscalía General del Estado de Jalisco. Estaba en su trabajo, un taller mecánico ubicado en la colonia Las Huertas en Tlaquepaque, Jalisco, acompañado de otras cuatro personas. Estaban afinando el auto de un cliente que trabajaba como Uber. Junto con él estaba uno de sus amigos ayudándole y su compañero del taller.
Ellos estaban haciendo lo suyo, cuando en cuestión de unos minutos los cuatro fueron sustraídos por personas que llegaron a bordo de tres camionetas: una color gris marca RAM, otra color rojo marca Tundra y otra de color negro modelo Hiliux. De estas descendieron varios sujetos con armas largas y que en sus cuellos llevaban gafetes similares a los que usan en la Fiscalía. Con teléfono en mano y haciendo llamadas con total tranquilidad simularon un “operativo”.
Ese día estaba tranquila en casa, realizando las labores del hogar, sin imaginar que iba a recibir tan mala noticia de parte de mi hermana, que llegó a casa para informarme del suceso y lo que “debería hacer”: esperar al cuñado de mi hija quien estaba ahí en el momento que se llevaron a las cuatro personas, incluido mi hijo. Él llegaría más tarde para acompañarme a la fiscalía a levantar la denuncia. No sabía nada de lo que había ocurrido.
¿Qué debía decir? Era mi mente tan incrédula, que no podía imaginar de qué se trataba, ¿qué debía hacer? Sólo podía esperar entender la gravedad de lo que sucedió o iba a suceder.
Jamás imaginé que todo este tiempo transcurrido iba a pasar por tantos procesos de angustia, coraje, dolor, negación, producto de la ausencia de mi hijo.
Un día antes, el lunes 12 de junio de 2017, habíamos convivido en casa, contentos, platicando del viaje a la playa del que recién había vuelto. No imaginé jamás que esa sería la última convivencia y conversación de los dos.

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Sólo así me hicieron caso
Por Catalina Mireles
Cuando mi hija desapareció el 27 de abril del 2015 en Lagos de Moreno, Jalisco fui a la Fiscalía Regional Altos Norte a levantar mi denuncia y no me quisieron atender. Me salí llorando de dolor, sobre todo de mucho coraje. Regresé hasta el día 9 de mayo del mismo año, pero ya acompañada de un abogado. Sólo así me hicieron caso. En ese momento empezó mi lucha, mi búsqueda por encontrar a mi hija Ana Elvira Castillo Mireles. Pasaron los días sin que yo tuviera una razón de ella. Una señora que también se le desapareció su hijo me habló y nos juntamos para buscarlos juntas.
Fui a Guadalajara para pedirle ayuda al entonces gobernador, Aristóteles Sandoval, pero sin resultado alguno. Para él, me convertí en una madre buscadora más.
Cuando la vi por última vez tenía 23 años. Dejó a sus dos hijos, Lluvia, una niña que en ese momento tan sólo tenía cuatro años y Manuel, un niño de apenas cinco. A mí, se me hacía imposible salir a buscarla porque no tenía con quién dejarlos, además, no contaba con los recursos económicos suficientes.
Pero pasó el tiempo, no me cansé, nunca me detuve y junto con otras madres formé un colectivo y así empezó mi lucha.
Con el paso de los años he aprendido con mis compañeras a salir a buscar; a andar por los cerros, a observar las características de la tierra, cuando está removida o cuando está firme y todo lo que eso significa para nosotras.
Miro a mi alrededor y cuando estoy lista empiezo a “varillar”. Cuando saco mi varilla del piso de tierra la huelo y si no tiene olor sigo en otro punto, pero si tiene olor en ese lugar empiezo a escarbar. No se siente el cansancio, todo el dolor y la desesperación por encontrar a mi hija Ana parece ponerse en pausa.
Cuando se tiene un positivo se sienten unas emociones encontradas, porque no es mi hija, pero siento una gran satisfacción porque, por lo menos, un tesoro va a volver a casa y una familia ya va a dejar de buscar, va a descansar.
Miro a mis compañeras, las miro agotadas y de igual forma ellas me miran a mí. Mi lucha, mis búsquedas en penales son dolorosas. Cuando entro a un penal femenil son más mi angustia y mi dolor porque quisiera que mi hija Ana se encontrara en ese lugar, pero cuando miro que no es así me siento derrotada, pienso que todo esto no tiene sentido; aun así, sigo adelante con la esperanza de un día encontrarla.
Sigo regresando a la fiscalía, les pregunto por mi hija, por mi expediente y me dicen lo mismo: “no tenemos resultados”.
El 1 de agosto de 2024, un grupo de hombres armados entraron a mi casa, se llevaron varias de mis pertenencias, pero lo más importante, a mi hijo Jesús Isaac Castillo Mireles a quien encontré sin vida el 3 de agosto. Mi lucha ahora es por los dos. Con más coraje y, por supuesto, con más miedo y sed de justicia.
Hasta el día de hoy han pasado 10 años, 6 meses, 29 días y continúo aquí, en busca de mi hija, con la fe y la esperanza, sobre todo con el amor que me mantiene de pie para encontrar a mi tesoro, mi hija Ana.
Las madres nos miramos cansadas, pero jamás derrotadas.
Porque mi lucha no termina hasta traer de regreso a mi hija y decirle a sus hijos:
“aquí está su madre, promesa cumplida”.

