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¿Micro?machismos, glosario de prácticas cotidianas violentas

Por Julieta Regina León Marín

«No son micromachismos porque sostienen un problema enorme»

Ciudad de México. – Nos hemos acostumbrado a vivir con prácticas y mecanismos en apariencia sutiles de dominación los cuales acontecen en nuestro día a día, los cuales son naturalizados y legitimados pero gracias a la intervención del feminismo hemos podido detectar y hoy darnos cuenta de ello para transformar el fondo violento que los contiene.

Por lo que Claudia de la Garza y Eréndira Derbez en su libro Machismo cotidianos, lograron realizar un recuento de estas prácticas violentas cotidianas y nos permiten entender el porqué no son micromachismos, «ya que sostienen un problema enorme».

No olvidemos que México acumula un registro donde 7 de cada 10 mexicanas de 15 años o más quienes afirman haber han experimentado algún tipo de violencia a lo largo de su vida, por lo que no debería considerarse «micro» ni se le debe restar importancia al impacto por la normalización de la violencia (ENDIREH).

Todos estos términos, diferentes entre sí, comparten algo en común y es visibilizar algo cotidiano y normalizado como el acto violento que representa. Aunque sólo son palabras, el trasfondo social de estas mismas abren la discusión al cuestionamiento de las prácticas dentro de la relación entre hombres y mujeres.

Gaslighting

Una de las formas más comunes de violencia emocional es el gaslighting; una práctica que usa el agresor para mostrar una aparente amabilidad que encubre tácticas de manipulación. De acuerdo con el artículo «Gaslighting. La invisible violencia psicológica», esta conducta forma parte del ciclo de abuso en relaciones de pareja, el cual comienza con una etapa de tensión caracterizada por hostilidad y daño emocional. Posteriormente, se produce una fase de confrontación que puede escalar en agresiones física y situaciones de riesgo.

El término “Gaslight” o “Luz que agoniza”, proviene de una película de 1944 dirigida por George Cukor, en la que un hombre manipula a su esposa lentamente hasta hacerla creer que está volviéndose loca. El protagonista aísla a su víctima dejándola sin redes de apoyo y poco a poco juega con su mente para obligarla a instalarse en un mundo casi irreal, así evita que ella descubra que él asesinó a su anterior pareja en su primer matrimonio.

El gaslighting es definido como una forma de manipulación y abuso psicológico: “es una violencia sutil, muy normalizada, que ejerce un hombre a una mujer por su posición de poder. Con el gaslighting se invalidan las emociones y sentimientos, comienzas a disculparte, a dudar de ti al grado de preguntarte: ¿Seré yo el problema?”, contó para Cimacnoticias Erika Díaz, psicóloga integrante de la Red de Acompañamiento Psicológico para la Salud Integral (Redapsi).

En este tipo de violencia el agresor adopta un comportamiento de manipulación que hace que la otra parte dude de sí misma y su construcción o criterio sobre la realidad, esta táctica produce inestabilidad emocional y debilita la confianza. Finalmente se activa la última fase del ciclo de violencia: llegan las disculpas, las promesas de cambio y los gestos amorosos con los que intenta restablecer el vínculo y reiniciar la dinámica del abuso.

Un ejemplo gráfico del gaslighting es la miniserie «Ángela», en la que la protagonista experimenta diferentes episodios de violencia por parte de su pareja y aunque intenta esconder la situación frente a sus cercanas, es percibida con facilidad: ella se ha retraído, tiene menos contacto con el exterior, se mira ansiosa y cada tanto en su piel se asoman los moretones de la violencia física recibida, pero cuando finalmente quiere acabar la relación es tildada como «loca».

Male Flight

Traducido como el “vuelo masculino”, el male flight hace alusión al rechazo de los hombres por compartir el campo profesional con las mujeres, ya sea por considerarlo femenino o porque las mujeres han alcanzado dicha profesión, por ello los hombres optan por abandonar estos espacios y sesgarlos denostarlos: “de mujeres”.

