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La mirada de adolescentes y mujeres jóvenes ante la oleada feminista mexicana

Por Diana Hernández Gómez
CIMACFoto: Diana Hernández Gómez

En la capital mexicana y en muchas entidades del país, cada vez resuenan más fuerte los nombres de diferentes colectivas feministas. Además, manifestaciones en fechas simbólicas como el 25 de noviembre y el 8 de marzo han hecho que las calles se pinten de morado y verde y que, ahora, no sean solo las mujeres adultas quienes salen a exigir una vida libre de violencia: las adolescentes y las mujeres jóvenes también están alimentando al movimiento feminista con esas voces que comienzan a florecer con fuerza, cariño y determinación.

Cimacnoticias entrevistó a cinco mujeres de entre 14 y 22 años sobre cuál es su perspectiva sobre el feminismo, qué sensaciones o pensamientos les despierta ver a tantas mujeres organizadas para exigir sus derechos y, finalmente, sobre si ellas mismas han llegado a identificarse con estas mujeres. Sus respuestas dejan ver, entre otras cosas, que el feminismo no es cuestión de edades. También, que en México, las más jóvenes también buscan un futuro y un presente sin violencia.

CIMACFoto: Diana Hernández Gómez

«El gobierno debería protegernos sin necesidad de que lo exigiéramos»

Ángela Zucely Godínez Morales tiene 15 años, vive en Toluca y acaba de entrar a la preparatoria. Le gusta el arte y vende aretes que fabrica con sus propias manos. Ella ha experimentado violencia en algún momento de su vida, aunque prefiere no recordarlo. Esta situación, sin embargo, forma parte de lo que ha construido su punto de vista sobre el feminismo, la sororidad y el apoyo entre nosotras, las mujeres.

Para ella, todos deberíamos sentirnos identificadas e identificados con el feminismo. Y es que, afirma, escuchar las historias de mujeres víctimas de violencia ha sido un paso importante para que ella cambie su modo de pensar. En este sentido, ¿qué pasaría si cada vez somos más quienes nos acercamos a estas historias?

Quizás eso mismo se pregunta Yare, una chica de 16 años que está cursando la educación media superior. De ahí que, para ella, sea tan importante hablar sobre feminismo a quienes no están familiarizados con el tema.

Trato de comunicar a otras personas que no piensan igual sobre el movimiento, así como alzar la voz por las mujeres que han sufrido de algún tipo de violencia. Afortunadamente yo no lo he experimentado, pero tengo familiares y amigas que sí.

Yaretzi Ramírez Guízar

A pesar de este esfuerzo alentador, tanto Yare como Ángela tienen algo muy claro: las mujeres estamos levantando la voz por algo que ni siquiera debería pedirse. «El gobierno debería protegernos sin necesidad de que lo exigiéramos«, asevera Ángela. A Yare, por su parte, ver a tantas mujeres en las calles organizándose y manifestándose para exigir respeto, derechos y seguridad le da orgullo, pero a la vez le genera impotencia «ver cómo tantas mujeres exigen algo muy importante que realmente no se debería de exigir».

A pesar de la conciencia que incluso las generaciones más jóvenes tienen al respecto, en pleno 2022, el derecho de las mujeres a vivir sin violencia todavía no puede ser garantizado por el Estado mexicano. Peor aún, las cifras de este tipo de violencia siguen aumentando sin que el gobierno actual se atreva a reconocerlo.

Pero, sin importar la edad, para nosotras ha quedado claro que la empatía y el acompañamiento mutuo son clave en la defensa de nuestros derechos y el goce libre de nuestras vidas, nuestras cuerpas y nuestras ideas.

Apoyo y cuidado en el hogar, indispensable para la seguridad de las adolescentes

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2021, en México, 1 de cada 10 mujeres ha sufrido violencia en el ámbito familiar. Dicha violencia, ya sea psicológica, física, sexual o económica, suele ser perpetrada mayoritariamente por hermanos y hermanas. Esto hace importante hablar sobre la violencia contra las mujeres dentro de los hogares.

CIMACFoto: Diana Hernández Gómez

Lucía tiene 14 años y está cursando la secundaria. Aunque es originaria de Torreón, Coahuila, lleva cerca de cuatro años viviendo en la Ciudad de México. Ella no forma parte de la estadística de ENDIREH: asegura que en su hogar ha aprendido que el respeto hacia todas las personas es fundamental. «No hay machismo o misoginia», cuenta, y esto la hace sentir cómoda y segura «sabiendo que tengo a mis padres a mi lado».

Yare, por otro lado, afirma que en su casa suelen ser muy comprensivos ante la violencia contra las mujeres. No obstante, cuando se trata del movimiento feminista y de las formas en las que las mujeres intentan visibilizar este problema, las respuestas no son tan alentadoras. «Me pone enojada y triste que piensen que hay otras maneras de ser escuchadas cuando ya han intentado de todo», afirma.

Algo similar ocurre con Ixchel Bravo Román, una joven estudiante de la preparatoria «José Vasconcelos» de la UNAM. Aunque la mayor parte de su familia concuerda con ella y apoya al movimiento feminista, no niega que aún hay actitudes o comentarios en su hogar que pueden llegar a ser machistas. Sin embargo, a ella la tranquiliza que poco a poco quienes viven con ella intentan cambiar esto.

