Inicio ColumnaNuestras voces en el camino El género en el trauma para sobrevivientes y familias del incendio en estancia migratoria de Ciudad Juárez

El género en el trauma para sobrevivientes y familias del incendio en estancia migratoria de Ciudad Juárez

El 27 de marzo de 2023 marcó el inicio de un camino de duelo y recuperación para las personas que estuvieron en la estancia migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua, donde 40 migrantes fallecieron y 42 personas sobrevivieron a un incendio que pudo evitarse mientras estaban bajo custodia del Estado mexicano.

Hoy, a más de un año de esa experiencia extrema, aún se busca justicia y reparación integral del daño para las víctimas directas e indirectas. Este camino también ha representado numerosas visitas a médicos especialistas, instituciones gubernamentales, ministerios públicos y una larga remembranza de los hechos que han afectado a las personas a nivel físico, emocional y social.

Pareciera que el incendio no solo acarreó heridas físicas, sino visibilizó la desigualdad entre mujeres y hombres en el sistema de cuidados. Lo sucedido no solo trastocó al hombre que sobrevivió, sino también en los ámbitos familiar, social y político.

Observar cómo se recuperan las heridas físicas ayuda a procesar lo vivido, pero ¿qué sucede con esa huella emocional que no se ve, no se siente y queda después de un acontecimiento traumático como el incendio?

Hablar sobre un evento extremo que amenazó nuestra integridad física y psicológica, que nos pone en jaque porque es capaz de replantear hasta nuestra propia identidad, no es sencillo, y mucho menos, cuando existe un ideal o una expectativa sobre cómo una persona sobreviviente debería de procesarlo.

Acompañar a las personas para reestructurar su camino tras este suceso incluye reflexionar sobre cómo la huella emocional se vive si eres mujer, hombre, persona afectada directa o indirecta. Por lo tanto, resulta imprescindible nombrar los esquemas sociales y culturales que atraviesan nuestra forma de relacionarnos, sentir y sobre cómo se construye nuestra identidad, ya que pensar que es el mismo proceso para todas las personas, es negar las desigualdades sociales que atraviesan las mujeres y los hombres ante un evento que ha vulnerado sus derechos.

Para las mujeres, pareciera que su género hace que la “tarea sea más sencilla”, sin embargo, no siempre es así. En este caso, a las mujeres -madres, esposas e hijas- se les duplicó su rol de cuidadoras, pues a la responsabilidad que se les asignó de cuidar a sus hijas e hijos, se sumó el cuidado de sus parejas, muchas de ellos tendrán que ser dependientes el resto de sus vidas debido a las secuelas del incendio, lo que les genera ansiedad, depresión y sobrecarga, agotándolas emocionalmente.

Las mujeres tienen que replantear su libertad, trabajo y emociones para poder cuidar a su ser querido, a pesar de que la tarea se realice con cariño, amor y paciencia, no impide  que los cuidados sobrepasen sus capacidades y generen un estrés crónico difícil de colocar en palabras porque se atraviesan sentimientos de culpa, miedo y el propio proceso de duelo en el que se encuentran.

Para los hombres sobrevivientes el camino hacia la reparación y justicia ha sido arduo, no solo por la revictimización de las instituciones gubernamentales, sino porque un evento extremo como el incendio cuestiona su propio rol de género en la sociedad.

Han tenido que conectar, aprender y escuchar a sus emociones, cuando todo a su alrededor les recuerda que sentir no es permitido, que pedir atención psicológica es “cosa de mujeres” y que ante todo evento, se tiene que mantener una identidad masculina que todo lo puede y todo lo supera, a pesar de que sus emociones les dice todo lo contrario. Al tiempo que les cuestiona si seguir siendo “los duros de la familia, los que no lloran ni sienten” es un papel que quieren seguir desempeñando.

Actualmente, las personas están en una situación emocional donde es preciso darle sentido a ése nuevo contexto y confiar no solo en ellas, sino en un sistema que supone proteger a las personas.

Acompañar a personas sobrevivientes de estos eventos, desde las organizaciones de la sociedad civil, consiste en fortalecer herramientas personales y comunitarias para que lo vivido tenga coherencia y consistencia. Además de comprender los efectos que las violaciones masivas a derechos humanos y la detención tienen en la salud mental de una persona, y cómo el género cambiará la experiencia.

 Esta diferencia es preciso se tomé en cuenta en los procesos de reparación integral del daño, que mire las necesidades de cada persona y cada familia para que lo sucedido no se convierta en un duelo interminable que incapacite la reapropiación de su historia.

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