El modelo económico extractivista ha despojado a varios países y regiones de recursos naturales lo que ha desembocado en desplazamientos forzados, violaciones a derechos humanos de personas defensoras del territorio y la precarización de las comunidades originarias. No obstante, alrededor del mundo, las mujeres han salido a enfrentar este supuesto modelo de desarrollo y a proponer otros mundos posibles sin violencias que las atraviesen ni a ellas ni a los lugares que habitan, esto se dijo durante la presentación del informe Construyendo el poder en las crisis. Las respuestas de las mujeres al extractivismo.
Durante esta presentación este 18 de mayo de 2023, en el conversatorio participaron las organizaciones el Fondo SAGE (quien estuvo a cargo de la elaboración del informe), Engenera, la Fundación Heinrich Boll y CooperAcción.
Las mujeres representantes de cada organización intercambiaron experiencias y estrategias aplicadas en países como Perú y Guatemala para frenar las consecuencias del extractivismo. Sus testimonios dejaron ver que, en esta resistencia, la formación de redes, el autocuidado y la propuesta de nuevas narrativas sociales son elementos esenciales.
Los tres tipos de estrategias de las mujeres que hacen frente al extractivismo
Al hablar de extractivismo, podemos enlistar diversas formas en las que este modelo económico se ha manifestado desde hace décadas. Las minas, las plantaciones industriales y la extracción masiva de recursos como la madera o el agua son algunas de ellas, y sus consecuencias incluyen el empobrecimiento de las comunidades afectadas, su desplazamiento forzado e incluso el asesinato de quienes intentan frenar el avance de esta maquinaria.
Según explicó Daria Caliguire —directora del Fondo SAGE—, las mujeres de diversos países del sur global han hecho frente a estos retos a través de tres tipos de estrategias. El primero de ellos son las estrategias fundacionales, que tienen que ver con el fortalecimiento de las mujeres para que ellas, a su vez, forjen políticas y métodos para proteger sus territorios a largo plazo.
Un ejemplo de estas estrategias es el caso de la asociación Madre Tierra, conformada por mujeres guatemaltecas que pasaron un tiempo refugiadas en México debido al conflicto armado de su país en la década de 1990. Cuando estas mujeres regresaron a su país, se enfrentaron a una política extractivista que las llevó a repensar en una organización que ya se había cimentado aun estando fuera de Guatemala.
Ellas enfrentan la extracción del agua y la tierra en la comunidad de Guadalupe, en Santo Domingo Suchitepéquez. Aquí, la agroindustria ha llenado los terrenos de siembra de monocultivos de palma, hule y caña, entre otras especies, lo que ha provocado graves afectaciones en la biodiversidad de la región. Igualmente, ha dejado a las mujeres campesinas sin espacio ni herramientas para seguir produciendo sus propios alimentos o los productos gracias a los cuales obtienen recursos.
Pese a esto —afirma su representante Dalila Vásquez—, el gobierno del país sigue hablando de la comunidad como una de las zonas más productivas de Guatemala. Es por ello que Madre Tierra se ha preocupado por implementar estrategias que fortalezcan económicamente a las mujeres, tales como las acciones dirigidas a que las guatemaltecas accedan a la propiedad y la tenencia de la tierra. Una vez con estos recursos, lo siguiente es defender el derecho de trabajar estas tierras de forma sustentable.
Otro caso, en Perú, es el de la organización CooperAcción. Según explicó su vocal Julia Cuadros (quien además es especialista en minería artesanal), CooperAcción cuenta con diferentes escuelas de formación para fortalecer a las organizaciones no gubernamentales en cuanto a sus capacidades de gestión y propuesta. De igual forma, capacitan a las mujeres en temas de sus derechos humanos para que cuenten con herramientas para defenderlos.
Estas bases dan pie al segundo tipo de estrategias identificado por el Fondo SAGE: las estrategias que impiden o retrasan los proyectos de extractivismo. En el caso de Madre Tierra, una muestra de ello son los diferentes estudios que las mujeres han hecho para comprobar los impactos del monocultivo y su contaminación en la vida de las mujeres y de las comunidades en general.
Finalmente se encuentran las estrategias de transformación, las cuales articulan todos los esfuerzos de las redes de mujeres. Estas estrategias transforman las condiciones que permiten que se presente el extractivismo y, con ello, plantean otras alternativas de vida que logren desplazar de raíz a la economía basada en la extracción de recursos. En otras palabras: las mujeres, desde las redes que han forjado, apuestan por el buen vivir para nosotras pero también para la Tierra.
En Guatemala, por ejemplo, Madre Tierra ha dedicado parte de sus esfuerzos en la recuperación y siembra de semillas nativas como el frijol o el maíz, las cuales estaban desapareciendo como efecto del monocultivo. Además, la organización de mujeres también ha trabajado en la integración cultural de las comunidades. Al respecto, Dalila Vásquez detalló que después del conflicto armado de los 90, en el país surgieron diferentes comunidades donde coexisten varios pueblos originarios desplazados por la migración forzada.
Los esfuerzos por tejer esa diversidad cultural desde el respeto a su pluralidad han dado pie a alianzas con otras organizaciones por la defensa de la tierra tanto a nivel nacional como regional.
Por su parte, CooperAcción ha promovido actividades agroecológicas que ayuden a las mujeres en Perú a tener ingresos económicos o producción alimentaria por su cuenta de forma sustentable, con un manejo racional de los recursos. Una de estas actividades es la creación de “horticuy”. A grandes rasgos, este proyecto consiste en la creación de un espacio donde se pueden criar cuyes (roedores cuya carne es de consumo común en Perú) y tener hortalizas.
Estos espacios se han estado creando como respuesta a la falta de atención del Estado peruano para dotar de materias primas y espacios a las mujeres del país; en su lugar, los gobiernos han optado por la minería como única vía de desarrollo económico. Los efectos de los “horticuy”, para Julia Cuadros, han sido positivos: por un lado se ha logrado reducir la desnutrición en desnutrición en familias precarizadas por la minería y, por otro, las mujeres han logrado vender y generar sus productos sin la necesidad de contar con un fondo permanente por parte de CooperAcción.
A problemas complejos, soluciones diversas
Según pudo observar el Fondo SAGE, los problemas detrás del extractivismo son muchos y están enlazados entre sí de forma compleja. Es por ello que las soluciones planteadas en cada país son igual de variadas y multidimensionales. En este sentido, tanto Julia Cuadros como Dalila Vásquez recuerdan que los contextos políticos y sociales de sus países están atravesando procesos muy complicados.
En Perú —de acuerdo con Cuadros—, el gobierno está cerrando los espacios públicos y, con ello, limitando la organización social. Además, redes como CooperAcción están viéndose orilladas a someterse a reglamentos o modos de operación que intentan controlar su actividad. Por su parte, Guatemala está viviendo un contexto electoral que definirá el futuro de un país con los mayores índices de migración forzada históricamente.
Pese a esta agitación y a los riesgos que conlleva, las mujeres siguen resistiendo y proponiendo ante el modelo extractivista. Porque otros mundos son posibles para nosotras, pero también para nuestros recursos.
