Inicio Poder y trabajo, largo camino para las mujeres andinas

Poder y trabajo, largo camino para las mujeres andinas

Por Zoraida Portillo

Las mujeres en la región andina han mejorado su acceso al mercado laboral, pero continúa la desigualdad en los ingresos; tienen mayor participación política y pública, pero a nivel familiar y social la violencia se intensifica y las víctimas no cuentan con mecanismos efectivos de respaldo que les aseguren justicia ni vigencia de sus derechos sexuales y reproductivos.

Esas son, grosso modo, algunas de las principales constataciones de la Comisión Andina de Juristas (CAJ) en torno a la situación de la mujer en los países andinos, contenidas en su informe anual 2006, dado a conocer recientemente.

Según esta prestigiosa ONG internacional, el adelanto logrado por ellas en la región andina «aún es desigual y volátil» y está caracterizado por avances y retrocesos en los seis países analizados: Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela.

Esas naciones están lejos de presentar una participación generalizada de las mujeres en las instancias de poder, señala el informe. Y prosigue: «Esta situación resulta aún más dramática cuando se toma en cuenta la debilidad de las organizaciones sociales y ciudadanas en las que las mujeres tienen una alta participación».

La conclusión es tajante: los usos y costumbres presentes en estas sociedades les impiden ejercer debidamente sus derechos, sean éstos civiles, políticos, económicos, sociales e incluso culturales. El problema se agrava si se trata de los derechos sexuales y reproductivos, violencia basada en el género y participación laboral.

La situación no es uniforme en todos los países. Así, en derechos ciudadanos y participación política, Ecuador y Perú ostentan una mayor representación política femenina en el Congreso, cercana al 30 por ciento, mientras que Chile se ubica en el otro extremo, con sólo 18 por ciento de legisladoras.

Sin embargo, a nivel ministerial, Chile y Perú tienen más representación femenina: 45 y 37 por ciento, respectivamente, en tanto que Venezuela sólo alcanza un 16 por ciento de mujeres en el gabinete.

«Algo que se debe destacar es una progresiva tendencia a colocar mujeres en carteras ministeriales consideradas tradicionalmente «masculinas», como Transporte, Defensa, Interior, Economía o Trabajo», comentó a SEMlac Cecilia Anicama, coordinadora del Área de Derechos Humanos de la referida entidad.

EMPLEO

En cuanto a participación laboral femenina, Bolivia es el peor situado en las estadísticas. Allí, la ocupación formal femenina apenas llega al 31 por ciento, las mujeres sólo pueden acceder a la tierra por herencia, carecen de documentos de identidad para realizar transacciones de diversa índole y perciben, en promedio, el 35 por ciento de las remuneraciones de un varón por igual trabajo.

En el extremo opuesto se ubica Colombia donde, según datos oficiales, la tasa de desempleo tanto para hombres como para mujeres descendió en el primer trimestre de 2006.

El desempleo femenino, concretamente, había disminuido en 60 por ciento. No obstante, el subempleo en este grupo poblacional se duplicó en ese mismo período, lo cual, a juicio de los autores del estudio, es «un hecho preocupante».

«Estos datos muestran que la preparación y el tiempo invertido por las mujeres para desempeñarse en la actividad que ellas desean no les es de mucha ayuda, ya que terminan realizando tareas para las que no fueron debidamente preparadas, prueba de ello es el escaso margen de empleo que tienen con relación al valor», anota el documento.

En Ecuador, la población desocupada es básicamente femenina y, las que están empleadas se ubican por lo general en el sector informal y en el trabajo doméstico. Este es el único sector que registra un mayor empleo de mano de obra femenina que masculina.

Llama la atención de los investigadores que, no obstante estas desiguales cifras, las mujeres aportan casi el doble de ingresos en relación con los varones. Para Anicama, la explicación está en la gran cantidad de familias donde la mujer asume la jefatura del hogar ante la ausencia de la pareja.

«Es ella la que realiza el mayor aporte económico, lo que conlleva a esta distorsión en las cifras, que ha sido advertida también por el PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo) en sus informes sobre la región», subraya la especialista.

«En resumen, yo diría que si bien la participación de la mujer en actividades económicas ha aumentado en las dos últimas décadas en la región andina, su papel sigue siendo de segundo nivel: no sólo gana menos que los hombres, sino que sus oportunidades de promoción son más escasas y tiene que conciliar su papel de agente productivo con el rol tradicional de ama de casa. Los estereotipos de género persisten fuertemente en la región», concluye.

07/ZP/GG

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