Ciudad de México.- En la isla de Jeju, en Corea del Sur, existe una sociedad matriarcal en donde un grupo de mujeres practican el buceo en apnea a grandes profundidades para la pesca de recursos del lecho marino. Es una actividad económica que tiene un profundo significado social y cultural y son conocidas como las haenyeo o las mujeres del mar.
La isla de Jeju está ubicada en Corea del Sur y la temperatura de sus aguas oscilan entre los 13 grados en febrero y los 28 grados en agosto. El Mar de esta isla es una de las rutas migratorias y zonas de invernada para especies de aguas cálidas, lo que ayuda a las haenyeo a tener una buena pesca.
Desde hace cinco mil años, el trabajo de buceo existe. Al menos en Corea del Sur, comenzó con la dinastía Chosun que duró entre 1392 y 1910. Entre los siglos XVII y XVIII la labor fue asignada exclusivamente a las mujeres, prohibiendo a los hombres esta práctica al ser mal visto que estuvieran junto a los cuerpos desnudos de las haenyeo y porque ellas eran vistas de una clase social inferior.
De acuerdo con el articulo ‘El buceo como práctica cultural en las mujeres haenyeo de Jeju (1910-1976)’ de Ana Ortiz Olivar, ahora sigue siendo una tarea exclusiva de las mujeres de la Isla de Jeju y la aprenden desde los seis o siete años porque requiere de varias etapas de formación. Por ejemplo, a los doce años comienzan con la pesca a poca profundidad y alcanzan el mayor punto de aprendizaje hasta los cuarenta y cincuenta años, pero las buceadoras experimentadas tienen de ochenta a noventa años.
Las haenyeo pueden bucear de 5 a 6 horas a una profundidad de 20 metros y siempre conteniendo la respiración 1 minuto durante cada inmersión. Cuando llegan al fondo, recolectan abulón, alga parda, caparazón e incluso sargazo. Suelen trabajar en equipos de entre cinco a seis
personas y hasta diez, entre las cuales las más viejas y experimentadas toman la iniciativa y guían a las buceadoras más jóvenes.
De vuelta en la superficie emiten un sonido llamado “sumbisori” que consiste en un silbido similar al “fui” como mecanismo natural para la descompresión. En la década de 1979, las haenyeo usaban bañadores de algodón y una camiseta sin mangas, pero gracias a un subsidio del gobierno comenzaron a emplear trajes de baño de goma y gafas de protección logrando duplicar su jornada laboral mensual.
También se sumergen con cestas o boyas que utilizan para mantenerse a flote y resguardar su cosecha. No se les permite utilizar equipos de buceo profesionales, más que un traje de neopreno para evitar una pesca excesiva. Aun así, las haenyeo están en contra de la pesca industrial, ya que esta actividad ha bajado su producción al acaparar los recursos costeros y producir contaminación.
“Por muy fuerte que se agiten las olas o por muy fuerte que sople el viento, nadan libremente en el vasto mar como entrando y saliendo de sus propias casas, sin miedo; como sirenas más bien que los seres humanos” -Ana Ortiz Olivar en El buceo como práctica cultural en las mujeres haenyeo de Jeju (1910-1976).
Las haenyeo también son trabajadoras agrarias, puesto que cada familia tiene su campo de tierra para cultivar. También son parte de las cooperativas que laboran en los campos de mar por cuatro y cinco horas al día y de siete a quince días al mes.
Sin embargo, su trabajo tiene ventajas y desventajas para su salud. Por ejemplo, adaptarse a los ambientes fríos ha afectado sus funciones inmunes y aumentado su densidad ósea, además, están expuestas a enfermedad por descompresión al hacer inmersiones con apnea.
Por ello, tienen cuatro reglas esenciales para el cuidado de su salud: apreciar y cuidar el cuerpo para trabajar, mantener una mente tranquila, tomar medicamentos y recibir tratamiento para aliviar los síntomas, y depender de los demás y afrontar las dificultades a través de la convivencia.



Su resistencia ante los cambios políticos y culturales
Entre 1910 y 1945, Corea fue ocupada por Japón siendo uno de los episodios más importantes en su historia, pues además de traer la modernización que tuvo influencias en la conciencia social, especialmente de las mujeres. Anteriormente a esta época, en el país gobernaba la dinastía Choson, establecida por Yi Seong-gye en 1392 y que duró 500 años, el cual adoptó el confucianismo chino como religión nacional, una estructura social patriarcal alocéntrica donde no había lugar para las mujeres.
