La movilización social ha tenido resultados muy importantes en la historia. Fue así como se lograron los derechos conquistados en el último siglo, es decir que, la organización frente a las diferentes problemáticas ha obligado a las autoridades a actuar.
Y para las mujeres pareciera que es la única manera en que los gobiernos escuchan nuestras voces. Fue así como se ganó el derecho al voto, el aborto e incluso la liberación de mujeres presas injustamente.
Nos organizamos para marchar y tomar las calles. Se organizan en los congresos, en la academia, nos organizamos en los medios y por supuesto, también nos organizamos para tomar el espacio virtual en marchas virtuales encabezadas por luchas con etiquetas de justicia. Encabezamos movimientos sociales y hacemos parte de la vida democrática del país.
Recientemente salimos a marchar el 28S en la conmemoración del Día por la Despenalización del Aborto en América Latina y el Caribe. Marchamos en la primavera violeta y cada 8M. Contingentes violetas y verdes que anuncia cómo sube la marea no solo en las ciudades si no en todas las comunidades.
Hoy se conmemoran 55 años de la represión estudiantil y algo que nos mostró el movimiento estudiantil de 1968 en México, es que abrió la puerta para que más mujeres estudiaran y participaran políticamente.
Las y los estudiantes reunidos en Tlatelolco fueron agredidos por el gobierno priista que ordenó dispararles a quienes se manifestaron en la Plaza de las Tres Culturas.
Si bien desde finales del siglo XIX algunas mujeres lograron ser aceptadas en instituciones como la Escuela Nacional de Medicina y la Escuela Nacional de Jurisprudencia, no fue sino hasta la década de los sesentas cuando su ingreso a la Universidad incrementó de manera más notable.
Las participantes eran mujeres con formación crítica que abrían espacios para la reflexión y la conciencia en torno al cuerpo, la sexualidad y el poder. Las estudiantes del 68 se convirtieron en enfermeras, profesoras y periodistas.
Las mujeres se integraron igual que los hombres en todos los niveles del movimiento.
Aunque siempre existen desigualdades, como en todos los ámbitos de la estructura social, que orillan a las mujeres a participar únicamente en los papeles tradicionales como el de organizar las comidas, hacer las compras, cocinar y limpiar. Otras tuvieron la oportunidad de hablar en los mercados y en los autobuses, reformular la propaganda política, modificando los mensajes “intelectuales” para que se entendieran, haciendo “pequeños cuentos”, incorporando mitos populares y dichos mexicanos.
Estuvieron en las guardias nocturnas, lo que les significó muchos problemas con sus familias. Su “condición femenina” las hacía menos sospechosas, varias fueron mensajeras y engañaban a la policía.
De acuerdo con una investigación realizada por Cohen y Frazier (2013), se mencionó que aunque para las mujeres el 68 había cambiado profundamente su vida, no existe una visibilidad amplia de su participación, porque “el género forma parte de la cultura política”, lo que invisibilizó su actuación aunque formaron parte exhaustiva en el movimiento.
Para Elena Poniatowska, aunque la participación de las mujeres en el 68 no se asumió “feminista”, sí conllevó un despertar libertario, que cuestionó en la práctica varios usos y costumbres de género. (LAMAS,2018)
El movimiento estudiantil de 1968 fue la antesala para la segunda ola del feminismo mexicano, con la formación de los primeros grupos militantes: Mujeres en Acción Solidaria (MAS, 1971), Movimiento Nacional de Mujeres (MNM, 1973), Movimiento de Liberación de la Mujer (MLM, 1974), Colectivo La Revuelta (1975), Movimiento Feminista Mexicano (MFM, 1976), Colectivo de Mujeres (1976) y Lucha Feminista (1978).
Así se consolidó una formación política de las mexicanas en el ámbito público y ha exigido una mayor organización social que ha trascendido hasta nuestros días, lo que no ha sido ajeno al incremento de la violencia en México; las desapariciones forzadas se han agudizado y en el caso de desaparición de mujeres, adolescentes y niñas existe además un vínculo con los delitos de feminicidio, trata de personas y explotación sexual de adolescentes y mujeres jóvenes.
Y ante la ausencia del Estado, madres, hijas y esposas, aprenden a rastrear a sus familiares, se organizaron en: Las rastreadoras del fuerte de Sinaloa, El colectivo “Hasta encontrarles CDMX”, En Michoacán, el grupo “Familiares caminando por justicia”, entre otros. Incluso, este año se conformó la Red Nacional de Familias de Personas Periodistas Asesinadas y Desaparecidas en México, ‘Tejidos Solidarios‘.
Las zapatistas son también un gran ejemplo de organización: 17 de noviembre de 1983 inició la gesta zapatista con la instalación de su primer campamento guerrillero en la Selva Lacandona. Las primeras en organizarse fueron las mujeres zapatistas y lo dejan manifiesto en la Ley Revolucionaria de Mujeres en 1993. El 1 de enero de 1994 cuando el EZLN saltó la barrera para exigir una plena garantía a los derechos de las comunidades originarias. A 29 años, esta exigencia sigue vigente.
A partir de 2014, el 26 de septiembre, la demanda sumada a esa fecha es la búsqueda de verdad y justicia para los estudiantes normalistas agredidos y desaparecidos de Ayotzinapa, Guerrero. Sus madres y padres son ejemplo de organización de las víctimas.
Erradicar la violencia sigue siendo la máxima demanda. En próximos meses nos prepararemos para una nueva movilización porque, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional por la No Violencia contra las mujeres, queremos recordar a las víctimas de feminicidio y a todas las mujeres con historias de violencia porque una demanda permanente es lograr el ejercicio real de nuestro derecho a una vida libre de violencia.
Súmate a esta acción registrando el caso de violencia para que seas parte de las más de 3 mil siluetas de nuestras hijas, hermanas, madres y amigas asesinadas que colocaremos en el centro de la ciudad. Para recordar a nuestras víctimas.
