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Maestra de vida: Norma Andrade

Por Lucía Lagunes Huerta*
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Este 8 de marzo recibió el Premio Hermila Galindo. Por  unanimidad, el jurado decidió que su trayectoria en busca de justicia merecía el galardón que cada año entrega la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal.
 
A Norma Andrade se le conoce por su tenacidad en busca de justicia para su hija menor Lilia Alejandra García, quien fue secuestrada y asesinada en 2001.
 
Es una de las madres que se ha vuelto experta en la investigación judicial, ante la inoperancia de un sistema de justicia. Ella ha contado con cinco ministerios públicos en su andar contra la impunidad. 
 
La ausencia de justicia la llevó a la organización. Al lado de Marisela Ortiz, exiliada en Estados Unidos desde 2010 por las amenazas que recibió, fundó Nuestras Hijas de Regreso a Casa, agrupación que busca a las mujeres desaparecidas en ese estado.
 
Detrás de la defensora de Derechos Humanos (DH), quien ha sobrevivido a dos atentados (uno en Ciudad Juárez y otro en la capital del país), hay una mujer con vocación por la docencia. Desde los 16 años de edad se dedicó a la enseñanza pública en su natal Juárez, en la escuela primaria “Francisco I. Madero”.
 
La tierra que la vio nacer y transformarse de maestra a defensora de DH es la misma que hasta hoy sigue en deuda con las cientos de madres que siguen esperando que sus hijas regresen a casa.
 
En 2013 tuve la oportunidad de conversar largamente con ella. Esta es su historia.
 
–Lucía Lagunes Huerta (LLH): ¿Cómo definirías a Norma Andrade?
–Norma Andrade (NA): Es primero que nada un ser con sentimientos y cualidades, defectos, sueños en la vida, pero también madre y abuela. Con ilusiones de ver a sus hijos realizados, todo unos profesionistas. Una mujer con deseos de realizarse como persona. Y con un genio de los mil demonios.
 
–LLH: ¿Qué sueña Norma Andrade?
–NA: Quiero volver a mi profesión; siempre soñé con ser maestra desde niña. Es algo que logré alcanzar, pero quiero más dentro de mi profesión, como cualquier maestra; cuando tienes la semilla de un niño en primer año, que está germinando en la educación, el llegarlo a ver como profesional es un orgullo para nosotros, pero como maestro queremos realizarnos y tener logros.
 
–LLH: ¿Cuál sería el logro?
–NA: Creo que ver que los alumnos con discapacidad fueran realmente integrados a una sociedad productiva y que dejaran de ser discriminados.
 
“En mi carrera he tenido cuatro alumnos con problemas auditivos; una de ellas casi se titula de licenciada. Cuando veo a Claudia me da mucho gusto saber que está por titularse en Derecho”.
 
–LLH: Eso te pone muy feliz, se te llenan los ojos de luz.
–NA: Sabes, son las satisfacciones de tu carrera. Yo quería estudiar para maestra, pero mi mamá no tenía dinero, somos seis hermanos. Ella, madre soltera con primaria hasta el cuarto año. Obvio que era muy pesado mantener a los hijos. Yo soy la quinta.
 
“Cuando termino la secundaria y debo ingresar a la preparatoria, mi madre se queda sin trabajo, no me pueden enviar a la Normal de Saucillo; era mi sueño y yo le decía a mi mamá que ahí iba estar internada y que iba a estudiar.
 
“Pero era para hijas de campesinos, y mi mamá me dijo que no tenía dinero para meterme a esa escuela, y me metieron al Tecnológico de Ciudad Juárez a estudiar secretariado, y terminé dejando la escuela porque no era lo que a mí me interesaba.
 
“Entré a los 16 años a la maquiladora RCA y a los seis meses entra mi madre a la maquila. No faltó quien me dijera que si lo que quería era ser maestra que entrara a ingeniería para ser maestra de matemáticas, porque eso era lo que quería ser: maestra de matemáticas.
 
“Entré al bachillerato de físico ingeniería, ejercí seis o siete años; trabajé como 17 en la maquila, como jefa de grupo fueron seis o siete años, estudié y trabajé para mantener mi escuela. A veces me pregunto a qué hora dormía, trabajaba en la maquila, estudiaba ingeniería, estudiaba inglés en el centro de idiomas porque era el idioma de las maquiladoras, y me daba el lujo de trabajar tiempo extra”.
 
