Ciudad de México.- Emily Dickinson nunca se asumió como feminista —era un término que no figuraba en la época—, pero sus poemas expresan ideas que hoy pueden leerse desde esa postura. Vivió en una sociedad que esperaba de las mujeres silencio, obediencia, matrimonio y religiosidad, por lo que respondió a estas exigencias construyendo una voz propia y resignificó el espacio privado escribiendo desde un encierro elegido.
Desde la comodidad de su hogar escribió todos sus poemas los cuales no vieron la luz hasta su muerte en 1886 cuando una de sus hermanas los descubrió ocultos en su habitación. Una vez que fueron publicados, algunos se modificaron para seguir el orden literario de la época y en el transcurso de los años, se ganó el título como una de las poetas más importantes de la historia y pionera de la poesía modernista.
Sin embargo, llama la atención el pensamiento que deja entrever en sus poemas. El artículo «Un análisis de género de la poesía de Emily Dickinson y su conciencia femenina» de Jiaxin Zuo, apunta que sus poemas se caracterizan por una resistencia íntima y silenciosa frente a las normas que regulaban la vida de las mujeres en aquella época. Sin participar en movimientos políticos ni escribir textos teóricos, Emily Dickinson cuestionó el orden patriarcal a través de su forma de vivir y escribir.
En su poema «Me encerraron en prosa», compara a la mujer con un pájaro al que intentan domesticar y callar. Denuncia cómo la sociedad busca controlar la expresión femenina y, al mismo tiempo, afirma que esa voz no puede ser contenida. Ella vivió gran parte de su vida recluida como una forma de reapropiación del espacio privado transformando su cuarto en un lugar de pensamiento, observación y creación.
Otro pensamiento clave es el rechazo a la fama masculina de la cual habla en «¿No soy nadie! ¿Quién eres tú?» porque recha la autoridad masculina y la visibilidad impuesta. A lo largo de su poema, cuestiona el reconocimiento público y las jerarquías que definen quien tiene derecho a hablar y ser escuchado. Al elegir escribir para sí misma y para un círculo intimó, desafió la idea de que una obra depende de su circulación pública, como generalmente es impuesta desde una mirada patriarcal.

Con «Noches salvajes», la poeta reivindicó el derecho de las mujeres al deseo y placer, rompiendo así la imagen idealizada y disciplinada de su época. A diferencia de la tradición que asociaba el deseo femenino con el pecado o la locura, ella lo presenta como una fuerza legítima y vital.
Emily Dickinson tambien mostraba una tendencia a expresar pensamientos ecofeministas. El artículo «Una interpretación ecofeminista de poemas seleccionados sobre la naturaleza de Emily Dickinson» de Rania Mohamed Abdel, señala que no hay certeza de que la poeta se autodenominada como ambientalista; sin embargo, sus poemas reflejan su amor por el cuidado por la naturaleza.
Lejos de reproducir la idea de la naturaleza como un objeto pasivo o un simple escenario, la presenta como una presencia viva, autónoma y dotada de sentido propio. Esta mirada rompe con la tradición masculina, que concebía el entorno natural como algo que debía ser dominado. En sus poemas, establece una relación de cercanía y respeto, lo cual anticipa uno de los ejes centrales del ecofeminismo: la crítica a la lógica extractivista que justifica la explotación de la tierra.
En conjunto, el pensamiento feminista de Emily Dickinson puede leerse como una crítica profunda a las estructuras que silenciaron a las mujeres, aunque expresada desde lo íntimo y lo poético. Sus poemas demuestran que el feminismo no siempre adopta la forma de consignas o luchas públicas: también puede manifestarse como una práctica cotidiana de autonomía, una defensa del pensamiento propio y una negativa a ocupar el lugar que la sociedad asigna a las mujeres.

Detrás de la pluma de Emily Dickinson
Nació y creció en Amherst Massachusetts gracias a que sus antepasados, provenientes de Nueva Inglaterra, se movilizaron hacia los Estados Unidos durante la primera migración de colonos ingleses en la búsqueda de la libertad para practicar una religión puritana y que diferían de la limitada aceptación y tolerancia de la Iglesia de Inglaterra.
Su padre fue Edward Dickinson, un abogado graduado en la Universidad Yale y representante en la Cámara de Diputados de Massachusetts, aunque también fundó la línea ferroviaria Massachusetts Central Railroad. Por el contrario, su madre Emily Norcross Dickinson dedicó su vida al trabajo de cuidado de todos sus hijos: William Austin, Lavinia Norcross y la propia poeta.
Para entender sus pensamientos es necesario tener presente que nació antes de la Guerra de Secesión en una sociedad estadounidense marcada por fuertes tensiones ideológicas donde a las mujeres se le exigía una vida dedicada al ámbito doméstico controlada por la moral puritana. Pese a crecer en una familia acomodada, creció en un contexto en el que la religiosidad protestante censuraba la literatura, el arte y la vida social femenina.
Lo poco que los investigadores pudieron reconstruir de la vida de la poeta indican que nació el 10 de diciembre de 1830, dos años después del matrimonio de sus padres. En 1840 estudió en la Academia de Amherst, la cual no tenía poco más de meses que abrió sus puertas para recibir a mujeres entre sus filas. Ahí aprendió literatura, religión, historia, matemáticas, geología, biología, incluso estudió griego y latín.
A sus 18 años mantuvo un interés especial por las ciencias naturales dedicándose a la botánica, cuyos conocimientos usaría para la creación de algunos de sus poemas. Entre 1939 y 1846 elaboró un herbario con 424 especímenes de flores prensadas de la región que estaban ordenadas y clasificadas, el cual años más tarde se digitalizó y publicó en la Universidad de Harvard.
La mayor parte de los poemas encontrados de Emily Dickinson están dedicados a alguien más, aunque hasta ahora se desconoce esa identidad. Algunas teorías apuntan que fueron escritos para un joven al que su padre le prohibió ver llamado Benjamín Franklin Newton; el pastor casado Charles Wadsworth; o a su mejor amiga, vecina y cuñada Susan Gilbert quien se casó con su hermano. No existe ningún indicio que compruebe los señalamientos, pero los investigadores y traductores creen que esta última fue verdad y cuyo romance fue correspondido.
La poeta comenzó a recluirse para escribir, aunque se negaba a publicar su trabajo solo unos cuantos de su círculo cercano llegaron a hacerlo. Samuel Bowles, dueño de un periódico local, publicó cuatro de los seis únicos poemas que salieron a la luz cuando Emily Dickinson estaba con vida. Incluso la autoría de uno de ellos «Un delgado amigo entre la hierba» le fue robada.

A partir de 1862, Emily Dickinson envió sus poemas a Thomas Higginson quien, aunque reconoció su talento, no supo comprender su trabajo, por lo que Dickinson rechazó sus sugerencias de corrección por considerarlas una negación de su identidad artística y mantuvo su negativa a publicar.
Pese a los persistentes intentos de su amiga Helen Hunt Jackson por convencerla —logrando solo la publicación anónima de un poema en 1878—, sostuvo su decisión hasta el final. Paralelamente, su vida se fue replegando progresivamente hacia una reclusión casi total: primero redujo su vida social, luego se confinó a la casa familiar y finalmente a su habitación, en un aislamiento que convivió con una intensa producción creativa.
Tras años de enfermedad y pérdidas afectivas, murió en 1886; poco después, su hermana descubrió más de 800 poemas inéditos, revelando al fin los pensamientos que guardaba Emily Dickinson.