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Convierto la angustia en fuerza para seguir buscando a Germán
Por Isabel Velarde
Soy Isabel Velarde. Contaré mi historia como nunca lo he hecho.
Después de 5 años de matrimonio, mi esposo y yo decidimos tener un hijo.
Queríamos un niño y Dios nos dio esa gran felicidad. Nos dio a un niño muy sano y grande.
Yo era mamá primeriza, así que con mucho miedo lo tuve, pero feliz.
Mi hijo es Germán Cabrera Velarde.
Germán siempre fue un niño muy inquieto e inteligente en verdad, tanto, que desde la primaria se aburría en clases.
Yo era feliz viéndolo crecer, incluso, cuando hacía travesuras, sí me sentía feliz, aunque preocupada por su inquietud.
A mi mente vienen imágenes de felicidad, como cuando lo llevaba a los festivales de la escuela. Era feliz. Lo sé ahora que no lo tengo.
Cuando llegamos a vivir a Guadalajara estábamos muy contentos de iniciar una nueva vida, él empezaba en una nueva escuela, con amigos nuevos, pero las cosas cambiaron de pronto. El cambio de vida, el trabajo, las distancias, todo lo que lleva adaptarse a una nueva ciudad grande fue apartando nuestros caminos. Yo me sentía muy angustiada por no poder estar más cerca de él. Pero entendía que él crecía cada día más, estaba por cumplir 18 años.

En casa disfrutábamos todo, las películas, las pizzas, las sonrisas, pero, a la vez, mi angustia crecía cada día que lo veía partir.
Hasta que un día me llamaron y me dijeron, “se llevaron a Germán”. Ese día, un 5 de marzo de 2018 él tenía 26 años. La última vez que se le vio fue en Jardines del Valle, en Zapopan.
Por Dios que desde ese día sé lo que es dolor. El dolor que atraviesa el alma sin tregua alguna. El salir a buscarlo y regresar sin saber nada, llorar hasta que duele el corazón y esperar noche tras noche en la ventana a ver si vuelve.
Jamás pensé sentir esta tristeza, una tristeza que mata.
La gente suele darte muchos consejos: algunas palabras sabias, algunas otras, tonterías.

La única verdad es que aprendes a vivir con esa espina en tu alma. Esa espina que cuando se mueve sigue doliendo como desde el primer día.
No podía vivir así y empecé a buscar a todos, sí, a todos. Me llené de coraje ante tantas injusticias, pero también me llené del amor de Dios sabiendo que solo él me lo podrá dar algún día.
Estoy muy triste por dentro, siempre me siento así.
Pero mi promesa de encontrar a mi hijo me da toda la fuerza para seguir. Esto es algo que no puedo expresar, pero es una fuerza interna que me mueve a no dejar de buscarlo.
Aprendí a vivir con esta angustia permanente, pero esa angustia se convirtió en fuerza para seguir buscando en cerros, montes, baldíos; en donde sea.
Si alguien sabe de Germán o sabe qué pasó, sepa que su mamá lo está buscando y que no parará de buscarlo. Por favor, comuníquese conmigo.
No me detendré hasta encontrarlo o saber qué pasó y si en esta vida no lo encuentro, pues en la otra lo veré.
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