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El silencio no es opción

Por Lucía Lagunes Huerta

El día de ayer se conmemoró el Día Internacional de la Libertad de Prensa, que cumplió 30 años de establecido y en ese marco se reconoció la labor de las mujeres periodistas, que me parece muy importante porque con ello se rompe un velo de menosprecio sobre el cual han hecho su trabajo.

Quiero iniciar esta participación recuperando las palabras que la directora de la UNESCO dijo al momento de otorgar el premio de libertad de expresión 2023 a las tres periodistas iranies presas por informar.

“Ahora más que nunca, es importante rendir homenaje a todas las mujeres periodistas que no pueden hacer su trabajo y que se enfrentan a amenazas y atentados contra su seguridad personal. Hoy honramos su compromiso con la verdad y la rendición de cuentas”, con estas palabras la señora Audrey Azoulay reconocía a Niloofar Hamedi, Elaheh y Narges Mohammadi, y a la vez a todas aquellas que enfrentan la represión de gobiernos autoritarios que por desgracia crecen en todos lados, incluido nuestro país.

El reconocimiento que se hace a estas tres periodistas quienes están en prisión desde 2022 son el recordatorio del papel que jugamos las periodistas en el mundo, pues desde que las mujeres accedieron a leer y escribir han escrito para la defensa de los derechos humanos, incluso antes de que se reconocieran como tal.

Para no ir a otro lado del mundo en nuestro país las periodistas fueron fundamentales para la defensa del sufragio femenino en los años 30 y lo siguen siendo hasta el día de hoy. Sin embargo, sus aportes han sido ignorados, disminuidos, hasta parece que no existieron sino hasta hace muy poco tiempo, estamos aquí pero no las miran.

A lo largo de la historia de la humanidad las periodistas hemos informado lo que ocurre con la mitad de la población que somos las mujeres y desde la mitad del siglo XIX, hasta el día de hoy crearon diversos medios de comunicación, con el propósito de abonar a la pluralidad y a la democracia subsanando la ausencia cotidiana del periodismo sobre la condición social de las mujeres.

En todos lados del mundo han evidenciado lo que hace el poder violento de los dictadores y oligarcas y han retratado lo que son las secuelas de la violencia social, política y económica en las poblaciones.

Y por estas razones en diferentes momentos de la vida, las periodistas han enfrentado diferentes formas de confinamiento buscando callarlas, sin lograrlo del todo, por suerte.

Como lo describió la escritora Alma Delia Murillo, los insultos a las periodistas tras la denuncia, hace un par de años, contra Félix Salgado Macedonio, por violencia sexual, buscó cancelar su presencia y su voz del mundo digital, cuatro mujeres periodistas recibieron una horda de ataques misóginos, que tras el diagnóstico de Signa Lab de estas agresiones, quedó al descubierto que estos ataques eran una campaña orquestada con 9 mil cuentas de bots. Ningún ciudadano puede invertir en ello, solo los poderosos.

No las encarcelaron, pero buscaron confinarlas al rincón del miedo en busca de silenciarlas. Lo cual no lograron. 

La violencia contra las mujeres periodistas en nuestro país creció 200 por ciento de acuerdo con los datos que tenemos en CIMAC, en los tres primeros años del actual gobierno.

Las tres periodistas iraníes que fueron galardonadas con el premio a la libertad de prensa 2023, Guillermo Cano, representan a cientos de mujeres periodistas de todo el mundo que desde los rincones más alejados dan la pelea por seguir informando a la población, aun cuando se jueguen la vida y la libertad.

En México nos hacen falta Regina Martínez, María del Rosario Fuentes Rubio, Indira Rascón García, Anabel Flores Salazar, Lesli Pamela Montenegro del Real, Miroslava Breach Valducea, Norma Sarabia Garduza, María Elena Ferral, Saheila Johana García Olivera, Yessenia Aurora Mollinedo Falconi, Lourdes Maldonado López y María del Sol Cruz Jarquín.

Con la ausencia de ellas se ha perdido la oportunidad de seguir enriqueciendo la pluralidad informativa y la democracia en nuestro país.

Es necesario reconocerlas en vida y en libertad, valorar su trabajo, esa tenacidad que las mantiene en el periodismo, pegadas a la tecla, pasando de la máquina de escribir al celular, buscando debajo de las piedras la información que alimente a una sociedad envuelta en el espectáculo noticioso y las noticias falsas.

Porque sin importar el reconocimiento que se tenga ni el lugar en el cual ejerzan su oficio, las periodistas comparten una constante, que es la violencia que busca acallarlas, silenciarlas, expulsarlas del mundo público y despojarlas de su derecho a ejercer libremente su expresión y compartir su pensamiento.

