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Micromachismos

Por Teresa Mollá Castells*
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Según la definición que dio Luis Bonino a principios de los años noventa,  los micro-machismos «son pequeños, casi imperceptibles controles y abusos de poder cuasi normalizados que sin ser muy notables, restringen y violentan insidiosa y reiteradamente el poder personal, la autonomía y el equilibrio psíquico de las mujeres, atentando además contra la democratización de las relaciones.

Dada su invisibilidad se ejercen generalmente con total impunidad. Son de uso reiterado por los varones hacia sus parejas. En definitiva son prácticas de dominio y violencia hacia las mujeres que suceden en la vida cotidiana. Con el prefijo -micro hace alusión a lo que es casi imperceptible, lo que se encuentra en el límite de la evidencia, pero sin llegar a serlo». Como vemos son, también, micro violencias machistas.

Este tipo de violencias ocultas son casi todas ellas violencias psicológicas y, por tanto poco visibles hasta que, con las gafas moradas puestas, las vas descubriendo y desnudando para hacerlas visibles.

Ocurren en todas las esferas de la vida y en todas las etapas vitales. No solo ocurren entre las parejas. Sencillamente ocurren. Y suceden en los espacios laborales, en el ocio, en el transporte público, etc.         

Los micromachismos buscan, en definitiva mantener el orden patriarcal de la sociedad que, a su vez, pasa porque los varones mantengan el poder sobre las mujeres a toda costa. Y tienen muchas caras que, sobre todo a las mujeres, nos resultarán familiares. Aparecen con miradas intimidatorias, con el uso expansivo del espacio compartido, con la toma repentina del mando de determinadas situaciones sin tener en cuenta la opinión de la pareja.

Hay otros como llevar a las mujeres a dudar de sí mismas y por tanto, en demasiadas ocasiones negarse ellas mismas en favor de otras personas. Y aquí es donde entra algo muy común y que aparece siempre y en casi todos los hombres sean estos pareja, amigos, amantes. Se trata de la prioridad de la voz masculina.          

¿Cuántas veces en una conversación del tipo que sea, alguna mujer ha estado dando su opinión sobre algún tema y ha aparecido la voz de él más alta con tal de hacerse escuchar, o ha interrumpido sin prestar atención a lo que estaba diciendo ella? Ocurre cada día. Y lo sé por experiencia.           

Es algo recurrente. Ocurre. Y lo peor es que cuando lo haces notar, en demasiadas ocasiones te llaman borde o mal educada, cuando en realidad quienes no son educados son ellos. Pero aún así, creen tener la razón. La razón patriarcal, por supuesto.          

La socialización diferenciada tiene, entre otras, esta función, la de normalizar los micromachismos como algo inherente a la condición de haber nacido mujer u hombre. Y ese tipo de socialización que se construye desde la familia, la escuela, los medios de comunicación las religiones, busca, desde tiempos inmemoriales la supremacía de los hombres sobre las mujeres. Buscan la dominación, la sumisión, el servicio perpetuo a sus intereses. En definitiva buscan mantener el orden patriarcal que es el que les otorga los privilegios.          

Y para mantener esos privilegios una de las estrategias «amables» es la utilización de este tipo de conductas «micro» constantemente. Previamente naturalizadas por esa socialización diferenciadas ya son más difíciles de detectar y por tanto de combatir.           

Si ponemos un poco de atención, detectaremos este tipo de conductas por doquier. En la justicia con sentencias aparentemente benévolas pero que con lecturas con las gafas violenta, encontraremos infantilización o maternalización de las mujeres continuamente.          

En las escuelas, está permanentemente presente en el currículo oculto de los centros, en la utilización de los espacios en los recreos o en los tiempos de ocio. Pero también presente en la ausencia de mujeres en los libros de texto, lo cual priva a las niñas y a los niños de genealogía femenina de conocimientos.          

Los encontramos también en el empleo en forma de desempleo o de brecha salarial. O en las entrevistas de trabajo cuando preguntan sobre la maternidad. ¿Les preguntan eso a los hombres cuando van a entrevistas de trabajo?           

En las religiones mostrando un modelo femenino virginal, maternal, sumisa y devota a quien han robado toda capacidad de actuación para sí misma. Un modelo absolutamente entregado a los demás y disfrazado de generosidad, cuando en realidad se trata de sumisión absoluta.           

Y todo ello naturalizado y sin que se dispare ninguna alarma cada día, cada minuto, porque quien impone lo que es correcto o no, son ellos.           

Recuerdo que cuando era más joven, las cosas estaban aún peor y que cuando una noche de cena de verano un compañero intentó tocarme las piernas y le di una bofetada como respuesta a su agresión, la mesa al completo me llamó exagerada y lo disculpó diciendo que solo se trataba de una broma. Todo el mundo tomó nota y aquello nunca más me volvió a ocurrir, pese a la disculpa generalizada a su actuación. No naturalicé aquello. No permití aquel tocamiento y fui «la mala» aquella noche. Pero entonces, igual que ahora, me da igual.           

Cuando hablamos de micromachismos hablamos de falta de respeto a la dignidad y se hace en forma micro, como queriendo restar importancia a los hechos. Las disculpas a esa falta de respeto pueden venir en forma de «ha sido una broma»» o «solo era un chiste», por ejemplo, buscando en el humor, o mejor dicho en la falta de humor de las mujeres la falta de  entendimiento de estas actitudes. Y no es una cuestión de existencia o ausencia de humor. Se trata de no permitir esa falta de respeto a nuestra dignidad.        

Se acerca la campaña de Navidades. Les invito a observar en la publicidad, los roles que se les asigna a mujeres y hombres en toda la campaña. Y hablo de ropa, complementos, juguetes, alimentación. Pero eso sí, con las gafas que todo lo cuestionan, las moradas. Seguramente quienes tengan curiosidad podrán deducir algunas cosas.           

Pero lo que es más importante, les invito a que analicen sus relaciones personales con los hombres de sus vidas o con las mujeres de sus vidas: parejas, amistades. Pero también con esas mismas gafas seguramente descubrirán que también son víctimas de esos micromachismos y  de cómo las voces femeninas tienen menos eco que las masculinas.        

Un ejercicio de honestidad en el análisis nos permitirá descubrir esas micro violencias que todas hemos sufrido en alguna ocasión. Y al tiempo a darles nombres y saber que, en algún momento de nuestras vidas, lo hemos sufrido.

Al descubrirlo y ponerle nombre será más fácil de combatir.

 

*Corresponsal, España. Comunicadora de Ontinyent

[email protected]

18/TMC/LGL

 

 

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