Con el paso del tiempo las mujeres se han integrado a campos laborales en donde antes predominaban los hombres, con esto algunos hombres se han sentido desplazados por lo que han preferido cambiar de rubro profesional antes de ser percibidos como femeninos por incurrir en “trabajo de mujeres”.

Esta forma de discriminación perpetúa y refuerza la división sexual del trabajo que tiene como consecuencia la prevalencia de la brecha salarial entre hombres y mujeres; pues la lucha de las mujeres por abrirse camino en la esfera pública es echada abajo si en cuanto ellas conquistan estos nuevos espacios inmediatamente son catalogados como “de mujeres”.

Un ejemplo de este fenómeno es el campo de la enfermería, actualmente es una profesión estereotípicamente considerada de mujeres por el hecho de relacionar el trabajo de cuidados con ellas, sin embargo, históricamente la enfermería era una profesión totalmente de hombres, lo mismo pasa con el secretariado y la recepción.

Mansplaining

Cuando un hombre explica algo de forma arrogante a una mujer asumiendo que ella no sabe o en su defecto sabe menos, también es violencia y se llama mansplaining.

Traducido como “hombre explicando”, el mansplaining hace alusión al acto masculino de querer explicarle todo, con tono condescendiente, a cualquier mujer minimizando sus conocimientos e incluso infantilizándolas, anteponiéndose como el único dueño de la palabra. La connotación del acto no recae en la explicación, sino en la idea socializada de que las mujeres no saben lo suficiente por eso necesita que un hombre las instruya.

Lo que para cualquiera podría parecer una conversación o un intercambio de conocimientos, para las mujeres es una frustración constante, en donde son interrumpidas deliberadamente por los hombres que creen saber más que sus propias colegas, pues sin importar el contexto (cotidiano o profesional) siempre se encontraran un hombre que de manera irrespetuosa alce la voz para explicarle lo que en muchas ocasiones ella ya sabe.

Esta manifestación violenta esta tan normalizada que muchas veces suele pasar desapercibida y de ser detectada, el hacer visible que “estas siendo interrumpida” puede considerarse como una falta de respeto, ya que esta dinámica también viene acompañada de cierto grado de manipulación en donde se hace creer, a la víctima y posibles espectadores, que la explicación “es por tu bien”.

El mansplaining tiene consecuencias en la vida cotidiana de las mujeres, principalmente en su desarrollo psicosocial personal y profesional, pues tienen a limitarse en la participación activa de cualquier conversación que involucre a hombres, además de perpetuar la idea de que la voz del hombre es más valiosa y confiable que la de las mujeres.

Los ejemplos de este tipo de violencia abundan y pueden encontrarse bajo cualquier escenario, desde programas de televisión y noticiarios hasta aulas estudiantiles y pláticas familiares.

Manspreading

El manspreading o expansión masculina del espacio público es un término inglés, que se puede traducir como ‘hombre despatarrado’ y ha sido motivo de análisis desde el feminismo, incluso señalado como un micromachismo, que se ejerce desde el privilegio masculino arraigado en la cultura patriarcal y que las mujeres en las zonas urbanas lo enfrentan de forma constante en el transporte público.

El manspreading hace referencia a la forma de sentarse, con las piernas abiertas, de algunos hombres, específicamente en espacios públicos como el transporte colectivo, en donde invaden deliberadamente el espacio vital de las personas de los asientos adyacentes, específicamente de las mujeres, pues son ellas las que están obligadas a sentarse con las piernas cerradas.

El efecto del manspreading en las mujeres va más allá de la incomodidad física; se trata de una manifestación de desigualdades de género arraigada que afecta la seguridad, la autonomía y la experiencia en el espacio público.

Esta práctica no solo afecta la comodidad física de otras personas en espacios compartidos, sino que transmite un mensaje de falta de respeto hacia los límites personales y la igualdad de derechos en el uso del espacio público. Para muchas mujeres, el manspreading no sólo es incómodo debido a la invasión física del espacio personal, sino que también puede llevar a una sensación de invisibilidad o exclusión en entornos públicos.