Las manifestaciones de esta violencia son diversas, una de las que sigue creciendo es la violencia en el espacio digital, que se ha convertido en el megáfono del manotazo patriarcal.

Por ello es tan importante que, en el marco de los 30 años del Día Mundial de la Libertad de Prensa y Expresión, las mujeres periodistas sean reconocidas y se ponga la luz sobre las agresiones que viven tanto en línea como fuera de ella con el propósito de erradicar cualquier intento de censura y a la vez un mecanismo de prevención.

Pues como dijo Miroslaba Breach: “el silencio no es la opción para nadie y mucho menos para las periodistas”.

Silence is not an option

Yesterday was the 30th anniversary of the commemoration of International Press Freedom Day. Within this frame, the work of women journalists was recognized, which seems very important to me because it breaks the veil of contempt under which they have done their work.

I would like to begin this participation by recovering the words that the director of UNESCO said at the time of awarding the 2023 Freedom of Expression Prize to the three Iranian journalists imprisoned for reporting.

«Now more than ever, it is important to pay tribute to all women journalists who are unable to do their work and who face threats and attacks gainst their personal safety. Today we honor their commitment to truth and accountability», with these words Ms. Audrey Azoulay recognized Niloofar Hamedi, Elaheh and Narges Mohammadi, and at the same time all those who face repression from authoritarian governments that unfortunately grow everywhere, including our country.

The recognition given to these three journalists who have been in prison since 2022 is a reminder of the role that women journalists play in the world, since women have been writing for the defense of human rights ever since they were able to read and write, even before they were recognized as such.

Without a needto go to the other side of the world, in our country, women journalists were fundamental in the defense of women’s suffrage in the 1930s and continue to be so to this day. However, their contributions have been ignored, diminished, it even seems that they did not exist until very recently. We are here even if overlooked.

Throughout the history of mankind, women journalists have reported what happens to half of the population, that is, women, and since the mid-nineteenth century, until today, they have created various media, with the purpose of contributing to plurality and democracy, correcting the daily absence of journalism on the social condition of women.

Everywhere in the world they have shown what the violent power of dictators and oligarchs does and have portrayed the consequences of social, political and economic violence in the populations.

And for these reasons, at different times in history, women journalists have been confined in an attempt to silence them, fortunately without being completely censured.

As described by writer Alma Delia Murillo, the insults to women journalists after denouncing Felix Salgado Macedonio for sexual violence a couple of years ago, sought to cancel their presence and their voice from the digital world. Four women journalists received a horde of misogynistic attacks, which after Signa Lab’s diagnosis of these aggressions, it was revealed that these attacks were an orchestrated campaign with 9 thousand bots accounts. A budget that only those in power could afford. 

They did not imprison them, but sought to confine them to the corner of fear with the attempt of silencing them. Which they did not achieve. 

In the first three years of the current government, violence against women journalists in our country grew 200 percent, according to the data we have at CIMAC.

The three Iranian journalists who were awarded the Guillermo Cano Press Freedom Award 2023 represent hundreds of women journalists around the world who, from the farthest corners of the world, fight to continue informing the population, even when by doing so they risk their lives and freedom.

In Mexico we are missing Regina Martínez, María del Rosario Fuentes Rubio, Indira Rascón García, Anabel Flores Salazar, Lesli Pamela Montenegro del Real, Miroslava Breach Valducea, Norma Sarabia Garduza, María Elena Ferral, Saheila Johana García Olivera, Yessenia Aurora Mollinedo Falconi, Lourdes Maldonado López and María del Sol Cruz Jarquín.

With their absence, the opportunity to continue enriching the plurality of information and democracy in our country has been lost.

It is necessary to recognize them in life and in freedom, to value their work, that tenacity that keeps them in journalism, glued to the key, going from the typewriter to the cell phone, looking under the stones for information that feeds a society wrapped in news spectacle and fake news.

Because regardless of the recognition they receive or the place where they exercise their profession, women journalists share a constant, which is the violence that seeks to silence them and to expel them from the public world, to deprive them of their right to freely exercise their expression and share their thoughts.

The manifestations of this violence are diverse, and one of those that continues to grow is digital violence, a space which has become the megaphone of the patriarchal hand.

That is why it is so important that, in the framework of the 30th anniversary of World Press and Expression Freedom Day, women journalists are recognized. It is also very relevant that light is shed on the aggressions they experience, both online and offline, with the purpose of eradicating and preventing any attempt of censorship.

As Miroslava Breach said: «silence is not an option for anyone, much less for women journalists».

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