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Boleros musicales, educación mitificada y desigual del amor

Por Edith González Cruz

Ciudad de México.- Deseo, pasión, celos, mentiras, infidelidad, dolor, despecho, desamor, venganza, olvido y muerte, son algunos de los tópicos que se abordan en infinidad de boleros, ese género musical que hermanó a Cuba y México a principios del siglo pasado y que ya forma parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, sin embargo, más allá de su valor musical e importancia cultural, a partir de este siglo ha recobrado fuerza la crítica que, desde la perspectiva de género, se ha hecho a los boleros por cosificar en sus letras a las mujeres, reproducir estereotipos y roles de género.

En el texto El bolero y la educación sentimental en México” (UAM-Porrúa, 2001), María del Carmen Peza Casares, señala que los discursos bolerísticos pertenecen a un universo discursivo del amor-pasión, el amor trágico, el amor imposible, de la relación del amor con la muerte, estos discursos perpetúan una educación amorosa y sentimental mitificada y desigual donde el sujeto que enuncia su amor es en general masculino y el objeto amoroso, en la mayor parte de estas expresiones, es la mujer.

Por otra parte, para la periodista y premio 2003 La Mujer en la Unión Europea, Fabiola Calvo “Vale mirar sus letras [de boleros y tangos], como reproductoras de pensamientos, ideologías y actitudes patriarcales o violentas. Para seguir pensando y trabajando en un cambio de la sociedad, sería conveniente revisar lo que se convierte en costumbre, lo que pasa inadvertido o parece inofensivo”.

En su artículo Bolero y tango entre machismo y violencia, plasma algunos ejemplos de esta violencia: «Cosas como tú, son para quererlas» (letra Ernesto Hoffman, intérpretes Johnny Albino y el Trío San Juan); «Mujer divina tienes el veneno que fascina en tu mirar (letra Agustín Lara, intérprete Pedro Vargas); «Señora bonita, mire que ironía, yo amándola tanto y usted tiene dueño» (letra Adolfo Salas, intérprete Leo Marini); «Por qué te hizo el destino pecadora, si no sabes vender el corazón?» (letra Agustín Lara, intérprete Pedro Vargas).

Otras frases, de canciones famosas en México, que bajo la mirada de la perspectiva de género hacen a cualquiera levantar la ceja son: “Vende caro tu amor aventurera”, “Cambias tus besos por dinero, envenenando así mi corazón”, “Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiere Dios, hasta la eternidad te seguirá mi amor”, todas de Agustín Lara.

La decisión de declarar al bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad se decidió el pasado 5 de diciembre en la 18ª reunión del Comité Intergubernamental para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), que se celebra desde el pasado lunes y hasta el próximo sábado en la ciudad de Kasane, en Botsuana.

“El bolero es una práctica cultural con un fuerte sentido de identidad colectiva en las culturas mexicana y cubana, ya que muchas personas se identifican con su práctica en el ambiente familiar y comunitario, en espacios como fiestas, serenatas, conmemoraciones incluso luctuosas, en la vida cotidiana y en las reuniones especiales para la interpretación y escucha del Bolero, llamadas bohemias en México y descargas o peñas en Cuba”, señala la inscripción binacional en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.

Deconstruir desde la educación básica

En el 2010, la Secretaría de Educación Pública, en conjunto con el Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG) de la Universidad Nacional Autónoma de México, publicó el libro de texto Equidad de Género y prevención de la violencia en primaria, con la finalidad de educar a niñas y niños de educación básica bajo los principios de igualdad y equidad entre mujeres y hombres, desnaturalizar la discriminación y violencia de género y, modificar los modelos de conductas sociales y culturales que implican prejuicios basados en la idea de la inferioridad o superioridad de uno de los sexos.

El bolero y la balada romántica son algunas de las expresiones culturales que se analizan desde la perspectiva de género, dejando ver que nuestra tradición cultural está llena de estereotipos y roles que no aportan a la igualdad y erradicación de la violencia contra las mujeres.

El sexo y el desenfreno pasional del que hablan algunos boleros, también son temas que aborda el libro de texto gratuito y que, mediante reflexiones y ejercicios colectivos, pone el acento en la crítica de la hipersexualización actual, donde las  niñas y adolescentes son las principales víctimas en medios de comunicación, redes sociales y representaciones artísticas.

Al respecto,  Carlos Monsiváis escribió para el libro Bolero. Clave del corazón (Fundación Alejo Peralta, 2004): “A lo largo de casi un siglo, el bolero es un promotor ansioso de las relaciones amorosas o del deseo de tenerlas, el testigo, el contexto, el paisaje acústico. El bolero surge para facilitar las ilusiones sentimentales, y esa función le hace extraer del romanticismo el idioma de la entrega sin condiciones, del resentimiento sin límites, de la sensibilidad sin la cual el amor pierde su brillo íntimo”.

Los esfuerzos por el reconocimiento del bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial en México se remontan a 2015, para lo cual se creó el Instituto Bolero México y se inscribió en el Inventario Nacional en 2018; mientras que Cuba lo incluyó en su propia lista de patrimonio inmaterial de la nación en 2021.

Por ser » identidad, emoción y poesía hechas canción”, en el 2022, ambos países solicitaron a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) declarar el bolero como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

El bolero es un género musical que nació en Cuba a finales del siglo XIX, fue registrado por primera vez en 1883 con la composición “Tristezas” del creador isleño José “Pepe” Sánchez, se extendió por México y otros países de América Latina con sus letras de amor, pero principalmente de desamor, así como sus percusiones, guitarras, bajos, pianos, alientos y su característico requinto mexicano que, en conjunto con las voces solitarias o en grupo, lo enriqueció tanto en su país de origen, como en las naciones que lo acogieron como propio.

Las compañías de circos y de revistas musicales cubanas de los años treinta fueron las que dieron a conocer los boleros en Yucatán (Guy Cárdenas y Armando Manzanero, son de sus máximos exponente) y de ahí se empezó a expandir por todo el país como Veracruz, cuna de otro ícono del bolero: Agustín Lara.

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