DEDICADA A LA DOCENCIA
 
–LLH: ¿Cómo llegas de la maquiladora a la docencia?
–NA: Llegó un momento que dije: ‘esto no es lo mío’. Dejé la maquiladora y empecé a trabajar como asesora en el INEA (Instituto Nacional para la Educación de los Adultos); como voluntaria en la iglesia de la colonia, en San José, para alfabetizar, después con estudiantes de primaria y secundaria.
 
“El coordinador de INEA me ofrece trabajar en una maquiladora como asesora, y entro a trabajar a ONEYTA como asesora de adultos en primaria y secundaria.
 
“Trabajando en ese círculo, uno de mis asesores me dice que hay un grupo de maestros que se están reuniendo en la escuela “Pablo Gómez”. Así empecé a trabajar como maestra voluntaria en la escuela “México 68”. Ahí se me da la oportunidad de ir a estudiar a la Normal en Chihuahua y hago la licenciatura en Educación Primaria.
 
“Todavía no tenía una plaza, la cual conseguí en 1992; ya tenía cinco años trabajando como maestra voluntaria en la primaria y en el INEA”.
 
–LLH: ¿Esas son tus satisfacciones?
–NA: Me daba mucho gusto con las señoras que inician a leer. Esas son las satisfacciones, como los padres que te reconocen el trabajo que haces con sus hijos.
 
“Como cuando recibí el primer atentado, que muchas madres y padres me quisieron ir a ver, pero no les permitieron porque había un resguardo en el IMSS (por su seguridad). Saber que hay personas que estaban ahí afuera queriéndome ver porque les dolía lo que me había pasado. Eso no te lo quita nadie. Finalmente son parte de mi familia, familia seleccionada por el cariño que uno tiene.
 
“De hecho el día que llegué al Seguro Social herida, una de las doctoras que me atendió fue mi alumna: Leslie, hija de un compañero y alumna mía en quinto y sexto años. A ella le toca atenderme. Gema Leslie López descubre que tenía una bala cerca del corazón.
 
“Cuando me cambian al Centro Médico, me toca otra mamá que es enfermera, también del mismo grupo, que ya su hijo era alumno mío en tercer año de primaria”.
 
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JUÁREZ, CIUDAD SIN ARRAIGO
 
–LLH: ¿Qué le pasó a Ciudad Juárez?
–NA: No sé si tenga que ver con el desarrollo de la maquila, pero no hay arraigo a la comunidad. Cuando era pequeña todas éramos de ahí, nos conocíamos. Había baile y todos nos juntábamos. Si alguien se metía a lastimar a alguien, todos nos metíamos a defenderlo, sabíamos quién era quién. Ahora no.
 
“Ya había violencia contra las mujeres y droga también, pero aún así íbamos a los bailes y nos salíamos a las seis de la mañana y de ahí a la maquila.
 
“Francisco Barrio, cuando fue gobernador, empezó a controlar el alcohol: de seis de la mañana lo bajó a las tres, y ahora hasta las 10 de la noche.
 
“Yo recuerdo que cuando trabajaba y estudiaba, cuando estaba en la prepa en los años 70, salía a las tres de la mañana. Llegaba al monumento a Benito Juárez, me acostaba en el zacate a hacer tarea, me vencía el sueño y me quedaba dormida. Pasaban los compañeros, me despertaban para irme a la escuela y jamás me pasó nada.
 
“En 2008 yo no me sentaba aunque me pagaran en el monumento (a Benito Juárez), que es donde se nos han perdido muchas jóvenes de la misma preparatoria”.
 
–LLH: ¿Qué pasaba en tu vida cuando se inicia la denuncia del feminicidio en Juárez?
–NA: Yo no sabía nada de eso. En la década de los 90 yo estaba estudiando para maestra y trabajaba en un ejido: Villa Ahumada (a 134 kilómetros de Ciudad Juárez).
 
“En un parador (parada de autobús foráneo), una de las  señoras me hace la plática y me pregunta que de dónde venía, y le dije que de Juárez. Ella me dice: ‘¿De dónde están matando mujeres?’. Yo le digo: ‘Ay no, no es cierto, es más lo que se exagera’. Yo fui una de las que lo negué.
 
