No por ser mujer tengo que cocinar. Cocinar era un requisito indispensable en la lista de aptitudes con las que debía contar una mujer. Cocinar, lavar, limpiar no son habilidades de una mujer, son aptitudes con las que cualquier adulto independiente debe contar. He visto, a través de convivir con numerosos roomies,lo difícil que es sobrevivir sin estas competencias básicas para la vida de un adulto emancipado.
He visto, personas muy inteligentes llorar porque se les pasó el arroz, he presenciado a colegas llegar a un evento importante con la camisa quemada por la plancha. Chicos y chicas que salen a vivir por vez primera fuera de casa que se encuentran perdidos al realizar las labores invisibles, aquellas que daban por hecho y que no aprendieron y no se les enseñaron.
Considero que cocinar es una habilidad de sobrevivencia con enfoque científico; tantos gramos de X, más dos cucharadas de Y, a tales grados por tanto tiempo, el saltar un solo paso, el agregar o disminuir los ingredientes conlleva el fallo de la receta.
Es una técnica que se domina con el tiempo y por el gusto de realizarlo. Cocinar es un arte, un pasatiempo, un experimento, pero jamás un calificativo femenino.
No por ser mujer tengo que depilarme. El vello corporal protege la piel y proporciona calor, cuando surge en el área púbica es un indicador de madurez sexual. Es decir, las mujeres, tenemos vello, en las piernas, en las axilas, en el bigote y en el área púbica, es una evolucion natural del hommo sapiens, que con el paso del tiempo nuestro cuerpo ha adelgazando el grosor del vello puesto que ya no es tan necesario para nuestra supervivencia, así que sería cuestion de cada portador de vello decidir si lo recorta o no. Si a ti, hombre adulto, te atraen solamente aquellas mujeres sin ni un vello en su cuerpo, cuidado, no te atrae una mujer, te atrae una niña.
No por ser mujer tengo que hablar como “señorita”. Las palabras soeces nos ayudan a liberar el estrés: hay situaciones tan desquiciantes, acciones tan ilógicas o golpes en el dedo chiquito del pie, que ameritan una mala palabra. Las groserías, al igual que el resto de las palabras vienen de una convención social, así no significa lo mismo una mala palabra en Bogotá que en Tijuana. Aquí alguien podrá decir cierta palabra altisonante incluso como saludo, pero allá, esa palabra dejará de piedra a todo aquel que la escuche. Hablar como “señorita” no excluye las malas palabras, las señoritas tenemos malos días, lidiamos con personas insoportables, nos estresamos, nos enojamos, nos alegramos, nos emocionamos, cambiamos nuestro lenguaje por uno en el cual nos sentimos cómodas, y no hay mayor comodidad que expresarte basada en la emoción del momento.
No por ser mujer tengo que aceptar flores e invitaciones. “No es no”. Una frase tan simple aun no logra ser asimilada, aún existen personas que creen que insistiendo convertirán un “No” en un “Si”. Hay quienes se declaran en público, confiando en la presión social que ejercen, que será ella la mala al negarse a aceptar tan romántico gesto. Consejo del día: no te declares en público a menos que tengas la certeza de que tus sentimientos sean correspondidos.
No por ser mujer tengo que casarme y tener hijos. No es el hombre quien deja a un lado su carrera, sus estudios o su vida para cuidar a un hijo, generalmente son las mujeres quienes literalmente pausan su vida para cuidar de un hijo. Somos nosotras quienes compaginamos labores domésticas, tareas escolares, primeros auxilios y muchas otras con un trabajo o estudios, dejando el papel de mujer en segundo, tercero o último puesto. Casarse es solo una opción. Un hijo debe ser deseado para no verter frustraciones y rechazo maternal en él. La maternidad debe ser deseada, o no será.
