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La cactóloga número uno del país: Helia Bravo  

Por Edith González Cruz

Ciudad de México.- La pasión por entender la estructura de las cactáceas llevó a la doctora Helia Bravo Hollis (1901-2001) a dar su vida a su estudio y ser considerada la cactóloga número uno del país debido a que identificó y clasificó más de 700 especies de cactus endémicos de México.

Estudiosa desde siempre, la maestra Bravo, como le gustaba que la llamaran, compartió en varias entrevistas que le hizo la Universidad Nacional Autónoma de México, su alma máter, que durante sus estudios de primaria, en 1908, recibió un diploma firmado por el entonces Presidente de México Porfirio Díaz y y por Justo Sierra, Secretario de Justicia e Instrucción Pública y Bellas Artes.

“Junto con el diploma me regalaron dos libros: uno de poesía y otro de la naturaleza; yo me embelesaba con los animalitos y las plantas. Desde entonces supe que ese sería mi destino”.

Aunque la Escuela Nacional Preparatoria abrió sus puertas en 1868, no fue sino hasta 1882 -14 años después-, que  ingresó la primera mujer: Matilde Montoya, quien en 1887 se tituló como la primera médica en México y marcó una nueva apertura para el desarrollo intelectual de las mujeres mexicanas, entre otras, Helia Bravo, quien para 1918 era una de las 15 mujeres inscritas en la preparatoria.

Posteriormente empezó a estudiar medicina; sin embargo, en 1924, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) abrió la carrera de Biología, a la cual inmediatamente, la entonces estudiante de 23 años, se cambió y se convirtió en la primera bióloga titulada en México.

FOTOGRAFÍA: Dirección General de Comunicación, UNAM.

En el libro Mujeres, educación y ciencia en América Latina, las autoras Rocío Balderas y Adrianna Gómez, señalan que si bien, en otros países de Europa las mujeres ya hacía tiempo habían iniciado su incursión profesional en la Biología. En Noruega, la universidad se fundó en 1811 y casi desde su inicio se permitió el ingreso a mujeres, sin embargo, no se les permitía graduarse. Después de años de lucha, por presión de países vecinos que habían aceptado que las mujeres concluyeran sus estudios, como Suecia en 1872 y Dinamarca en 1875, Noruega aceptó en 1884 la titulación de mujeres.
Autora de numerosos artículos científicos y libros, sin duda el más importante en su trayectoria fue Las cactáceas de México, publicado en 1937, y que a la fecha sigue siendo uno de los referentes para el estudio de este tipo de plantas.

Posterior a la publicación del libro, se casó con José Clemente Robles, médico reconocido y uno de los primeros neurocirujanos de México. A petición de su esposo, Helia dejó todas sus investigaciones y se dedicó a las actividades del hogar. Sin embargo, luego de trece años de matrimonio y no haber tenido hijos, se divorciaron y la maestra volvió a su vida de profesora investigadora.

Por sugerencia de Ignacio Chávez, rector de la UNM de1961 a 1966, la maestra se dedicó a hacer una nueva edición del libro sobre cactáceas. Tras una ardua labor y con la colaboración de su colega Hernando Sánchez Mejorada, la doctora Braco terminó su mayor obra Las cactáceas de México con tres volúmenes. El primero apareció en 1978 con un total de 743 páginas; los dos restantes, en 1991, con 785 y 564 páginas, respectivamente.

El legado de la también Honoris Causa por la UNAM, fue más allá de la ciencia. Contribuyó a fundar, en 1951, la Sociedad Mexicana de Cactología, de la cual fue presidenta y, en 1959, el Jardín Botánico de la UNAM, donde albergó la mayor parte de los ejemplares recolectados en prácticamente todo el país.


En 2001, a punto de la celebración por su centenario, la muerte de la doctora Bravo sorprendió a la comunidad científica del país. A solo cuatro días antes de los festejos, falleció un 26 de septiembre en la Ciudad de México. Su legado queda no solo en la botánica nacional, sino también en varias especies bautizadas con su nombre como la Airocarpus bravoanus o la Opuntia heliabravoana, entre otras.

En homenaje a su trayectoria, en el desierto más sureño del país: la Reserva de la Biosfera Tehuacán-Cuicatlán, en la frontera entre Puebla y Oaxaca, se creó un jardín botánico con su nombre y el 10 de octubre se instauró como el Día Nacional de las Cactáceas, con la finalidad de recordar a la población mexicana sobre la importancia de conservar biznagas, garambullos, nopales, cardones, órganos, saguaros, tetechos, alicoches, cardenches, pitayas, viejitos, entre otras cactáceas.

Las cactáceas

Así como las joyas o las flores, las cactáceas también generan pasiones. Esas extrañas plantas que viven en lugares secos, con formas tan extrañas: redondas como pelotas, alargadas como soldados o pequeñas como rocas, con hermosas y coloridas flores que en algunos casos, solo viven un día, o con espinas por todos lados, algunas hasta tienen su tallo cubierto de algo parecido a pelos blancos.

Las cactáceas son originarias de América y ocupan el quinto lugar en diversidad. En el mundo existen alrededor de 1,400 especies, de las cuales 850 son mexicanas y 518 endémicas, es decir, somos el país donde existe la mayor diversidad de cactáceas con un alto número de endemismo de alrededor del 75 %.

FOTOGRAFÍA: Edith González Cruz


Aunque se piensa que solo viven en desiertos y zonas áridas, también pueden vivir en ambientes húmedos como las selvas. Son plantas especialistas en almacenar agua, estar despiertas en la noche para tomar aire y listas para almacenar energía durante el día. Su crecimiento es muy lento y pueden llegar a vivir hasta 2 mil años.


Por desgracia, la mayoría de ellas está en riesgo de extinción. Ocupan el primer lugar en el listado de especies en peligro de extinción en las normas mexicanas y, también figuran en los dos listados más importantes a nivel internacional: el de la Convención sobre Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) y el de la Unión Mundial para la Naturaleza (IUCN).


Las cactáceas, desde tiempos prehispánicos, son parte esencial de nuestra cultura, geografía, historia y gastronomía. El mito de la fundación de Tenochtitlán cuenta de un nopal en medio de un lago, misma imagen que luego se plasmó en nuestro escudo nacional. En la cocina, los nopales y sus frutos, como las tunas, xoconostle y pitahayas, son un elemento clave en la gastronomía popular de varias regiones del país.

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