Ciudad de México.- Los cuentos de hadas se han encargado de representar a las mujeres a través de la mirada patriarcal en donde se ha domesticado el discurso, estandarizando estereotipos que perduran hasta nuestros días y de esta forma se convierten en literatura institucionalizada y patriarcalizada, según señala Cecilia Secreto en su libro «El camino de la heroína».
De acuerdo con la autora, los cuentos nacen como un género oral, popular y femenino que se transmiten de generación en generación por las mujeres que ejercen el trabajo de cuidados (madres, abuelas, nanas, tías) cuando acostaban a las niñas y niños en sus camas. Desde este contexto, ellas al no contar con alfabetización o espacios públicos, construyeron relatos que proyectan deseos, frustraciones, temores y formas de resistencia.
Los cuentos de hadas surgen en un entorno simbólico de opresión durante la Edad Media bajo un sistema patriarcal, teocéntrico y misógino. Al ser las mujeres privadas de su autonomía y reconocimiento, el único lugar en el que pueden expresarse era en los relatos nocturnos que se fueron transformando en la «literatura menor» caracterizada por ser subversiva, marginal, colectiva y contracultural.
Como tal, el cuento de hadas fue acuñado por la francesa Madame D’Aulnoy conocida por incluir al personaje del «príncipe azul», pero el reconocimiento le fue dado al escritor Charles Perrault. A su vez, este género se va formulando siguiendo los estándares del neoclasismo y se transforma en una forma de enseñanza orientada bajo normas de comportamiento y valores sociales.
Los cuentos de hadas tocan temas profundos como la sexualidad reprimida o canalizada en pruebas, persecuciones y metamorfosis; obediencia y desobediencia como conflictos morales y vitales; el castigo y la recompensa; y sobre todo el deseo de libertad a través del príncipe como una forma de escape de la realidad. Para lograr esto, se dota a los personajes y espacios de una carga simbólica.
Princesa o bruja, los destinos de las mujeres en los cuentos de hadas
Cecilia Secreto comienza explicando que cuando se piensa en un héroe en cualquier relato, de inmediato se nombra a un hombre y no precisamente por atributos, sino porque suele ser el protagonista de las historias. Sin embargo, los cuentos de hadas al estar feminizados son las mujeres las heroínas; sin embargo, son escritas por hombres o mujeres que escriben desde la mirada patriarcal.
Por ello, la autora identifica dos modelos de mujer en este tipo de relatos: el de la princesa que busca el camino de la liberación dentro de los límites del patriarcado y el de la bruja, que lo hace saliendo del sistema patriarcal, transgrediendo el espacio.
La heroína/princesa representa la figura femenina oprimida, silenciada y relegada a un rol pasivo casi decorativo que vive en obediencia, belleza y maternidad (tres de los mandatos del patriarcado) es gracias a su deseo, el cual ha sido reprimido (padres violentos, madrastras crueles, maridos abusivos, leyes injustas) es que tienen el impulso de escapar y desafiar su destino impuesto.
Al ser inherentemente vulnerable y débil, es atrapada y debe enfrentar humillaciones, persecuciones, abusos, pruebas, traiciones, pobreza, silencio y resistir hasta el final, pero siembre dentro de los márgenes. Más que una salvadora épica, es una sobreviviente y soñadora ya que gracias a su imaginación y rebeldía interna que se enmarca como una heroína.
«El cuento de hadas ha quedado reducido a un solo esquema posible: princesa o semejante está en peligro (el peligro es casi de muerte, desaparición o eliminación; me quedo con este último: la mujer, en el cuento de hadas, corre el riesgo de ser eliminada). Y ante este peligro extremo (porque lo es), ella está absolutamente desprotegida, no es vista, no es oída, está prisionera sea en el espacio (calabozo o torre) o de una situación (sortilegio, persecución)» -Cecilia Secreto en «El camino de la heroína»
Por otro lado, la bruja es una figura ambivalente en los cuentos de hadas. Es la mala, la antagonista y la que busca arruinarle la vida a la princesa. Físicamente es vieja y fea y psicológicamente es rencorosa y astuta, se trata de una construcción demonizada de la figura femenina que es autónoma, cuando desafía los mandatos patriarcales.
Son mujeres que han elegido otro camino, el de saberse independiente y sin seguir las normas sociales. Ha sobrevivido sola en el bosque y envejecido sin un hombre o sin ser madre: ella ha decidido no someterse y por ello es castigada simbólicamente con la fealdad, la soledad y el resentimiento. Sin embargo, es la única que tiene acceso al conocimiento y poder de las hierbas medicinales y los conjuros.
Históricamente, la bruja es perseguida por el poder patriarcal. En la Edad Media, miles de mujeres fueron torturadas y quemadas por ejercer saberes alternativos, ser curanderas o no encajar en moldes sociales. Para Cecilia Secreto ella es la heroína radicalizada, que no necesita al príncipe.
El bosque de la imaginación
Es en este espacio que ocurre la parte esencial de la historia. Es al lugar donde la princesa huye, donde es concentrada por el príncipe y donde la bruja vive. No solo es un lugar físico, sino cronotopo literario y psíquico (tiempo y espacio).
El bosque es creado a partir del inconsciente colectivo donde los deseos ocurren y ocurren los peligros, pero también sucede la transformación y despertar de la princesa. Aquí todo es posible como las pruebas, los raptos, los encuentros mágicos, las violencias y las huidas.
Cecilia Secreto apunta que, no solo es un escenario externo, sino una representación del cuerpo femenino, de sus caminos no transitados, traumas y secretos. Es un espacio donde la oralidad femenina circula: los cuentos nacieron en los márgenes, en las camas donde las mujeres contaban historias por las noches. Es un espacio entre, entre la realidad y el sueño, entre la cultura y la naturaleza, entre el miedo y la imaginación.
El príncipe sin nombre
La figura del príncipe aparece como el sujeto que interviene al final de la historia para «salvar» a la princesa. No posee nombre o historia porque es hombre y eso parece bastar en los cuentos de hadas y en general en la sociedad, simplemente aparece. Cecilia Secreto describe que la salvación es superficial y simbólicamente problemática, en realidad él también sigue uno de los mandatos patriarcales: casarse y tener hijos.
Su rol no es heroico, sino que actúa como el cierre de la historia. Es una solución socialmente aceptable en donde rescata a la mujer para casarse con ella y seguir su destino como objeto de deseo masculino. Sin darse cuenta, es un instrumento del sistema, su función es garantizar la continuidad del orden. No libera a la heroína, la traslada de una forma de opresión a otra, pero él sí tiene estatus y poder económico, esos son sus verdaderos atributos.
Crear nuevas narrativas
Cecilia Secreto menciona la necesidad de crear un nuevo lenguaje, un retrato que no reproduzca modelos patriarcales y que dé lugar a las voces femeninas desde sus experiencias, deseos y luchas. Para ello, se necesitan eliminar los discursos heredados, nombrar las violencias simbólicas y reales, recuperar las figuras femeninas olvidades como la bruja, y reconocer el valor de la narrativa femenina.
Para ella, el camino de la heroína -tradicionalmente el de encontrar a un esposo para casarse- no es uno, sino muchos. Es abrirse ante varias posibilidades a las que las mujeres pueden acceder, pero no solo en la literatura con relatos ficticios, sino desde las calles, asambleas, performance, en las mujeres que se saben víctimas y deciden transformarse en protagonistas sin necesitar del príncipe.