Manterrupting

Siguiendo con el patrón que las mujeres “necesitan” guía y aprobación de los hombres, con el manterrupting se normaliza que las mujeres no puedan concluir con una idea a causa de la interrupción constante de sus congéneres, obligándolas a escuchar en voz de ellos lo que ellas ya saben y estaban en pie de expresar.

A diferencia del mansplaining, en el manterrupting los hombres no buscan “explicarle” a las mujeres, su cometido está en visibilizar sus altas capacidades y conocimiento por encima del de las mujeres, así como degradar, ridiculizar o minimizar a la mujer involucrada.

Desproporcionadamente son las mujeres las que tienen que lidiar con la interrupción constante de los hombres, ya sea para concluir con su idea o reformular su mensaje, apropiándose del mismo. 

Por ello este fenómeno suele darse mayormente en ambientes laborales en donde los hombres se sienten intimidados por la participación o simple presencia de las mujeres, sin embargo, también se puede presenciar en atmosferas familiares o amistosas; dejando secuelas en la autoconfianza de las mujeres repercutiendo en la ausencia de su participación.

Manxplicar

Aunque podría parecer sinónimo del mansplaining, el manxplicar recae en la acción de los hombres que creen saber, de mejor manera, lo que siente o está pasando una mujer, es decir, no sólo le limita a la explicación de algo relacionado a los conocimientos que ella posee, sino que -le está explicando cómo es que ella se siente-.

Un claro ejemplo de este fenómeno es cuando hombres se pronuncian públicamente para opinar de feminismo, aborto, menstruación, maternidad o cualquier otra situación o problemática que únicamente repercute en las mujeres, aunado a ello se presentan como expertos en el tema. Sin embargo, este también puede ser un escenario cotidiano con compañeros de trabajo u hombres, comúnmente mayores, de los círculos cercanos.

El problema de esta práctica no es sólo la reafirmación de que la participación masculina es más valiosa o importante que la de las mujeres, sino la apropiación de los espacios exclusivos de mujeres en temas exclusivos de mujeres, no sólo tratándolas de forma condescendiente sino peor aun excluyéndolas de la esfera pública.

Tone policing (tono policial)

Frases como: “pero no grites”, “primero cálmate”, “ve como te pones”, “dilo civilizadamente” entre muchas otras, son parte del tone policing una práctica violenta que busca silenciar el punto de vista de una persona, mayormente de mujeres o grupos minoritarios que externan sus inconformidades; evadiendo el tema y contenido de la conversación por el tono vocal en el que este se expresa.

El término se traduce del inglés como “tono policial” y hace alusión a la vigilancia o fiscalización en actitud policial. Esta práctica consiste en centrar la atención en el tono de la discusión o en su defecto de la conversación con el fin de restarle importancia al contenido de la misma, es decir, evadir el tema por cómo es comunicado.

Esta forma de violencia se usa para minimizar el sentir de las mujeres además de ridiculizarlas por el mismo sentimiento. La gravedad de esta práctica recae en la fractura constante y normalizada del derecho a la libre expresión, ya que al silenciar a las personas que expresan sus quejas se está perpetuando la opresión de aquellos grupos minoritarios.

Un claro ejemplo de este fenómeno es cuando en las marchas del Día Internacional de la Mujer (8M), los medios de comunicación enfocan la cobertura del movimiento a los actos de iconoclasia (destrucción de iconos o símbolos de autoridad con propósito de cambio), en lugar de centrarse en las peticiones de millones de mujeres que manifiestan su inconformidad por la inseguridad que conlleva ser mujer en un país machista como México.

Todas estas muestras de violencia sutil y no tan sutil, aunque suelen pasar desapercibidas, es importante tener las herramientas necesarias para detectarlas y poder reaccionar adecuadamente, mostrando que las mujeres también pueden y deben ocupar el espacio público y privado con dignidad en todas sus expresiones.


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