Ciudad de México.- Con la llegada del nuevo año, muchas mujeres retoman sus listas de propósitos y, como cada enero, bajar de peso vuelve a ocupar un lugar importante, por lo que las dietas estrictas, la culpa por comer y el ejercicio excesivo se hacen más presentes en los meses siguientes, evidenciando cómo los mandatos patriarcales siguen condicionando la relación entre su cuerpo y bienestar.
La llegada de diciembre suele asociarse con felicidad, paz y armonía; sin embargo, esta no es la realidad para todas. Aún sin haber terminado las fiestas decembrinas, las redes sociales se comienzan a inundar con consejos sobre cómo no subir de peso, tener el “cuerpo ideal” para el año siguiente y un sin fin de información que, aunque parece inofensiva, refleja una cultura patriarcal que exige a las mujeres mantenerse delgadas, incluso cuando esto no sea de forma saludable.
Este comportamiento, según Tzazil Valencia, profesora-investigadora de la Escuela Nacional de Trabajo Social, responde al rechazo hacia las personas con cuerpos grandes o gordos, situación que no sucede con los cuerpos delgados, pues al cumplir con los estándares de belleza impuestos son considerados “perfectos”, hegemónicos, logran encajar en todos los espacios y acceder con mayor facilidad a distintas oportunidades.
Para alcanzar estos objetivos patriarcales, muchas mujeres recurren a la cultura de las dietas, la cual no busca la salud como objetivo sino la delgadez, lo que las lleva a seguir planes restrictivos que eliminan ciertos grupos de alimentos para perder peso rápidamente, generando a la larga miedo a la comida, inseguridad y sentimientos de culpa al consumir lo que tienen catalogado como “prohibido”.
De acuerdo con el artículo “Ideal de cuerpo femenino y cultura de dieta”, para lograr el cuerpo hegemónico, se recurre a distintas dietas de moda que no cumplen con las características de una alimentación correcta, como la cetogénica (alta en grasas, baja en carbohidratos y moderada en proteínas), el ayuno intermitente, la paleolítica (basada en alimentos que consumían nuestros antepasados, sin procesados), la flexible (conteo de calorías sin considerar los micronutrientes), la cruda (alimentos sin cocción) y otras que se apoyan de suplementos en polvo o bebidas.
Sin embargo, todas estas dietas pueden generar cierta pérdida de peso a corto plazo, pero suelen provocar un rebote, en el que se recupera rápidamente todo lo perdido. Además, las dietas restrictivas crean un estado de hambre constante y ansiedad por la comida, lo que puede llevar a perder el control y aumentar el riesgo de desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria (TCA).
De propósito de Año Nuevo a transtorno alimenticio
Un propósito que podría parecer saludable y beneficioso, como lo es bajar de peso, no siempre va acompañado de una alimentación adecuada, sino que puede estar vinculado a conductas de riesgo; muchas veces, estos deseos de modificar el cuerpo comienzan a gestarse desde la infancia.
De acuerdo con el artículo Prevalencia de conductas alimentarias de riesgo en adolescentes mexicanos, las nuevas generaciones muestran que las mujeres son más propensas a iniciar su primera dieta alrededor de los 9 o 10 años y a padecer un TCA entre los 14 y 19 años.
Mujeres comienzan dietas a los 9 años. Gordofobia disfrazada de discurso «saludable»
El panorama en México es preocupante, pues según datos del Gobierno de México, se estima que el 25 por ciento de los adolescentes presenta, en distintos grados, algún trastorno de la alimentación. Los más comunes son la bulimia, la anorexia y los atracones, y por cada hombre afectado puede haber hasta diez mujeres con alguno de estos problemas.
A nivel nacional e internacional, menos del 10 por ciento de los adolescentes que lo padecen recibe algún tipo de tratamiento. En la mayoría de los casos, las personas que presentan cambios en su alimentación rara vez solicitan atención en salud mental por este tipo de problemas y suelen acudir a servicios especializados únicamente cuando existe un intento suicida o se presentan conductas autolesivas graves.
Esta demora ocasiona que las personas lleguen a los servicios médicos con daños severos, tanto en su salud física como mental. Además del trastorno de la alimentación, presentan al menos tres padecimientos adicionales: depresión, ansiedad generalizada o social y estrés postraumático, y hasta el 25 por ciento de los pacientes consume sustancias psicoactivas.
Ejercicio sin mesura
Junto con la cultura de las dietas, los gimnasios se llenan nuevamente tras el comienzo de un nuevo año. Aunque el ejercicio es indispensable para mantener una vida saludable, realizarlo sin las precauciones adecuadas como calentar antes de entrenar, usar correctamente las máquinas o no cargar más peso del adecuado, puede derivar en lesiones leves, graves o incluso mortales.
Entre 2024 y 2025, se registraron muertes de personas en distintas sucursales del gimnasio Smart Fit; hasta el momento, se tiene constancia de al menos 3 casos de mujeres. Aunque no se han dado detalles oficiales sobre lo sucedido, usuarios denunciaron la falta de personal de supervisión, la ausencia de solicitud de estudios médicos previos y, sobre todo, la inexistencia de protocolos para prevenir este tipo de situaciones.
En una cultura patriarcal que solo idolatra la delgadez, hacer ejercicio no siempre significa buscar una mejor salud, sino que se convierte en un medio para perder calorías a cualquier costo, sin importar la forma en la que se ejecute.
Hacer ejercicio sin mesura, contar calorías de forma obsesiva, tener miedo a la comida o incluso dejar de disfrutarla no debería formar parte de los propósitos de Año Nuevo. Llevar una vida saludable, mantener una alimentación balanceada y realizar actividad física debe ir siempre acompañado de la supervisión de especialistas no pesocentristas, que prioricen el bienestar integral y la salud, más allá de un número marcado por la báscula.