Con la ocupación japonesa, las haenyeo dejaron de estar al margen de los roles tradicionales femeninos y adquirieron notoriedad como trabajadoras independientes convirtiéndose en símbolos de fortalecer y modelo de la mujer coreana. Esto ligado a que la economía pesquera fue industrializada y se promovió la explotación de recursos marinos.
Las haenyeo pasaron de ser recolectoras locales a trabajadoras migrantes especializadas y su trabajo contribuyó a la economía local y a la expansión del mercado pesquero japones. Muchas mujeres se desplazaron por Corea y el extranjero para operar como una fuerza laboral femenina clave, siendo una consecuencia de como las políticas coloniales transformaron el mar en un espacio económico capitalizado.
Con el tiempo, las haenyeo crearon resistencia a la pesca industrializada, organizaron protestas por los abusos, los impuestos injustos y la corrupción de las autoridades japonesas. Entre 1931 y 1932, las mujeres levantaron uno de los movimientos importantes en la historia coreana para reclamar autonomía y justicia en su actividad, logrando que en 2003 el gobierno las declarará «patriotas de la independencia».
Las dinámicas de género que marcaron esta actividad
Con la ocupación estadounidense en los años posteriores, la tarea de las haenyeo se dificultó. En 1948 hubo una masacre en la Isla de Jeju que eliminó a gran parte de la población masculina provocando que el trabajo terrestre recayera en las mujeres junto al marítimo. Pese al reconocimiento de su trabajo, se consideró a las haenyeo de bajo estatus dificultando el relevo generacional, pues las mujeres jóvenes educadas ya no deseaban heredar su tarea, quebrando la transmisión cultural.
Las dinámicas de buceo de las haenyeo estuvieron marcadas por las dinámicas de género que condicionaron su lugar en la sociedad y en el mercado laboral. Durante la ocupación japonesa, ellas comenzaron a participar en la esfera pública logrando acceder a la educación, el trabajo y el consumo, rompiendo así con los estereotipos tradicionales, desafiar el orden patriarcal y construir una identidad distinta a la asignada culturalmente.
Su actividad está marcada por una doble discriminación: por ser mujeres y por pertenecer a una etnia marginada dentro del sistema colonial. Los trabajos migratorios estaban controlados por supervisores hombre quienes ejercieron violencia económica, simbólica y sexual sobre ellas como darles prestamos impagables u obligarlas a tener relaciones sexuales como formas de pago.
Aunque las haenyeo eran proveedoras económicas en sus hogares, ellas no podían decidir sobre el uso de sus ingresos siendo estos gestionados por sus parejas. Además, su educación era desigual, había más niños que niñas matriculadas en las escuelas primarias y no existían escuelas secundarias para las mujeres de la Isla de Jeju, provocando que su única opción laboral en el futuro fuera el buceo.
Además, su labor seguía siendo considerado como una extensión del trabajo doméstico o de subsistencia más que como una profesión valorizada. La estructura patriarcal reforzó así la subordinación de las mujeres en las familias y en la sociedad, incluso cuando desempeñaron un rol productivo clave.


El buceo para las mujeres de la Isla de Jeju
De acuerdo con Ana Ortiz Olivar, el buceo fue más que una actividad económica para estas mujeres representó un eje identitario y comunitario, ya que durante la ocupación japonesa cambió la estructura económica de Jeju, desplazando el centro de actividad de las granjas hacia las aldeas pesqueras donde las mujeres asumieron roles de liderazgo negociando sus ventas y participaron en la toma de decisiones activamente.
La práctica del buceo les permitió ejercer sus derechos en el espacio público, resistir la autoridad masculina e incluso desafiar al poder imperial, consolidando una identidad basada en la fortaleza, la cooperación y el autoabastecimiento.
Además, el buceo fortaleció un tejido comunitario único, sustentado en la solidaridad y el trabajo compartido. Las cooperativas de haenyeo (Haenyeohoe) funcionaban con principios de autogobierno, equidad y participación democrática, extendiéndose más allá del trabajo al ocio y el apoyo mutuo.
Esta vivencia colectiva estaba también imbricada con lo espiritual: oraban al dios dragón y a la diosa de los vientos Yeoungdeung Halmang para protegerse, y concebían su cuerpo como un instrumento económico y simbólico. Así, el buceo se inscribía en una cosmovisión que integraba medioambiente, comunidad y trascendencia, constituyendo un verdadero patrimonio cultural inmaterial.
En 2016, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) declaró la actividad de las haenyeo como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad siendo este un reconocimiento a las características representativas únicas de su identidad cultural.