BARRIO, UN MISÓGINO
 
“Francisco Barrio fue un héroe de barro, un misógino, pues acusó a las mujeres de que porque se vestían de tal manera las asesinaban. (Arturo) González Rascón, el (entonces) procurador, dijo que ‘las buenas en la casa y las malas en la calle’. Perdón, entonces todas éramos malas porque en Juárez la fuerza laboral son las mujeres”.  
 
–LLH: ¿Lo sentían exagerado?
–NA: No sólo exagerado, no nos sentíamos vulnerables, porque en ese entonces decían (las autoridades) que eran mujeres que andaban en los bares, en los bailes, que se dedicaban a la prostitución. Entonces a mis hijas no les iba a pasar; te generan un círculo de mujeres a quienes supuestamente les estaba pasando (asesinando y desapareciendo).
 
“Después, ya con conciencia, lo cuestiono: ¿Cómo que por ir al baile pueden matarlas, por ejercer la prostitución? Esas eran las palabras de los mismos  gobernantes, era lo que declaraban. La mujer tiene el derecho a la vida, a no querer tener sexo con una persona y no por eso la van a matar.
 
“Sin embargo, ésas eran las justificaciones y que nadie cuestionaba precisamente por esa cultura machista que había y hay en la ciudad. Hasta la fecha, cuando desaparecen nuestras hijas es lo que nos dicen, nos cuestionan qué dónde estaba, o es que estaba (la mamá)  tan encima de ella que lo que quería (la hija) era libertad. Dicen que por eso se fue. Todo el tiempo la culpa es de la mamá.
 
“La misma cultura machista no se cuestiona, aunado a lo que declaraban los gobernantes y lo que no se decía, pues la gente no estaba informada. Incluso en 2001 cuando se me pierde Alejandra  y es privada de la libertad, aún allí ni por la cabeza me pasaba lo que estaba pasando (el feminicidio).
 
“Finalmente la encontramos y empiezo a ir todos los días a leer el expediente, a ver qué llevaban, queriendo encontrar respuestas”.
 
–LLH: Las mamás son expertas peritas…
–NA: Nos han obligado a convertirnos en ello y a diario trato con las personas que tienen experiencia, por ejemplo la doctora Monarrez, las antropólogas (forenses argentinas). Hasta las claves de ellos nos hemos aprendido; cuando dicen un “X10” ya sabemos  que están afuera del domicilio de alguna de las víctimas.
 
–LLH: Dejaste todo.
–NA: Me dediqué a ello (a la búsqueda de justicia para Alejandra).
 
“NO ME VOLVÍ ACTIVISTA, ME VOLVIERON”
 
–LLH: ¿Cómo viven tus nietas tu activismo?
–NA: Ahora que tengo a mi nieta enferma y que en sus crisis me dice: “¿Por qué te volviste activista?”, yo le digo “mi amor, no me volví, me volvieron”.
 
“Hace como dos meses mi nieta tuvo una crisis muy fuerte; me reclamaba que por qué demonios te tuviste que volver activista, por qué tenías que juntarte con esas mamás, e ir a las marchas y todo eso.
 
“En el momento de su crisis yo le dije: ‘Mire mi niña, soy una madre exigiendo al asesino de su madre en la cárcel; a lo mejor  ahora dicen que soy derecho humanista porque apoyo a otras a pelear por sus derechos, pero si usted me pide que ya no lo haga, lo voy a dejar de hacer, por usted. Ya no voy a pedir ni exigirle al gobierno que el asesino de su mamá esté en la cárcel’.
 
“La niña no me dijo nada en el momento porque se quedó dormida por la droga. Cuando despierta como a las dos horas me lo dice: ‘Mamá, yo quiero al asesino de mi mamá en la cárcel; si tú te callas, mi hermano y yo vamos a seguir’. El hermano me dice lo mismo: ‘Adelante, yo voy a cuidar a mi hermanita’”.
 
–LLH: ¿Cuál es tu deseo de justicia?
–NA: Lo que más deseo es el castigo a los asesinos de mi hija y a los funcionarios que encubrieron a quienes la asesinaron. Yo no voy a parar hasta ver a al asesino de Alejandra en la cárcel.
 
Twitter: @lagunes28
 
*Periodista y feminista, directora general de CIMAC.
 
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