En el hogar de Cecilia Dávalos Maldonado, las cosas no son tan sencillas. Ella tiene 22 años y está estudiando psicología en la Universidad del Valle de México; se identifica con el movimiento feminista y su forma de enfrentar la violencia es levantar la voz y compartir a las demás «que nunca hay que quedarnos calladas y hay que luchar por nuestros derechos y nuestra libertad y paz como mujeres». No obstante, en casa es complicado hablar de estos temas.

Tristemente somos una familia tradicionalista mexicana y por lo tanto es difícil poder no tocar este tema sin discutir, porque nuestra cultura y creencias se han formado con posturas machistas (…). Todos piensan que estos malos tratos de violencia deberían terminar, sin embargo, no van y comprenden el trasfondo de las cosas ni se ahonda en el tema. Me gustaría poder ser un poco más libre en este tema y poder defender a las mujeres de mi país sin una mirada molesta de parte de mi familia.

Cecilia Dávalos Maldonado

A pesar de ello, tanto para Cecilia como para Yare, Lucía, Ixchel y Ángela es importante que las voces de las mujeres sigan escuchándose y que en nuestro país haya cambios estructurales para poner un alto a la violencia.

Tenemos que cambiar la cultura machista de nuestro país

En México hay muchas cosas que necesitan transformarse para disminuir los índices de violencia, y la responsabilidad es de las autoridades pero también de cada uno de nosotros. Para Cecilia Dávalos, esto es muy claro. «Esto comienza desde abajo«, afirma, «desde la forma de crianza y educación de las personas; también desde lo político».

Si pudiéramos enseñarle a todos los pequeños que todos, siendo personas, tenemos validez, voto, decisión, y con ello merecemos respeto, cuidado y amor, las cosas serían diferentes. Desde el no enseñarle a las mujeres a que deben atender al hombre en la casa, desde poder expresar sus emociones y decir “no” cuando no se quiere algo, desde la visión que tienen de su mamá al interactuar en la familia; y claro que sí, desde pequeños enseñarle a los hombres que las mujeres merecen todo el trato digno, que somos fuertes como ellos, que necesitamos independencia y no nos valemos únicamente por sus decisiones.

Cecilia Dávalos Maldonado

En opinión de la estudiante de psicología, la cultura machista comienza a tambalearse cuando analizamos cómo se tratan nuestros lazos entre ellos: papás, tíos, tías, abuelos… Cecilia considera que de esta forma «se pueden romper cadenas culturales que tal vez nos arraigaron desde pequeños y que nosotros como seres autónomos no queremos replicar en nuestra familia futura».

Este punto de vista no es muy diferente al de Ixchel, para quien es necesario hacer cambios en el sistema educativo de nuestro país. Ella sospecha que si dicho sistema fuera más accesible y de mejor calidad, la población podrá entender temas complejos como la violencia contra las mujeres, el machismo y la misoginia. Así, poco a poco se puede terminar con la cultura machista.

CIMACFoto: Diana Hernández Gómez

Lucía, por su parte, hace énfasis en la responsabilidad de las autoridades (las cuales, afirma, a veces ni siquiera toman en cuenta los casos de violencia contra las mujeres). «Que de verdad hagan algo», pide ella, «que haya una sanción para todo tipo de violencia»; además, agrega que también es necesario difundir información sobre los servicios o la ayuda que puedes recibir en caso de ser víctima de violencia.

De igual forma, a la joven estudiante de secundaria le parece importante que estos temas se hablen en lugares apartados de las ciudades y los centros urbanos. Esto es algo verdaderamente relevante en un país donde regiones como el Estado de México, Nuevo León y Veracruz ocupan los primeros lugares en cuanto a violencia feminicida según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Para las cinco jóvenes entrevistadas, el feminismo abre la posibilidad de que esta y otras violencias cesen. «Es libertad y es esperanza», piensa Cecilia. Por su parte, Ixchel opina: «Me parece indispensable que se hagan estos tipos de organizaciones para promover el apoyo a la mujer y visibilizar los problemas que tenemos día a día».

Ambas jóvenes han experimentado la violencia machista, así como Lucía. Pero quedarse calladas ante esta violencia ya no es una opción. El movimiento feminista, para ellas, representa un espacio en el que se puede alzar la voz, exigir respeto y protestar «por aquellas que ya no están, que hubieran querido y necesitado de nosotras», dice Cecilia.

CIMACFoto: Diana Hernández Gómez

El feminismo ha cambiado la forma de pensar de estas cinco chicas. Ixchel, por ejemplo, siente que su punto de vista se ha transformado notablemente y que entiende de mejor forma el contexto y la sociedad en la que vivimos. Y así como ha ocurrido con ellas puede pasar con otras personas, pero, ¿cuándo?

En México, la violencia contra las mujeres no deja de escalar y presentarse de múltiples y dolorosas formas. Es desalentador, sí, pero las voces de Ángela, Yare, Lucía, Ixchel y Cecilia traen esperanza. La esperanza de que el cambio está sucediendo, y de que mientras más jóvenes comprendan este problema, la violencia podrá erradicarse en un futuro que deseamos que esté a la vuelta de la esquina.

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