Cuando Emma Peña recuerda, dice que un frío le baja por la espalda. Tras interrumpir voluntariamente 12 embarazos, quiso un hijo y no lo consiguió, un aborto espontáneo frustró su sueño de maternidad.
La historia de Emma, una profesionista de 42 años de edad, no termina ahí. Tres fibromas, uno grande y dos pequeños, la llevaron nuevamente al salón de cirugía, esta vez para una histerectomía (extirpación del útero).
«Una hace cosas sin medir las consecuencias. Era muy fértil y casi no me cuidaba. Los amigos me decían que ni pasara por una tienda donde vendieran calzoncillos, porque de verlos salía embarazada», cuenta.
Con los años, llegaron las primeras canas y las reflexiones sobre su vida.
«Cuando se es joven, una cree que lo sabe todo, hasta rechaza los consejos médicos. Si tuviera una hija le diría: No te precipites, hazlo si estás preparada, si es por amor, si saben protegerse del embarazo y las enfermedades», dice, aunque sabe que ese consejo sólo puede dárselo a las hijas de sus amigas.
Emma, como muchas mujeres cubanas, cayó en una trampa: desconoció los riesgos del aborto para su salud reproductiva.
Ni siquiera imaginaba que los especialistas califican a la infertilidad como una de las consecuencias tardías más graves de las interrupciones de embarazos. «Me parecía seguro. Quién iba a pensar que me podría suceder», comenta.
Según el doctor Alejandro J. Velasco Boza, profesor auxiliar de la Universidad Médica de La Habana, más del 70 por ciento de las mujeres que acuden a una consulta de infertilidad tienen como antecedente uno o más abortos durante la adolescencia o en su etapa de adulta joven.
Los peligros del aborto, un método quirúrgico a ciegas y legal en Cuba, son elevados, aún si es practicado en óptimas condiciones, señalan los expertos.
Los ginecólogos Natacha Donate, Sara Laria y Juan Carlos Farrán, del servicio de salud sexual y reproductiva del policlínico Plaza, en La Habana, comentaron a SemLac que las consecuencias de esa práctica pueden ser inmediatas, mediatas y tardías.
Entre las relacionadas con el proceder quirúrgico, están las hemorragias, perforaciones, desgarramientos del cuello del útero, complicaciones anestésicas y hasta la muerte.
A mediano plazo pueden aparecer infecciones, sangramientos, restos e inflamaciones del endometrio.
Entre las consecuencias tardías están las infecciones, tejido endométrico fuera de lugar, incompetencia cervical -provoca abortos espontáneos y partos inmaduros-, embarazos ectópicos e infertilidad. «Con una sola interrupción la mujer puede quedar estéril», señala Donate.
Más de la mitad de las mujeres que presentan infertilidad de causa tubárica (obstrucción de trompas) se han realizado una interrupción o más, «aunque algunos estudios apuntan a cifras superiores», afirma Velasco.
Ante tan alto riesgo, los tres especialistas coinciden: «lo mejor es evitarlo». Para ello, dan informes a los adolescentes y jóvenes en la consulta de ginecología infanto-juvenil.
«Les brindamos información y recomendamos la doble protección, un método anticonceptivo acorde a su edad y el uso del condón, que las protege también de las infecciones de transmisión sexual», explica Donate.
EL ABORTO NO ES LA SALIDA
El especialista en obstetricia Hernán Rodríguez coincidió en la importancia de la prevención de este proceder quirúrgico, que no puede ser visto como un método anticonceptivo más.
El jefe de los servicios de aborto del Hospital Ramón González Coro, en La Habana, señaló que en el primer semestre de 2006 se hicieron allí mil 236 interrupciones inducidas, cinco por ciento menos que en igual etapa del año anterior.
Las edades más frecuentes, explica, se concentran entre los 20 y 34 años. Del total, 22 por ciento de los abortos fueron en menores de 20 años, una etapa en que los riesgos son todavía mayores, dijo.
En los últimos meses, esa institución de salud programa las interrupciones en un plazo de 24 horas, eliminando demoras innecesarias en trámites, pero con el rigor de los exámenes complementarios que exige ese servicio.
A su juicio, facilitar el proceder no implica promoverlo, sino ganar tiempo para que los abortos se hagan en el momento indicado. «Esta práctica complementa el trabajo de prevención y planificación que se hace en el nivel primario de salud», explica.
«La disponibilidad de métodos anticonceptivos, la consejería, la detección de los casos de riesgo y la educación sexual son la base para reducir los embarazos no deseados, que generalmente terminan en interrupciones», dice.
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