Inicio OpiniónDe pie, a pesar de todo: la historia de quienes sostienen la esperanza

De pie, a pesar de todo: la historia de quienes sostienen la esperanza

Por Wendy Figueroa Morales

Al cierre de 2025 se repite una consigna que busca nombrar un horizonte común: “llegamos todas”. Ojalá bastara decirlo para que fuera cierto.

En los dos últimos años, la Red Nacional de Refugios atendió a más de 27 mil 000 mujeres, niñas y niños que enfrentaron violencia machista. Y en los primeros 11 meses del 2025 atendimos a 11 mil 442 personas. Identificando un aumento de 9% en 2025 respecto al 2024 del total de Mujeres atendidas. Este dato refleja no sólo la urgencia y magnitud del problema, sino también la enorme responsabilidad que asumimos día tras día, a pesar de la precariedad que enfrentamos.

Desde la Red Nacional de Refugios llegamos a este cierre cansadas, sí, pero de pie. No por la eficacia del sistema, sino a pesar de sus omisiones. Llegamos habiendo sostenido la atención a miles de mujeres, niñas y niños en contextos de violencia extrema, aun cuando la incertidumbre, los retrasos presupuestales y el silencio institucional marcaron 2025 y es una pincelada de lo que nos espera el 2026.

En 2024, el presupuesto destinado a refugios llegó con un retraso de más de cuatro meses, lo que comprometió la continuidad de servicios vitales para mujeres, niñas y niños en situación de violencia.

Además, el monto asignado equivale apenas al 0.015% del gasto total en seguridad pública y justicia, una cifra alarmantemente insuficiente frente a la magnitud de la crisis que enfrentamos. Esta situación empeoró en 2025, cuando el Presupuesto de Egresos de la Federación sufrió una reducción de 21.8 millones de pesos, retrocediendo en la garantía efectiva de los derechos de las mujeres y limitando aún más la capacidad de respuesta ante la violencia machista.

Para agravar la precarización del sector, fue hasta diciembre de este año que los refugios en todo el país comenzaron a recibir por completo los recursos designados, y a menos de dos semanas de concluir 2025, la mayoría de los espacios todavía no cuentan con el presupuesto para cubrir los honorarios del personal, lo que profundiza la precarización y vulnerabilidad del sistema de atención.

Si llegamos todas, no fue porque las condiciones estuvieran garantizadas. Llegamos porque las mujeres organizadas hicimos lo que el Estado no quiso o no supo asumir plenamente.

Llegamos después de meses de exigir información básica, de documentar impactos reales, de tocar puertas que no siempre se abrieron y de negarnos a normalizar la precariedad como si fuera parte del trabajo de cuidar la vida.

En la Red Nacional de Refugios cerramos 2025 resistiendo: sosteniendo espacios de vida con recursos incompletos, con equipos precarizados y con una carga emocional profunda que rara vez se nombra, pero que atraviesa cada jornada. Por eso es necesario decirlo con honestidad: no llegamos todas si el cuidado de la vida se sostiene en el desgaste de las mujeres.

Y, aun así, llegamos, pero no llegamos solas. Llegamos gracias a las mujeres que sostienen los refugios día tras día; a las profesionistas que acompañan aun sin certeza laboral; a las aliadas que amplifican la exigencia; a las organizaciones hermanas; a quienes documentan, denuncian, donan, cuidan y no sueltan.

Llegamos también gracias a las propias mujeres sobrevivientes de las violencias machistas, cuya fuerza transforma el dolor en futuro, quienes nos cuentan que después de ir a 5 instancias gubernamentales han llegado a un lugar donde les creen, donde son escuchadas y tratadas como humanas.

Por eso, cuando se dice “llegamos todas”, es indispensable preguntarnos: ¿todas con derechos garantizados?, ¿todas con condiciones dignas?, ¿todas con protección real?

Porque mientras el presupuesto llegue tarde, mientras las ministraciones sean incompletas y mientras los refugios sigan siendo tratados como un gasto y no como una obligación, no llegamos todas.

Hacia 2026: llegar todas no es una consigna, es una responsabilidad

Si la situación continúa igual en 2026, no vamos a retroceder ni a acostumbrarnos. Llegar todas no puede significar resistir indefinidamente.

En 2026 vamos a seguir documentando, denunciando y exigiendo con datos, con testimonios y con la fuerza colectiva de la Red, porque cada retraso, cada simulación y cada omisión tiene consecuencias reales en la vida de mujeres, niñas y niños.

Vamos a demandar presupuesto suficiente, etiquetado y garantizado desde el inicio del año. Porque decir “llegamos todas” sin recursos completos y oportunos es solo una promesa vacía. La tardanza también es violencia institucional.

Al mismo tiempo, seguiremos cuidando a quienes sostienen los refugios. Porque el feminismo que defendemos no sacrifica a sus propias cuidadoras. Fortaleceremos alianzas nacionales e internacionales y llevaremos esta discusión a los espacios donde el Estado ya no puede seguir evadiendo su responsabilidad.

Esperanza violeta

Nuestra esperanza no es ingenua; es una esperanza violeta, nacida de la memoria, de la digna rabia y de la organización colectiva.

Por eso lo decimos con claridad: los refugios no son una concesión, son un derecho. Y mientras ese derecho no esté plenamente garantizado, no llegamos todas.

Llegaremos todas cuando proteger la vida deje de ser un discurso y se convierta en una obligación cumplida a través de presupuesto visible, progresivo y entregado sin dilaciones.

Mientras tanto, llegamos cansadas, sí…pero juntas, organizadas y de pie.

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