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La libertad de las mujeres

Por Argentina Casanova Mendoza
CIMACFoto: María Esparza Quintana

«…corazón de vagabundo voy buscando mi libertad, he viajado por la tierra y me he dado cuenta de que donde no hay odio ni guerra el amor se convierte en rey…»

Raffaella Carrá

La búsqueda y la construcción de la libertad de las mujeres es un largo camino en el que muchas contribuyeron con pequeñas y grandes resistencias que fueron necesarias para allanarnos la vida a las que hoy día gozamos de una incipiente libertad, una libertad que para ellas fue negada, por las que fueron cuestionadas o señaladas, incluso tildadas de locas y transgresoras.

El epígrafe de este artículo es la letra de la canción de Raffaella Carrá, una cantante italiana fallecida en estos últimos días a los 78 años. Conocida como “el ombligo de Italia”, por ser la primera en atreverse a usar una ropa en la que se podía ver esa parte de su cuerpo, al anunciarse su muerte en los medios recordé muchas cosas que me llevaron a reflexionar acerca de lo que las mujeres de su generación vivieron.

Recordé que de niña yo cantaba sus canciones, las oía porque a mi madre le gustaban esas canciones y como yo, muchas niñas bailaban y cantaban, oímos la versión latinoamericana y luego conocimos la versión no censurada de “para hacer bien el amor…”, pero lo que más me conmovió sobre la muerte de la artista fue pensar en lo que ella misma afrontó en un mundo patriarcal y violento contra las mujeres que querían vivir su libertad.

Entre esas mujeres por supuesto está mi madre a quien reivindico como a la canción de Raffaella y su proclamación de la libertad del cuerpo de las mujeres, un himno que parece recordarnos esa consigna de que “si no podemos bailar, no es nuestra revolución”, y que la lucha por la libertad de las mujeres y las niñas empieza por reconocer a las ancestras, al goce y al disfrute.

Porque cuando las mujeres como Raffaella, como nuestras madres, en los años 70 se atrevían a desafiar las reglas no escritas que constreñían los cuerpos y las vidas de las mujeres, cuando les decían que no debían ser “malas mujeres”, tildadas de libertinas o locas, no debían tomar la píldora, no divorciarse, no usar tacones, no usar labial rojo o incluso no peinarse de cierta forma, y ellas se atrevieron y fueron recriminadas por la sociedad por salirse del deber ser, en esos actos ellas nos abrían el camino para ser más libres.

Fueron ellas las que en la calle, en el día a día, en lo cotidiano, muchas veces sin saber o haber leído una línea sobre el feminismo, sabían que su libertad era el camino, lo construían transgrediendo, rompiendo los moldes y atreviéndose a desoír y ser llamadas mujeres inadecuadas, mujeres que rompían los moldes y eran las primeras en mostrar sus cuerpos, como en su momento fueron las primeras en usar minifaldas, las primeras en peinarse de formas no convencionales, las primeras en no casarse como indicaba el mandato y creer en la unión libre.

Cuando pensamos en cómo se ha construido la libertad de las mujeres pocas veces pensamos en esos pequeños actos significativos que fueron acumulándose y mostrándonos que había otras formas de vivir y de ser, otras formas por descubrir y caminos por encontrar en la libertad de la conciencia, del cuerpo y de la vida. Se atrevieron a ser las primeras en tener un trabajo que no era para las mujeres, en estudiar una profesión que no era para mujeres, fueron ellas nuestras heroínas cercanas y pocas veces nos dimos cuenta del enorme aporte que esos pequeños actos abonaban a nuestra vida presente.

Es en este acto de reflexión a partir de la muerte de Raffaella, encuentro la reivindicación de la resistencia de las mujeres que nos precedieron y que vivieron en carne propia la violencia de un sistema social que las descalificaba y las cuestionaba sobre aspectos íntimos de cómo sentir y vivir el placer.

Creo que las mujeres, las jóvenes de los 70, nuestras madres, nuestras abuelas, buscaban su libertad, ellas sabían que lo que tenían no era lo que merecían, que la sociedad debía cambiar y aceptar que las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos desde los zapatos, la ropa, el peinado o simplemente elegir un camino para sus vidas, eligieron también para nosotras la libertad.

Y me queda claro que en esos pequeños actos privados se construyó la libertad, y que en mi caso, de mi abuela aprendí la fortaleza y de mi madre la libertad.

21/ACM/LGL

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